Ensayo sobre el Libro
"Eichmann en Jerusalem" de Hanna Arendt.
Título del Libro: Eichmann en Jerusalem. La Banalidad del Mal.
Autor: Hanna Arendt.
Compilador: GAR-KIATROS
Semblanza de la autora.
Hannah Arendt, nacida Johanna Arendt (Linden-Limmer, 14 de octubre de
1906-Nueva York, 4 de diciembre de 1975), fue una filósofa política alemana y
posteriormente estadounidense, de origen judío, y una de las más influyentes
del siglo XX.
La privación de derechos y persecución en Alemania de personas de origen
judío a partir de 1933, así como su breve encarcelamiento ese mismo año,
contribuyeron a que decidiera emigrar. El régimen nacionalsocialista le retiró
la nacionalidad en 1937, por lo que fue apátrida hasta que consiguió la
nacionalidad estadounidense en 1951.
Trabajó, entre otras cosas, como periodista y maestra de escuela superior y
publicó obras importantes sobre filosofía política; sin embargo, rechazaba ser
clasificada como «filósofa» y también se distanciaba del término «filosofía
política»; prefería que sus publicaciones fueran clasificadas dentro de la
«teoría política». Arendt defendía un concepto de «pluralismo» en el ámbito
político. Gracias al pluralismo, se generaría el potencial de una libertad e
igualdad políticas entre las personas. Importante es la perspectiva de la
inclusión del Otro. En acuerdos políticos, convenios y leyes deben trabajar a
niveles prácticos personas adecuadas y dispuestas. Como fruto de estos
pensamientos, Arendt se situaba de forma crítica frente a la democracia
representativa y prefería un sistema de consejos o formas de democracia
directa.
A menudo, continúa siendo estudiada como filósofa, en gran parte debido a sus discusiones críticas de filósofos como Sócrates, Platón, Aristóteles, Immanuel Kant, Martin Heidegger y Karl Jaspers, además de representantes importantes de la filosofía política moderna como Maquiavelo y Montesquieu. Precisamente gracias a su pensamiento independiente, la teoría del totalitarismo (Theorie der totalen Herrschaft), sus trabajos sobre filosofía existencial y su reivindicación de la discusión política libre tiene Arendt un papel central en los debates contemporáneos.
Como fuentes de sus disquisiciones Arendt emplea, además de documentos filosóficos, políticos e históricos, biografías y obras literarias. Estos textos son interpretados de forma literal y confrontados con el pensamiento de Arendt. Su sistema de análisis —parcialmente influido por Heidegger— la convierte en una pensadora original situada entre diferentes campos de conocimiento y especialidades universitarias. Su devenir personal y el de su pensamiento muestran un importante grado de coincidencia.
Johanna Arendt nació en 1906 en el seno de una familia de judíos secularizados, cerca de Hannover. Sus antepasados provenían de Königsberg, en Prusia (la actual ciudad rusa de Kaliningrado), a donde regresaron su padre, el ingeniero Paul Arendt, enfermo de sífilis, su madre Martha Cohn y ella, cuando Hannah tenía solo tres años.2 Tras la muerte de su padre en 1913, fue educada de forma bastante liberal por su madre, que tenía tendencias socialdemócratas. En los círculos intelectuales de Königsberg en los que se crió, la educación de las niñas era algo que se daba por supuesto. A través de sus abuelos conoció el judaísmo reformista. No pertenecía a ninguna comunidad religiosa, pero siempre se consideró judía.
En 1920, a los catorce años, ya había leído la Crítica de la razón pura (1781) de Kant3 y la Psicología de las concepciones del mundo (1919) de Jaspers. En 1923, a los diecisiete años, tuvo que abandonar la escuela por problemas disciplinarios, dirigiéndose entonces sola a Berlín, donde, sin haber acabado la escolaridad, tomó clases de teología cristiana y estudió por primera vez la obra de Søren Kierkegaard. De vuelta a Königsberg en 1924, se presentó por libre y aprobó el examen de acceso a la universidad (Abitur).
En 1924 comenzó sus estudios en la universidad de Marburgo (Hesse) y durante un año asistió a las clases de Filosofía de Martin Heidegger y de Nicolai Hartmann, y a las de teología protestante de Rudolf Bultmann, además de griego. Heidegger, padre de familia de 35 años, y Arendt, estudiante diecisiete años más joven que él, se enamoraron, aunque tuvieron que mantener en secreto la relación por las apariencias. A comienzos de 1926 no aguantaba más la situación y decidió cambiarse de universidad, trasladándose durante un semestre a la universidad Albert Ludwig de Friburgo, para aprender con Edmund Husserl. A continuación estudió Filosofía en la universidad de Heidelberg (Baden-Wurtemberg) y se doctoró en 1928 bajo la tutoría de Karl Jaspers, con la tesis “El concepto del amor en San Agustín”. La amistad con Jaspers duraría hasta la muerte de este.
Arendt había llevado una vida muy recogida en Marburgo como consecuencia
del secretismo de la relación con Heidegger; solo mantenía amistad con otros
alumnos, como Hans Jonas, y con sus amigos de Königsberg. En Heidelberg amplió
su círculo de amigos, al que pertenecieron Karl Frankenstein, Erich Neumann,
seguidor de Jung, y Erwin Loewenson, un ensayista expresionista. Jonas también
se trasladó a Heidelberg y realizó trabajos sobre San Agustín.
Otro círculo de amigos se le abrió gracias a su amistad con el germanista
Benno von Wiese y sus estudios con Friedrich Gundolf, que le había recomendado
Jaspers. De importancia fue su amistad con Kurt Blumenfeld, director y portavoz
del movimiento sionista alemán, cuyos estudios trataban sobre la llamada
cuestión judía y la asimilación cultural. Hannah Arendt le agradeció en una
carta de 1951 su propio entendimiento de la situación de los judíos.
S
u primer libro lleva el título El concepto del amor en San Agustín: ensayo de una interpretación filosófica. Se trata de su tesis doctoral publicada en 1929 en Berlín. En la tesis, enlaza elementos de la filosofía de Martin Heidegger con los de Karl Jaspers y ya subraya la importancia del nacimiento tanto para el individuo como para su prójimo. Con ello se aleja de su maestro Heidegger, que entiende la vida como un «avanzar»a hacia la muerte.8 La obra fue reseñada en importantes publicaciones filosóficas y literarias. Se criticó que Arendt contemplase a san Agustín como filósofo y no como padre de la Iglesia, además del hecho de que no citase la literatura teológica más reciente.
u primer libro lleva el título El concepto del amor en San Agustín: ensayo de una interpretación filosófica. Se trata de su tesis doctoral publicada en 1929 en Berlín. En la tesis, enlaza elementos de la filosofía de Martin Heidegger con los de Karl Jaspers y ya subraya la importancia del nacimiento tanto para el individuo como para su prójimo. Con ello se aleja de su maestro Heidegger, que entiende la vida como un «avanzar»a hacia la muerte.8 La obra fue reseñada en importantes publicaciones filosóficas y literarias. Se criticó que Arendt contemplase a san Agustín como filósofo y no como padre de la Iglesia, además del hecho de que no citase la literatura teológica más reciente.
En Berlín se encontró en 1929 al filósofo Günther Stern (que se llamaría
más tarde Günther Anders), a quien ya había conocido en Marburgo.9 Poco más
tarde se mudó a vivir con él, algo que estaba mal visto por la sociedad de la
época, y ese mismo año se casaron. Tras un corto intervalo en Heidelberg, el
matrimonio vivió un año en Fráncfort. Arendt escribía para el periódico
Frankfurter Zeitung y participaba en seminarios de Paul Tillich y Karl
Mannheim, de cuyo libro Ideología y utopía realizó una reseña crítica.10 Al
mismo tiempo, estudiaba la obra de la escritora Rahel Varnhagen, una intelectual
judía asimilada, investigadora del Romanticismo.
Cuando estuvo claro que la tesis doctoral de Stern no iba a ser aceptada por Theodor Adorno, volvieron ambos a Berlín. Allí, Arendt comenzó a trabajar en su obra sobre Rahel Varnhagen von Ense que realizaría en forma de tesis. Tras un informe positivo de Jaspers, que además consiguió otros de Heidegger y Martin Dibelius, obtuvo una beca de la Notgemeinschaft der Deutschen Wissenschaft (Asociación de Ayuda para la Ciencia Alemana). Simultáneamente, Arendt comenzó a interesarse cada vez más por cuestiones políticas. Leyó a Marx y Trotsky y estableció contactos en la Hochschule für Politik (Escuela Superior de Política) de Berlín. Analizó la exclusión social de los judíos, a pesar de la asimilación, en base al concepto de «paria», empleado por primera vez por Max Weber para hablar de los judíos. A este término opuso el término «parvenu» (advenedizo), inspirada por los escritos de Bernard Lazare. En 1932 publicó en la revista Geschichte der Juden in Deutschland (Historia de los judíos en Alemania) el artículo «Aufklärung und Judenfrage» («La Ilustración y la cuestión judía), en el que desarrolla sus ideas sobre la independencia del judaísmo, enfrentándolas a las de los ilustrados Gotthold Ephraim Lessing y Moses Mendelssohn y el precursor del Romanticismo Johann Gottfried Herder.
También en 1932 realiza una crítica del libro Das Frauenproblem in der Gegenwart (El problema de la mujer en la actualidad) de Alice Rühle-Gerstel, en el que encomia la emancipación de la mujer en la vida pública, pero también discute sus limitaciones —sobre todo en el matrimonio y en la vida profesional—. Constata el «menosprecio fáctico» que sufre la mujer en la sociedad y critica los deberes que no son compatibles con su independencia. En cambio, Arendt contempla el feminismo desde la distancia. Por una parte, insiste en que los frentes políticos son «frentes de hombres» y por otra considera «cuestionables» los movimientos feministas, al igual que los movimientos juveniles, porque ambos —con estructuras que traspasan las clases sociales— tienen que fracasar en su intento de crear partidos políticos influyentes.
Poco antes de la llegada al poder de Hitler (30 de enero de 1933), Karl Jaspers trató de convencerla en varias cartas de que ella debía considerarse alemana. Ella lo rechazaba señalando su existencia judía. Escribió: «Para mí, Alemania es la lengua materna, la filosofía y la poesía». En lo demás se sentía distante. En especial, criticó la expresión «el ser (Wesen) alemán» empleada por Jaspers. Este le respondió: «Me extraña que usted, como judía, se quiera diferenciar de los alemanes».13 Ambos también mantendrían estas posiciones enfrentadas tras la Guerra.
En 1932, Arendt ya pensaba en la emigración, pero inicialmente se quedó en Alemania cuando su marido emigró a París en marzo de 1933, y comenzó su actividad política. Por recomendación de Kurt Blumenfeld, trabajó para una organización sionista, estudiando la persecución de los judíos, que estaba en sus comienzos. Su casa sirvió de estación de tránsito para refugiados. En julio de 1933 fue detenida durante ocho días por la Gestapo. A Günter Gaus le comentó sus razones: «Si te atacan como judío, debes defenderte como judío».
Ya en 1933 defendía la postura de que debía lucharse activamente contra el régimen nacionalsocialista. Esta posición es contraria a la de muchos intelectuales alemanes, en parte incluso de los de origen judío, que querían llegar a convivir con el nacionalsocialismo, subestimando la dictadura e incluso alabando a los nuevos dueños del poder. En la entrevista con Gaus expresó su desprecio por la «Gleichschaltung» («adaptación» al nuevo régimen) de la mayoría de los intelectuales. La cuestión repugnaba a Arendt y no quería tener nada en común con esos eruditos gregarios, oportunistas o incluso entusiastas.
De este pensamiento surgió su disputa con Leo Strauss, cuyo pensamiento conservador rechazaba. También se sintió desilusionada por el ingreso de Heidegger en el NSDAP (Nationalsozialistiche Deutsche Arbaiter Partei, o sea, el Partido Obrero Nacionalsocialista Aleman) por lo que rompió su relación con él y no la retomó hasta 1950. También finalizó la amistad con Benno von Wiese cuando este se acercó al nazismo e ingresó en el NSDAP asimismo en 1933
Esta experiencia, de profundo alejamiento de sus amigos, es descrita varias veces en sus obras y en su correspondencia. Ella partía de la convicción de que se trataba de decisiones voluntarias, de las que el individuo era responsable. Poco antes de su muerte sostuvo que precisamente muchos pensadores profesionales fracasaron frente al nacionalsocialismo cuando se comprometieron con el régimen. Arendt no exigía de ellos una oposición activa, sino que reconocía ya el silencio como rechazo del totalitarismo.
Pasando por Karlovy Vary, en la República Checa, Génova y Ginebra, emigró inicialmente a Francia, en 1933. En París, sin papeles, volvió a trabajar para una organización sionista, entre otras cosas, ayudando a jóvenes judíos a huir hacia Palestina. En el ámbito científico, continuó investigando sobre el antisemitismo y realizó algunas conferencias para diferentes asociaciones y en la Freie Deutsche Hochschule Paris (Escuela Superior Libre Alemana de París), fundada en el exilio el 19 de noviembre de 1935.
Hannah Arendt y su marido Günther Anders ya tenían intereses distintos en
Berlín y frecuentaban círculos de amigos separados: él, más integrado en el
ambiente comunista, tenía amistad con Bertolt Brecht; ella, cada vez más cerca
del sionismo y de otras personalidades judías. Inicialmente vivieron juntos en
París e iban juntos a los seminarios de Alexandre Kojève y reuniones de
intelectuales en el exilio. Pero el matrimonio fracasó y se divorciaron en
1937. Ella ya había conocido en 1936 a Heinrich Blücher, un ex comunista, que
se había opuesto muy pronto a la política de Stalin. En París, ambos
pertenecían al mismo círculo de refugiados alemanes, junto con Walter Benjamin,
el abogado Erich Cohn-Bendit, el psicólogo Fritz Fränkel y el pintor Kurt
Heidenreich.
En 1937 se le retiró la nacionalidad alemana. En 1939 consiguió poner a
salvo a su madre, que todavía estaba en Königsberg. En enero de 1940 se casó
con Heinrich Blücher. Para él era su tercer matrimonio.
A comienzos de 1940, a través de la prensa, las autoridades francesas llamaron
a la mayoría de los extranjeros de origen alemán para ser deportados. Arendt,
junto con muchas otras mujeres, pasó una semana en los terrenos de un velódromo
de París. Seguidamente fue trasladada al campo de internamiento de Gurs hasta
julio de ese mismo año, ya que se la consideraba como «extranjera enemiga». En
la entrevista con Gaus lo comenta de forma sarcástica: «las personas eran
ingresadas por sus amigos en "campos de internamiento" y por sus
enemigos en "campos de concentración"». Tras cinco semanas internada,
consiguió huir, junto a otros pocos, de Gurs, aprovechando que la vigilancia
francesa disminuyó temporalmente debido a la toma de París por la Wehrmacht y
su avance hacia el sur. En una carta a Salomon Adler-Rudel, Arendt narraba poco
después las circunstancias de los internamientos de refugiados procedentes de
la Alemania nazi. Ella y su marido pasaron el periodo que siguió en Montauban,
y Arendt logró obtener pasaportes para Lisboa gracias a la red que creó el
periodista norteamericano, Varian Fry, en Marsella, que la ayudó a escapar
junto a otros conocidos artistas y pensadores judíos.
Una gran amistad le unió en el exilio francés con el entonces aún
ampliamente desconocido Walter Benjamin, al que también apoyó materialmente.
Tras su muerte, intentó sin éxito en 1945 que se publicaran las obras de
Benjamin en la editorial Schocken. Solo pudo publicar sus ensayos en 1969 en
los EE. UU., con anotaciones y un prólogo propios.
En mayo de 1941 Arendt llegó, con su marido y su madre, a Nueva York,
pasando por Lisboa. La familia vivió inicialmente en un pequeño hotel, de una
diminuta beca que recibía de la organización de refugiados sionista. Arendt
mejoró enseguida sus conocimientos de inglés. A partir de octubre de 1941
trabajó como redactora en la revista judeo-alemana Aufbau, en Nueva York.
Escribía con regularidad una breve columna llamada «This means You» («Esto se
refiere a ti»). El artículo inicial, titulado «Mose and Washington» («Moisés y
Washington»), tiene como punto de partida la historia del exilio judío, bajo la
figura de Moisés. Arendt argumenta que el judaísmo moderno (reformado) ha
perdido su auténtica tradición, un motivo que también se encuentra en las tesis
de su libro sobre Rahel Varnhagen. «Entre nosotros crece paradójicamente el
número de los que sustituyen a Moisés y a David por Washington o Napoleón...»,
judíos que querían «rejuvenecerse» a costa de no judíos. Arendt observa
críticamente que la historia (judía) no es ningún vehículo del que uno pueda
apearse por capricho; reivindica que se haga del judaísmo una «consagración», a
saber, un arma en la lucha por la libertad. Con eso quería despertar la
conciencia política judía en el mundo. Reivindicó en muchos artículos la
creación de un ejército judío propio, que luchara codo con codo al lado de los
aliados. Ni ella ni los pocos que la secundaban consiguieron tener éxito con
esta demanda, que Arendt formuló antes de que comenzaran los asesinatos en masa
en los campos de exterminio.
A pesar de que Arendt se definía como una sionista (secular), fue tomando
posiciones cada vez más críticas sobre la concepción sionista del mundo, que
comparaba con otras ideologías como el socialismo o el liberalismo, que hacían
previsiones sobre el futuro. Consideraba que la libertad y la justicia eran los
principios básicos de la política, algo incompatible con la idea de un pueblo
elegido. Esta posición fue mayoritariamente rechazada por la opinión pública
judía.
Dos años más tarde, publicó el ensayo We Refugees («Nosotros los
refugiados»), en el que discutía la desastrosa situación de los refugiados y
apátridas, que son «ilegales» y sin derechos.
De 1944 a 1946 fue directora de investigación de la Conference on Jewish
Relations (Conferencia de relaciones judías) y, seguidamente hasta 1949, lectora
en la editorial judía Schocken. De 1949 a 1952 trabajó como Executive Secretary
(gerente) de la Jewish Cultural Reconstruction Corporation (JCR), la
organización para el salvamento y el cuidado de la cultura judía. Hasta que en
1951 Heinrich Blücher consiguiera trabajo en una universidad dando clases de
filosofía, Hannah Arendt ganaba prácticamente sola el sustento de la familia.
El 26 de julio de 1948 murió su madre, Martha Arendt, durante el viaje a
Inglaterra en el Queen Mary. Por encargo del JCR, Hanna Arendt viajó a la
República Federal Alemana en 1949-1950. Durante su estancia, se encontró, por
primera vez desde 1933, con Karl Jaspers y Martin Heidegger. Realizó un segundo
viaje en 1952. A partir de ese momento, viajó todos los años a Europa durante
unos meses, en parte también a Israel, visitando a muchos amigos y familiares,
pero en cada ocasión a Karl y Gertrud Jaspers.
En el ensayo “Besuch in Deutschland. Die Nachwirkungen des Naziregimes”
(1950: Visita en Alemania. Las consecuencias del régimen nazi) escribe de forma
muy detallada sobre la situación en la posguerra. Alemania ha destruido el
tejido moral del mundo occidental en un corto período gracias a crímenes que
nadie pensaba posibles. Millones de personas de Europa Oriental afluían en masa
hacia el país destruido.
«Se puede dudar de si la política de los Aliados de expulsar a todas las
minorías alemanas de países no alemanes —como si no hubiese suficientes
apátridas en el mundo— fue una acción inteligente; pero está fuera de duda que,
para los pueblos europeos que sufrieron durante la Guerra la criminal política
de población alemana, el simple hecho de imaginarse tener que convivir con
alemanes en el mismo territorio no sólo genera rabia, sino horror.»
Comprobó una curiosa indiferencia en la población. Europa estaba cubierta
por una sombra de profundo dolor causada por los campos de concentración y de
exterminio alemanes. Pero en ningún otro sitio se silenciaba tanto esta
pesadilla de destrucción y espanto como en Alemania. «La indiferencia con la
que los alemanes se mueven por entre las ruinas tiene su correspondencia en que
nadie llora a los muertos.»
En cambio, corrían muchas historias sobre el sufrimiento de los alemanes,
que se comparaban con los sufrimientos de los demás, con lo que, de forma
callada, en Alemania se consideraba que la balanza había quedado equilibrada.
La huida de la responsabilidad y la búsqueda de culpas en las potencias de
ocupación están muy extendidas. «El alemán medio busca las causas de la última
guerra no en las acciones del régimen nazi, sino en las circunstancias que
condujeron a la expulsión de Adán y Eva del Paraíso.»
Tras la Guerra, Arendt escribió dos artículos sobre filosofía existencial.
En la revista Nation apareció a comienzos de 1946 el texto French Existentialism
(«Existencialismo francés»), en el que examina, sobre todo, el pensamiento de
Albert Camus. Expresó ante Jaspers sus grandes esperanzas en un nuevo tipo de
persona que, sin «nacionalismo europeo» alguno, es europeo y que pugna por un
federalismo europeo. Entre ellos contaba a Camus, que provenía de la
resistencia francesa, y en quien certificaba la honradez y la profunda
comprensión política.
El artículo Was ist Existenzphilosophie? («¿Qué es filosofía existencial?»)
fue publicado casi al mismo tiempo en EE. UU. y en la revista Die Wandlung,
fundada por Jaspers y otros. En 1948 fue reeditado, junto con otros cinco
textos, como un libro de ensayos. Se trataba de la primera edición de un libro
suyo tras la publicación en 1929 de su tesis doctoral. En el texto desarrolla
su propia posición dentro de la filosofía existencial, que no continuaría en
sus obras posteriores. No permitió que se reeditara la versión inglesa.
En esta pequeña obra discute de forma crítica la filosofía de Martin
Heidegger, al que atribuye una cercanía al nihilismo moderno. Heidegger no ha
completado nunca su ontología. Con el análisis del Dasein a partir de la
muerte, Heidegger sienta los fundamentos de la nihilidad del ser. El ser humano
es descrito como similar a Dios, pero no como un ser «creador de mundos», sino
como un «destructor de mundos». Arendt opone a estas ideas que «el ser humano
no es Dios y vive junto con sus semejantes en un mundo», un pensamiento que
repetirá más tarde a menudo. Heidegger evita los conceptos kantianos
provisionales de «libertad», «dignidad humana» y «razón», reduciendo al hombre
a sus funciones en el mundo y atribuyéndole existencia sólo a través de la
filosofía. Además, Arendt critica los «no-conceptos (Unbegriffe)
mitologizantes» de Heidegger, como «pueblo» y «tierra», que había atribuido en
sus clases de la década de 1930 al «yo» (Selbst). «Esa clase de concepciones
sólo pueden llevar fuera de la filosofía, hacia algún tipo de superstición
naturalista.»
En cambio, Arendt describe la filosofía existencial de Karl Jaspers de
forma exclusivamente positiva. Según ella, Jaspers rompe con todos los sistemas
filosóficos, con cosmovisiones y «doctrinas de la totalidad», en lugar de las
cuales se ocupa de «situaciones límite» y considera la existencia como una
forma de libertad. Así, el ser humano puede, «jugando con la metafísica»,
palpar los límites de lo pensable y traspasarlos. Al contrario que Heidegger,
para Jaspers la filosofía sería sólo la preparación para la «acción» a través
de la comunicación, tomando como base la razón común a todos. Jaspers sabe que
el pensamiento de la trascendencia está condenado al fracaso. La filosofía de
Jaspers, subraya la autora, radica principalmente en los caminos de su
filosofar. Estos caminos pueden sacar del «callejón sin salida de un fanatismo
positivista o nihilista».
Hannah Arendt escribió a finales de 1948 el artículo Frieden oder
Waffenstillstand im Nahen Osten? («¿Paz o armisticio en Oriente Medio?»,
publicado en EE. UU. en enero de 1950). El artículo trata sobre la historia de
Palestina y la fundación del Estado de Israel. De acuerdo con el texto, la paz
solo puede alcanzarse por el entendimiento y un acuerdo justo entre árabes y
judíos. Describe la historia de la inmigración desde 1907 y enfatiza que, desde
entonces, ambos grupos están enfrentados y que —también por la invasión otomana
y más tarde del Reino Unido— nunca han considerado estar al mismo nivel o
incluso nunca se han considerado como personas. Mientras que describe la falta
de patria o de mundo (Weltlosigkeit) como el mayor problema de los judíos,
critica a la mayoría de los dirigentes sionistas, que no han visto los
problemas del pueblo árabe.
Su visión es una Palestina de dos naciones sobre la base de una política no
nacionalista, una federación, que posiblemente podría incluir otros estados de
Oriente Medio. La inmigración y la expulsión de una parte de la población de
origen árabe representa una hipoteca moral, mientras que los colectivos que se
basan en la igualdad y la justicia (kibutz) y la Universidad Hebrea de
Jerusalén, así como la industrialización, están en la columna del haber.
Según Arendt, Israel podía librarse de las leyes del capitalismo, ya que
era financiado por donaciones desde EE. UU. y, por lo tanto, no estaba bajo la
obligación de maximizar el beneficio. Su preocupación era que Israel siguiese
una política expansionista agresiva, tras una guerra ganada, que había traído
la desgracia a judíos y árabes, además de haber destruido todos los sectores
económicos de ambos pueblos. Pero tenía esperanzas en el espíritu universalista
del judaísmo y en las fuerzas dispuestas al entendimiento en los estados
árabes.
En esa época había muy pocas personalidades de los lados judío y árabe que
apoyasen una Palestina binacional. Arendt hace referencia al primer presidente
de la universidad hebrea Judah Leon Magnes y el político y catedrático de
filosofía libanés Charles Malik, de los que destaca su excepcionalidad. Ambos
apoyaron claramente un entendimiento entre judíos y árabes para la solución del
problema palestino, Magnes en 1946 y Malik ante el Consejo de Seguridad de la
ONU en mayo de 1948.
Cuando en diciembre de 1948 el antiguo dirigente de la organización
terrorista antibritánica Irgún, Menájem Beguin, llegó a Nueva York con el
objetivo de conseguir donaciones para su nuevo partido Herut, veintiséis
intelectuales, entre los que se contaban varios de origen judío, escribieron
una dura carta abierta que se publicó el 4 de diciembre de 1948 en el New York
Times. Entre los firmantes se encontraban, además de Hannah Arendt, entre
otros, Isidore Abramowitz, Albert Einstein, Sidney Hook y Stefan Wolpe. En la
carta advertían claramente contra este partido que consideraban de «extrema
derecha» y «racista».
Veinte años más tarde, Arendt escribió a una amiga, la escritora
norteamericana Mary McCarthy, que Israel era un ejemplo impresionante de
igualdad entre las personas. Más importante consideraba la «pasión por la supervivencia»
del pueblo judío, presente desde la antigüedad. Expresaba su miedo de que el Holocausto
pudiera repetirse. Considera que Israel es necesario como lugar de refugio y
debido al incombustible antisemitismo. Arendt comenta que cualquier catástrofe
verdadera en Israel le afecta más que casi cualquier otra cosa.
Inmediatamente después de la II Guerra Mundial, Arendt comenzó a trabajar
en un extenso estudio sobre el nacionalsocialismo; en 1948 y 1949 ampliado al
estalinismo. El libro está formado por tres partes: Antisemitismus
(«Antisemitismo»), Imperialismus («Imperialismo») y Totale Herrschaft (dominio
total, «Totalitarismo»). Mientras que para las dos primeras partes Arendt pudo
basarse en gran medida sobre material histórico y literario existente, para la
tercera parte tuvo que trabajar la documentación de base por su cuenta. En 1951
apareció la edición estadounidense con el título The Origins of Totalitarianism
(Los orígenes del totalitarismo). La versión alemana de 1955, elaborada por la
propia Arendt y en parte distinta de la original, llevaba el título “Elemente
und Ursprünge totaler Herrschaft (literalmente, «Elementos y orígenes del
dominio total»). Hasta la tercera edición de 1966 repasó y amplió la obra. El
trabajo no es pura historiografía; más bien critica el pensamiento causal de la
mayoría de los historiadores y observa que todos los intentos de los
historiadores por explicar el antisemitismo han sido insuficientes.
Planteó una nueva y muy discutida tesis que dice que los movimientos
totalitarios se apoderan de todas las cosmovisiones e ideologías y las pueden
convertir, a través del terror, en nuevas formas de estado. Según Arendt,
históricamente, hasta 1966, esto sólo han podido realizarlo de forma completa
únicamente el nazismo y el estalinismo.
Al contrario que otros autores, Arendt considera totalitarios
exclusivamente a estos dos sistemas y no a las dictaduras de partido único,
como el fascismo italiano, el franquismo o el régimen de posguerra de la
República Democrática Alemana. Destaca la nueva cualidad del totalitarismo
frente a las dictaduras habituales. El primero se extiende a todas las áreas de
la vida humana, no sólo al nivel político. En el centro está un movimiento de
masas. En el nazismo se produjo una inversión completa del sistema jurídico.
Crímenes, asesinatos en masa, eran la regla. Además del terror, considera que
la aspiración al dominio mundial es una característica importante del
totalitarismo.
Arendt pone de relieve cómo, sobre el trasfondo de la sociedad de masas y
de la caída de los estados nacionales a causa del imperialismo, las formas
políticas tradicionales, especialmente los partidos, fueron más débiles que los
movimientos totalitarios, con sus nuevas técnicas de propaganda de masas.
Junto a las fuentes históricas, Arendt emplea también fuentes literarias,
como por ejemplo Marcel Proust, y dialoga con numerosos pensadores desde la
Antigüedad, como Kant y Montesquieu. Aplica su método propio de «tomar en serio
y literalmente las opiniones ideológicas». Las afirmaciones de ideólogos
totalitarios habrían sido infravaloradas por muchos observadores.
Las descripciones del totalitarismo sirvieron sobre todo a los politólogos
para desarrollar teorías del totalitarismo que en parte van mucho más allá de
la estricta definición de Arendt.
En 1951 Hannah Arendt consiguió la nacionalidad estadounidense. Arendt había
sufrido mucho como apátrida, porque lo consideraba una exclusión de la sociedad
humana. La ciudadanía significaba para ella «el derecho a tener derechos». Para
solucionar este problema exigía una ampliación de la constitución de los EE.
UU. por la cual nadie podría perder su nacionalidad si con ello se convirtiera
en apátrida.
En Alemania, en 1933, Hannah Arendt se encontraba de camino a una carrera
académica normal, con cátedra en la universidad. El nazismo destruyó esos
planes. En sus cartas y hasta poco antes de su muerte, señalaba que no poseía
ni bienes ni posición, lo que, según su propia opinión, contribuyó a la
independencia de su pensamiento.
Una y otra vez demostró valor personal, por ejemplo a través de su trabajo
en organizaciones judías durante el nazismo. Sus posicionamientos personales y
públicos frente a los acontecimientos políticos causaban a menudo controversias
entre sus oponentes, pero también entre sus amigos; su valor cívico fue tenido
frecuentemente por intransigencia y combatido como tal.
En un texto breve de 1948 titulado “Memo on research”, Arendt nombra los
temas políticos más importantes de la época. Distingue entre problemas
centrales de la época: «totalitarismo, la cuestión racial, la decadencia del
sistema de estados nación europeo, la emancipación de los pueblos coloniales,
la liquidación del imperialismo británico» y los problemas exclusivamente
judíos: «antisemitismo, el asunto de Palestina, migraciones, falta de patria,
etc.».
Poco antes había escrito a Jaspers: Unter freien Umständen sollte
eigentlich jeder einzelne entscheiden dürfen, was er nun gerne sein möchte,
Deutscher oder Jude oder was immer [...] Woran mir liegen würde, und was man
heute [1947] nicht erreichen kann, wäre eigentlich nur eine solche Änderung der
Zustände, daß jeder frei wählen kann, wo er seine politischen
Verantwortlichkeiten auszuüben gedenkt und in welcher kulturellen Tradition er
sich am wohlsten fühlt. (Traducción: “Bajo
circunstancias de libertad, todo individuo debería poder decidir lo que quiere
ser, alemán o judío o lo que sea [...] Si de mí dependiese, y es algo que no se
puede alcanzar en la actualidad [1947], habría simplemente un cambio de las
circunstancias, de tal forma que todos pudiesen elegir libremente dónde piensan
desarrollar su responsabilidad política y en qué tradición cultural se
encuentran más cómodos”)
A la edad de 47 años, consiguió en 1953 una cátedra temporal en el Brooklyn
College de Nueva York, en parte gracias al éxito conseguido en EE. UU. con su
libro sobre el totalitarismo. En Nueva York trabajó, junto con Martin Buber y
otros, por la fundación del Leo Baeck Institut, un centro de documentación e
investigación de la historia de los judíos de habla alemana. Los fondos están
disponibles de forma digital en el Jüdisches Museum Berlin.
En la década de 1950, en conexión con el análisis del totalitarismo, Arendt
planeó un trabajo sobre el marxismo. De sus investigaciones preliminares
surgieron algunos artículos, ensayos y lecciones. En 1953 publicó en Aufbau el
texto: Gestern waren wir noch Kommunisten... (Ayer éramos todavía
comunistas...). Arendt distingue allí entre «antiguos comunistas» y «ex
comunistas». Los primeros eran bien artistas que fueron empleados como reclamo,
bien aquellos que habían comprendido las implicaciones de los Procesos de
Moscú, el Pacto Ribbentrop-Mólotov o la falta de democracia interna del partido
y en consecuencia se habían retirado a su vida privada. Los segundos habrían
convertido sus conocimientos del comunismo como trampolín para una nueva carrera
como expertos anticomunistas y de la Guerra Fría.
Gran preocupación le produjo durante esta época la persecución en los EE.
UU. de antiguos comunistas, intelectuales y artistas por Joseph McCarthy y sus
seguidores. Entre tanto valoraba el levantamiento húngaro de 1956 como ejemplo
de ensayo de una revolución pacífica con trazos de un sistema de consejos. En
1960 publicó Die ungarische Revolution und der totalitäre Imperialismus (La
revolución húngara y el imperialismo totalitario; en inglés apareció como parte
del la segunda edición de The Origins of Totalitarism) y en 1961 Between Past
and Future (Entre el pasado y el futuro; seis ensayos sobre el pensamiento
político).
Ya a mediados de la década de 1950, Arendt había realizado una solicitud de
cobro de daños y perjuicios al Estado alemán (Deutsche
Wiedergutmachungspolitik) por las injusticias sufridas bajo el régimen nazi,
solicitud que fue rechazada en diversas ocasiones. Karl Jaspers escribió una
carta asegurando que la obra sobre Rahel Varnhagen, en su versión de 1933, era
un trabajo posdoctoral finalizado con éxito, que le hubiese permitido la
docencia en una universidad alemana, y que no pudo ser presentada a causa de la
subida al poder del régimen nazi. No fue hasta 1972 que Arendt consiguió una cifra
importante del Gobierno Federal Alemán. Su caso se convirtió en un precedente,
de forma que otros se beneficiaron posteriormente de sus largos pleitos.
Se manifestó en diversas ocasiones de forma crítica con la era Adenauer.
Después de que, en un comienzo, los criminales nazis apenas fueran castigados,
tras el proceso a Eichmann, poco a poco se fue juzgando a los peores.
«Una mala señal son las condenas increíblemente leves que emiten los
tribunales. Creo que por 6500 judíos asesinados con gas se consiguen 3 años y 6
meses, o así [...] Esta llamada república es realmente "como antes"
(wie gehabt). Y tampoco el desarrollo económico ayudará a largo plazo a superar
esta situación política.»
En los años siguientes trató en diversas ocasiones la discriminación de los
negros en los EE. UU., la «cuestión negra», cuya solución consideraba
imprescindible para la existencia de la República. Condenó en numerosas
ocasiones la Guerra de Vietnam, por ejemplo tras un análisis de los Papeles del
Pentágono, que publicó bajo el título Lying in Politics (La mentira en la
política) en 1971.
En junio de 1968 escribió a Jaspers: «Me da la impresión de que los niños
del próximo siglo estudiarán el año 1968 como nosotros estudiamos la revolución
de 1848.» Arendt simpatizaba con el movimiento estudiantil mundial, pero
criticó con dureza los posteriores abusos que percibió. En su obra Macht und
Gewalt (Poder y violencia), publicada en 1970 simultáneamente en inglés y
alemán, hace un análisis detallado de la rebelión estudiantil y diferencia los
conceptos de «poder» (Macht) y «violencia» (Gewalt). Por «poder» (Macht)
entiende una influencia importante de los ciudadanos sobre los asuntos
políticos, dentro del marco de la constitución y las leyes. Ninguna forma de
gobierno sobrevive sin una base de poder. Incluso el totalitarismo, que reposa
en gran medida en la violencia, necesita el apoyo de muchos.
A Adelbert Reif le comentó en 1970, en una entrevista, que apreciaba en los
estudiantes las «ganas de actuar» y «la confianza de poder cambiar las cosas
con las propias fuerzas». En EE. UU. apareció por primera vez en mucho tiempo
un movimiento político espontáneo que no sólo hacía propagada, sino que actuaba
por motivos casi exclusivamente morales. Por otra parte, rechazaba el
desarrollo ulterior del movimiento en la forma de «fanatismo», «ideologías» y
«vandalismo». «Las cosas buenas en la historia tienen habitualmente una muy
corta duración.» Así, por ejemplo, es como nos nutrimos hoy (1970) aún de la
corta época clásica griega.
El proceso de Eichmann.
Cobertura del proceso y controversias posteriores. Fue uno de los éxitos
mediáticos más importantes de esa década, ya que se logro el objetivo de llmar
la atención de la comunidad internacional, lo que se acrecentó con la
participación de Hanna Arendt.
De abril a junio de 1961, Arendt asistió como reportera de la revista The
New Yorker al proceso contra Adolf Eichmann en Jerusalén. De ahí surgieron
inicialmente algunos artículos y después su libro más conocido y más discutido
hasta el presente, “Eichmann en Jerusalén”, con el subtítulo “Un informe sobre
la banalidad del mal”. Se publicó primero en 1963 en EE. UU. y poco después en la
Alemania Occidental de aquellos años, o sea, los 60’s. En la actualidad la
Alemania esta reunificada gracias a la Perestroica.
Adolf Eichmann había sido detenido, clandestinamente, por el servicio
secreto israelí, el Mossad, en Argentina en 1960 y trasladado a Jerusalén. La
muy discutida expresión que Arendt empleó para referirse a Eichmann, «la
banalidad del mal», acabó convirtiéndose en una frase hecha. “In diesen letzten
Minuten war es, als zöge Eichmann selbst das Fazit der langen Lektion in Sachen
menschlicher Verruchtheit, der wir beigewohnt hatten - das Fazit von der
furchtbaren »Banalität des Bösen«, vor der das Wort versagt und an der das
Denken scheitert. (traducción: “Fue como si en aquellos últimos minutos
[Eichmann] resumiera la lección que su larga carrera de maldad nos ha enseñado,
la lección de la terrible banalidad del mal, ante la que las palabras y el
pensamiento se sienten impotentes”)
Arendt, “Eichmann en Jerusalén”.
Alrededor de la obra hubo intensas controversias. Sobre todo, la expresión
«banalidad» en relación a un asesino en masa fue atacada desde diferentes
frentes, entre otros también por Hans Jonas. Raul Hilberg también criticó la
idea de la «banalidad del mal».
En su introducción a la edición alemana de 1964, Arendt explica la elección
del término: «[...] en el informe solo se discute la posible banalidad del mal
en el terreno de lo fáctico, como un fenómeno que era imposible pasar por alto.
Eichmann no era [...] Macbeth [...]. A excepción de una diligencia poco común
por hacer todo aquello que pudiese ayudarle a prosperar, no tenía absolutamente
ningún motivo.»
Nunca habría asesinado a un superior. No era tonto, sino «simplemente
irreflexivo». Esto le habría predestinado para convertirse en uno de los
mayores criminales de su época. Esto es «banal», quizás incluso «cómico». No se
le puede encontrar profundidades demoníacas, por mucha voluntad que se le
ponga. Aun así, no es ordinario.
«Que un tal alejamiento de la realidad e irreflexión en uno puedan generar
más desgracias que todos los impulsos malvados intrínsecos del ser humano
juntos, eso era de hecho la lección que se podía aprender en Jerusalén. Pero
era una lección y no una explicación del fenómeno ni una teoría sobre él.»
En una carta a Mary McCarthy, Arendt comenta: «[...] la expresión
"banalidad del mal" como tal está en contraposición al "mal
radical" [Kant] que empleé en el libro sobre el totalitarismo.»
El tipo de crimen, según Arendt, no era fácilmente clasificable. Lo que
ocurrió en el campo de concentración de Auschwitz no ha tenido ejemplos
anteriores. La expresión, proveniente del imperialismo inglés, «asesinato en
masa administrativo», se le ajusta mejor que «genocidio».
Además de lo ya dicho, también se le reprochó a Arendt el haber visto el
papel de los consejos judíos de forma demasiado crítica. Eichmann había exigido
la «cooperación» de los judíos y la había obtenido en «una medida realmente
sorprendente». De camino a la muerte, los judíos habrían visto a pocos
alemanes. Los miembros de los consejos judíos habrían obtenido de los nazis un
«enorme poder sobre la vida y la muerte», «hasta que fueron deportados ellos
mismos». Así, por ejemplo, las listas de transporte en el campo de
concentración de Theresienstadt fueron realizadas por el consejo judío. «Este
papel de los dirigentes judíos en la destrucción de su propio pueblo es para
los judíos sin duda el capítulo más oscuro en toda su oscura historia.»
El antiguo rabino de Berlín Leo Baeck, uno de los representantes judíos más
importantes de Alemania, había comentado que: “era mejor para los judíos no
saber su destino, ya que la espera de la muerte sólo habría sido más dura”.
Este corto pasaje fue criticado de forma especialmente dura por muchas
organizaciones judías. En una carta a Mary McCarthy del 16 de septiembre de
1963, Arendt escribió que había oído que la Anti-Defamation League había
enviado una carta circular a todos los rabinos de Nueva York para que el día de
Año Nuevo (Rosh ha Shana, 4 de octubre) predicaran en contra de ella. En la
exitosa campaña política se trataba de crear una «imagen» para ocultar el
auténtico libro. Arendt se sentía impotente frente a la gran cantidad de
personas críticas que poseían dinero, personal e influencias.
Hannah Arendt sintió como un «alivio» encontrarse en el juicio con
«antiguos miembros judíos de la resistencia». «Su entrada en escena ahuyentaba
el fantasma de una docilidad general [...].» En los campos de exterminio, «en
general, las entregas directas de las víctimas para su ejecución (fueron)
realizadas por los comandos judíos.» «Todo esto era espeluznante, pero no era
un problema moral. La selección [...] de los trabajadores en los campos la
realizaban las SS, que tenían una marcada preferencia por los elementos
criminales.» El problema moral fue la colaboración de granos [de arena] en la
solución final.
Gershom Scholem indicó, algunos meses después de la publicación del libro, que
echaba de menos un juicio equilibrado. «En los campos se destruía la dignidad
de las personas y, tal como dice usted misma, se las llevaba a colaborar en su
propia destrucción, ayudando en la ejecución de los demás reclusos y otros
actos similares. ¿Y por eso debe estar borrosa la frontera entre víctimas y
verdugos? ¡Qué perversidad! Y nosotros debemos llegar y decir que los mismos
judíos tuvieron su "participación" en el asesinato de judíos.» La responsabilidad
personal frente a responsabilidad colectiva. En su conferencia Persönliche
Verantwortung in der Diktatur (Responsabilidad personal en la dictadura), que
presentó en 1964 y 1965 en Alemania, Arendt recalcaba de nuevo que su
publicación sobre el proceso de Eichmann era exclusivamente un «informe de los
hechos». Sus críticos y apologetas, por el contrario, habrían discutido
problemas de filosofía moral. Ella había oído con espanto afirmar, entre otras
cosas, que «ahora sabemos que hay un Eichmann en cada uno de nosotros». Pero,
según Arendt, el ser humano es un ser que actúa libremente y es responsable de
sus actos. Por lo tanto, la culpa recaería sobre unas determinadas personas,
pero Arendt rechaza decididamente la idea de una culpa colectiva: «Donde todos
son culpables, no lo es nadie [...]. Siempre he considerado como la
quintaesencia de la confusión moral que en la Alemania de la posguerra aquellos
que estaban completamente libres de culpa comentaran entre ellos y aseguraran
al mundo cuán culpables se sentían, cuando, en cambio, sólo unos pocos de los
criminales estaban dispuestos a mostrar siquiera el menor rastro de
arrepentimiento.»
Arendt consideraba que el proceso contra Eichmann se había realizado
correctamente. Designó como jurídicamente irrelevante la defensa de Eichmann
afirmando que él había sido sólo una ruedecilla en el enorme engranaje del
aparato burocrático. Fue ejecutado en justicia. Durante el nacionalsocialismo,
todos los niveles de la sociedad oficial estuvieron implicados en los crímenes.
Como ejemplo nombra la serie de medidas antisemitas que antecedieron a los
crímenes en masa y que fueron consentidas en todos y cada uno de los casos
«hasta que se llegó a un punto en el que ya no podía pasar nada peor.» Los
hechos no fueron realizados por «gánsteres, monstruos o sádicos furibundos,
sino por los miembros más respetables de la honorable sociedad.» Así, a los que
colaboraron y siguieron órdenes no debe preguntárseles «¿por qué obedeciste?»,
sino «¿por qué colaboraste?».
La misma Hannah Arendt señaló que ella misma quizás no habría estado a la
altura de esas exigencias: «¿Quién dice que yo, que condeno una injusticia,
afirmo ser incapaz de realizarla yo misma?».
Arendt considerando el antisemitismo árabe, en el informe Eichmann, Arendt
veía el naciente antisemitismo árabe como una continuación de las ideas y
acciones nazis.
«Los periódicos en Damasco y Beirut, en El Cairo y
Jordania no disimulaban ni su simpatía por Eichmann ni su pena por que no
hubiese "terminado el trabajo"; un programa radiofónico desde El
Cairo, el día del inicio del proceso, incluso dirigió una indirecta a los
alemanes, a los que todavía echaba en cara que, "en la última Guerra, los
aviones alemanes no hubiesen sobrevolado y bombardeado las colonias
judías"».
Cuando en verano de 2000 se editó en Tel Aviv una traducción al hebreo de “Eichmann
en Jerusalén” como primera obra de Arendt, volvió a encenderse la polémica.
Principalmente se trataba de la crítica de Arendt al desarrollo del
procesamiento. En este contexto se le acusó de ocultar principios
antisionistas. Además, se rechazó su concepción del papel de los consejos
judíos y el concepto de «banalidad del mal», tal como había ocurrido en la
primera edición del libro.
Como consecuencia de las numerosas reacciones negativas a la publicación de
su informe sobre el proceso y el libro que surgió de ahí, Hannah Arendt
reflexionó en 1964 en su ensayo Wahrheit und Politik (Verdad y política) sobre
si es siempre correcto decir la verdad y juzgó las muchas «mentiras» que se
habían dicho sobre los hechos que ella había reportado. Este texto muestra, tal
como recalca explícitamente en la edición norteamericana de 1967, que se
mantiene firme en su pensamiento y que también, en retrospectiva, rechaza los
métodos de sus críticos. Pero el ensayo trata principalmente de la relación
entre la Filosofía y la Política, de la relación entre las «verdades de razón»
y las «verdades de hecho».
En la primavera de 1959 obtuvo durante un semestre una cátedra como
profesora invitada en la prestigiosa universidad de Princeton. Fue la primera
mujer en enseñar en la institución. De 1963 a 1967, Hannah Arendt fue
catedrática en la universidad de Chicago y de 1967 a 1975 en la Graduate
Faculty de la New School for Social Research en Nueva York. Allí se encuentra
una gran parte de su legado póstumo.
En EE. UU. la honraron con numerosos doctorados honoris causa. También en
la República Federal Alemana recibió prestigiosos premios: en 1959 el
Lessing-Preis der Freien und Hansestadt Hamburg y en 1967 el premio Sigmund
Freud de la Academia Alemana para Lengua y Escritura en Darmstadt. En 1969, la
American Academy premió su trabajo con una medalla Emerson-Thoreau; su discurso
de agradecimiento se ha conservado. En 1975, el gobierno danés le entregó el
premio Sonning por sus aportaciones a la cultura europea.
Con ocasión de la recepción del premio Lessing en 1959, Arendt expresó su
«actitud» (Gesinnung) en su discurso sobre Lessing Von der Menschlichkeit in
finsteren Zeiten (De la humanidad en tiempos funestos). La crítica, en el
sentido de Lessing, sería siempre comprender y juzgar en interés del mundo, por
lo que jamás puede convertirse en una cosmovisión «que se haya establecido en
una perspectiva posible». No es que la «desconfianza» hacia la Ilustración o el
Humanismo del siglo XVIII dificulte el aprendizaje de Lessing, sino que es el
siglo XIX con su «obsesión por la historia» y su «complicidad con la ideología»
lo que se interpone entre Lessing y nosotros. El objetivo sería la libertad de
pensamiento «sin el edificio de la tradición», con inteligencia, profundidad y
valentía. Una verdad absoluta no existe, ya que, en el intercambio con los
demás, se convierte en seguida en una «opinión entre opiniones» y en una parte
del diálogo infinito de la humanidad, en un espacio donde hay muchas voces.
Toda verdad unilateral que sólo está basada en una opinión es «inhumana».
Poco antes de su muerte, recalcó en su discurso con motivo de la concesión
del premio Sonnig cuánto apreciaba los EE. UU. como Estado de derecho. Se
trataba en ese caso del imperio de la ley (Constitución de los EE. UU.) y no
del de las personas. Sin embargo, como ciudadana norteamericana, seguía
aferrándose a la lengua alemana. Subrayó el importante papel de Dinamarca en la
II Guerra Mundial, que consiguió, a través de presión política (también realizada
por el rey) y de la opinión pública, salvar de la deportación a los judíos que
se encontraban en Dinamarca. «Eso no ocurrió en ningún otro lugar».
Tomando como ejemplo la Revolución húngara de 1956, Arendt abogó en lo
político por una república de consejos (Räterepublik) que tomara como base la
libertad individual, un ideal de estado que también defendía su marido Heinrich
Blücher, que en 1919 estuvo envuelto como espartaquista en las luchas de la
Revolución de Noviembre y en la formación de los llamados Consejos de
Trabajadores y Soldados. Arendt toma como punto de partida el que todas las
personas están capacitadas para el «pensamiento» y por lo tanto para la
política y que el espacio político no puede estar reservado para especialistas.
Arendt redactó, a menudo en trabajos de encargo para revistas, ensayos
sobre personajes contemporáneos que han tenido importancia por contribuciones
extraordinarias en su vida, su trabajo político o literario. Realizó semblanzas
de los personajes más variados, como la que hizo sobre el papa Juan XXIII, con
el título The Christian Pope (El papa cristiano, 1965). Otras semblanzas
biográficas fueron las de Isak Dinesen (seudónimo de Karen Blixen), sus amigos
Hermann Broch, Walter Benjamin y Wystan H. Auden, además de Bertolt Brecht,
Robert Gilbert –el amigo de su marido– y Nathalie Sarraute, la representante
francesa del «Nouveau Roman». Estos ensayos aparecieron, haciendo referencia al
poema de Brecht An die Nachgeborenen (A los descendientes), en 1968 bajo el
título Men in dark times (Hombres en tiempos oscuros; ampliado con otros textos
en la versión alemana: Menschen in finsteren Zeiten, 1989).
Entre las biografías se encuentra también la primera que realizó, A heroine
of Revolution (Una heroína de revolución, 1966; en alemán: Rosa Luxemburg,
1968). Arendt valora a la revolucionaria como una marxista judío-alemana de
origen polaco, marxista no ortodoxa y de pensamiento independiente. Luxemburg
nunca habría pertenecido a los «creyentes» que tomaban la política como sustitutivo
de la religión. Más bien se atrevía a criticar públicamente a Lenin. A causa de
su voluntad propia y el desprecio por los arribistas y los defensores del
estatus, Arendt afirma que Luxemburg se encontraba a menudo en el margen del
movimiento comunista. Como opositora radical a la guerra, luchadora por la
libertad política y una democracia sin límites, atrajo a menudo críticas en su
contra. Su posicionamiento moral se basaba en el código de honor de una pequeña
élite de intelectuales judíos de Europa Oriental, que se veían a sí mismos como
cosmopolitas. La autora compara el derecho de la República de Weimar y de la
Era Adenauer. En el momento del asesinato de Karl Liebknecht y Rosa Luxemburg,
el poder se encontraba prácticamente en manos del Freikorps. Sin embargo, el
asesino y el secuaz fueron condenados a una pena –aunque pequeña– de cárcel,
mientras que el gobierno de Bonn, de la RFA, daba a entender que en el
asesinato de los dos se trataba de una ejecución según el derecho de guerra y
que, por lo tanto, se trató de una acción legal.
Comparación entre las revoluciones y constituciones francesa y
estadounidense[editar]
En su libro On Revolution (en español, Sobre la revolución, en alemán Über
die Revolution), aparecido en 1963 y que, al igual que La condición humana, se
basa en material de sus clases, Arendt compara la Revolución francesa con la
Revolución americana, colocando también en este libro lo político en el centro
de su pensamiento.
De acuerdo con su tesis, la Revolución francesa fracasó con el Terror de
Robespierre, que intentó superar la miseria social y crear una sociedad
igualitaria sobre una base moral. La Revolución americana, por el contrario,
pudo perseguir objetivos casi exclusivamente políticos, porque la cuestión
social no era tan candente. De esta forma fue posible fundar una república
libre, en la que el ciudadano tenía los mismos derechos que sus conciudadanos
en todos los asuntos públicos políticos, manteniendo toda la pluralidad.
La creencia filosófica en el progreso no debe convertirse en un criterio en
el ámbito político, tal como fue el caso en la Revolución francesa.
Precisamente la implementación de ideas filosóficas fue lo que condujo al
gobierno del terror. En la Revolución americana se materializaron los
principios de la antigüedad y los de Montesquieu: el principio de la separación
de poderes y el de la limitación del poder a través del federalismo de
repúblicas pequeñas con un poder central.
La comunidad política de los Padres Peregrinos había realizado una
federación, el Mayflower Compact, que consistía en un «acto de comprometerse
unos con los otros (Sichaneinanderbindens)».
<<Die politische Gemeinschaft, die auf Grund dieses «Bundes»
entsteht, enthält die Quelle für die Macht, die allen denen zufließt, die ihm
angehören und die außerhalb der politischen Gemeinschaft zur Ohnmacht
verurteilt wären. Im Gegensatz hierzu erwirbt der Staat, der aus der Zustimmung
der Untertanen entsteht, ein Machtmonopol, das außerhalb des Zugriffs der
Beherrschten steht, die aus dieser politischen Ohnmacht nur heraustreten
können, wenn sie beschließen, den Staatsapparat zu brechen […]>>. (La
comunidad política que surge de este «pacto» contiene la fuente del poder, que
fluye a todos aquellos que pertenecen a él y estarían condenados a la impotencia
fuera de la comunidad política. De forma contraria, el Estado que surge de la
aprobación de los súbditos consigue el monopolio del poder, que queda fuera del
alcance de los gobernados, que sólo pueden salir de esa impotencia política si
deciden romper el aparato del Estado [...]). Arendt.
La Declaración de Independencia de los Estados Unidos de 1776 respondió,
según Arendt, a este principio de la libertad en el marco de una Constitución
de los EE. UU., mientras que la Constitución francesa de 1791 surgió sobre la
base de un Estado nacional centralizado, que no daba más poder a los
ciudadanos, sino que les daba menos. Así, la Constitución francesa de 1791
surgió de una monarquía absoluta y la estadounidense de una «monarquía
limitada». Por ello en Francia, desde entonces, la «voluntad de la nación es la
fuente de las leyes», mientras que en EE. UU., siguiendo a Montesquieu, el
poder del Estado está limitado por las leyes.
Arendt postula que el ser humano no es ni bueno ni es malo por naturaleza.
Según la concepción de Arendt, sólo el individuo lleva la responsabilidad de
sus propios actos. Por ello deben sancionarse los crímenes, pero también las
«mentiras» políticas. En Estados con una constitución que regula la vida
política es más fácil para el individuo comportarse según un «patrón moral»,
que en «tiempos tenebrosos». Precisamente tanto más difícil es pensar, juzgar y
actuar bajo formas de gobierno no democráticas.
Las personas que interactúan políticamente sobre una base de veracidad
personal, no actúan necesariamente de forma moral en el ámbito privado. Arendt
rechaza el recurso a la trascendencia o la conciencia moral (Gewissen) como
base de la moral, ya que está convencida de que los valores generados por estas
vías son manipulables. Para ella, el totalitarismo es un sistema en el que el
código moral hasta entonces imperante es reinterpretado.
<<Denn so wie Hitlers «Endlösung» in Wirklichkeit bedeutete, dass die
Elite der Nazipartei auf das Gebot «Du sollst töten» verpflichtet wurde, so
erklärte Stalins Verlautbarung das «Du sollst falsches Zeugnis reden» zur
Verhaltensregel für alle Mitglieder der bolschewistischen Partei>>. (Así como la «solución final» de
Hitler realmente significaba que la élite del partido nazi estaba obligada a
cumplir el mandamiento «matarás», de igual forma un comunicado de Stalin
explicaba el «darás falso testimonio» como regla de comportamiento para todos
los miembros del partido bolchevique).
Aquellos que no colaboraron con el nacionalsocialismo se preguntaban hasta
qué punto podrían vivir en paz consigo mismos si hubiesen cometido determinadas
acciones. La línea de separación transcurría de forma ortogonal a todas las
diferencias sociales, culturales y de educación. Se constataba el colapso total
de la «sociedad honorable».
Arendt cita el imperativo categórico de Kant y contrapone el egoísmo a las
exigencias de la comunidad. En el proceso desarrolla la idea de una ética
comunitaria que debe ser negociada de nuevo una y otra vez. Arendt echa en cara
a los filósofos el que se hayan ocupado demasiado poco de la pluralidad del ser
humano. Además hay una especie de enemistad de la mayoría de los filósofos
contra toda forma de política. Al contrario de otros pensadores, Arendt ve,
incluso después de la época del totalitarismo, una esperanza para el mundo
gracias a cada ser humano que nace y que puede comenzar de nuevo.
La maldad, el mal, Arendt lo considera como un fenómeno de falta de juicio.
El ser humano siempre está relacionado con otros –también en el crimen–,
desarrolla una voluntad que está enfrentada a la voluntad de otros y debe
reflexionar sobre sus acciones; si no, se convierte en alguien dirigido
(getriebene).
En su lección magistral de 1965 Über das Böse (Sobre el mal), publicada de
forma póstuma, Arendt se ocupa de ofrecer una definición, de múltiples facetas,
del mal, que incluye tanto lo particular del nacionalsocialismo y sus campos de
exterminio como el «mal universal» de Kant.
Los libros y artículos de Arendt se publicaron en inglés y alemán con
redacciones parcialmente distintas. Es el caso, por ejemplo, de Elemente und
Ursprünge totaler Herrschaft (Los orígenes del totalitarismo, 1951, 1955) y
Macht und Gewalt (1970). Algunos de sus textos los tradujo ella misma, a la vez
que los mejoraba, mientras que otros los traducían profesionales y después los
corregía Arendt. Su amiga Mary McCarthy repasó algunas de las obras escritas en
lengua inglesa. En parte, había artículos preparatorios editados en revistas,
sobre todo en EE. UU., Alemania y Francia. También en sus clases empleaba
material de sus futuras publicaciones, comentaba pasajes con los alumnos antes
de publicarlos, al igual que hacía en su correspondencia. Las conferencias, las
entrevistas, la participación en congresos y mesas redondas, sobre todo en los
EE. UU. y la República Federal, servían para la difusión de sus ideas.
La forma de expresarse de Hannah Arendt es racional y sobria. A menudo emplea
los conceptos con un significado distinto del que tienen en el lenguaje
coloquial o científico habitual. A veces, invierte el significado corriente
convirtiéndolo en su contrario. Sus tesis las expone de forma clara y directa.
Durante largo tiempo, Hannah Arendt rehuyó presentarse en público. Esto lo
expresó por última vez en su discurso de agradecimiento por el Premio Sonnig en
Dinamarca, poco antes de su muerte. Ya en 1955 escribía a Heinrich Blücher al
respecto: «Ningún éxito me ayuda a superar permanecer en la “vida pública”
[...] Lo que no consigo es estar en la palestra y permanecer constantemente en
ella.» Hacía una distinción «radical» entre lo «privado y público».
Su intercambio epistolar, en el que a veces expresa duras críticas sobre
algunos de sus contemporáneos, ella lo contaba entre lo perteneciente a su vida
privada. Mientras que su correspondencia con Jaspers, Blücher, McCarthy,
Blumenfeld y Johnson ha podido publicarse casi en su totalidad, faltan casi
todas las cartas a Heidegger y Broch. Muchas de las cartas a otros amigos
permanecen sin publicar.
A Arendt le dio apuro realizar la laudatio de Karl Jaspers, cuando este
recibió en 1958 el Friedenspreis des Deutschen Buchhandels, principalmente por
su amistad con él –quizás también por su amistad con Heidegger–. Pero Jaspers
se lo pidió. Para la ocasión expuso sus conceptos de «lo público», «persona» y
«obra»: según Cicerón, en una laudatio se celebra la «dignidad de una persona»
en «lo público» y no sólo por lo que respecta a sus colegas. En época moderna
se ha extendido el «prejuicio» de que sólo «la obra» pertenece a la esfera
pública. Desde el punto de vista de Arendt, si bien el «proceso de trabajo» no
es asunto público, en cambio, en las obras que no son puramente académicas,
sino el resultado de «actos y palabras vivas», aparece una «humanidad»
(Personhaftigkeit), en latín humanitas, que Kant y Jaspers llaman Humanität.
Esta humanidad sólo pueden alcanzarla aquellos que se atrevan a exponer su
persona y su obra al «riesgo de lo público».
Jaspers se había expresado no sólo filosófica sino también políticamente
más allá del ámbito académico, en el ámbito público. Como persona individual,
había buscado el intercambio libre con otros. Sólo así es posible ser
«racional». El premiado, de esta manera, habría contribuido a «iluminar la
existencia» en tiempos del dominio de la violencia, no como representante de
Alemania, sino como representante de la razón. Arendt representa la idea de una
persona de espíritu libre cuando dice, finalizando: «Es el reino de la
humanitas, al que cualquiera puede llegar desde el origen que le es propio.
Aquellos, que entran, se reconocen…»
Durante los actos conmemorativos de la muerte de Jaspers de la universidad
de Basilea en marzo de 1969, Arendt volvió a este tema: Jaspers habría
representado con perfección la «trinidad» de razón, libertad y comunicación.
Hannah Arendt nunca se vio como una marxista. Más bien recalcaba su origen
en la filosofía. Sin embargo, atribuía a Marx, al contrario que a otros
«ideólogos» del siglo XIX, «valor» y «sentido de la justicia» y apreciaba sus
análisis y a él mismo como «rebeldes y revolucionarios». Sin embargo rechazaba
la «ficción» del comunismo. En ella faltaba toda referencia a un pensamiento
utópico. Los términos izquierda y derecha, como categorías políticas, no
aparecen en su obra.
El centro de gravedad de sus análisis estaba en las cosmovisiones
políticas, es decir, en las ideologías como bases para los estados, a las que
luego juzgaba en función del grado de libertad política y estado de derecho que
concedían al individuo en el espacio público y especialmente en el político, o
bien el grado de aquéllos que el individuo puede, junto a otros, conseguir. En
una carta a Johnson en 1972 dice a este respecto: la libertad le es mucho más
importante que el socialismo o el capitalismo. Diferenciaba exclusivamente
entre tres formas de gobierno: la democracia, república o república de consejos
(Räterepublik) y similares en cuanto sistemas diferentes de libertad; la
dictadura o «tiranía» en cuanto regímenes de opresión «normales»; y, por
último, el «totalitarismo».
Las amistades tenían mucha importancia en la vida de Hannah Arendt. Además
de su estrecha relación de compañerismo con su esposo, que murió en 1970, Arendt
cultivó intensas amistades con, entre otros, Mary McCarthy, Kurt Blumenfeld,
Uwe Johnson,i pero sobre todo con Karl Jaspers y también, hasta el final, con
Martin Heidegger. Esta última amistad con Martin Heidegger tenía un carácter
especial; mientras que expresó varias veces de forma despectiva su opinión
sobre Heidegger como persona, por ejemplo en cartas a Jaspers del 29 de
septiembre de 1950 y el 26 de octubre de 1959, consideraba tanto a Jaspers como
a Heidegger los dos mejores filósofos contemporáneos.
En 1950, Arendt volvió a revivir la amistad con Heidegger, aunque se
mantuvo ambivalente. Le comentó a Blumenfeld a finales de 1957 que estaba
impresionada con el trabajo de Heidegger sobre Identität und Differenz
(Identidad y Diferencia), pero a la vez se reía de su estilo: «se cita y se
interpreta a sí mismo como si fuese un texto de la Biblia».
De su principal obra filosófica, Vita activa (La condición humana), envió
un ejemplar a Heidegger con la nota de que si todo hubiese funcionado de forma
correcta entre ellos, le habría dedicado el libro. Heidegger no le contestó e
incluso interrumpió el contacto durante algún tiempo. Decepcionada, escribió a
Jaspers en 1961:
«Sé que él [Heidegger.] no puede soportar que mi nombre aparezca en
público, que escriba libros, etc. Durante mucho tiempo le he estafado, por así
decir, con respecto a mi vida; siempre he actuado como si todo esto no
existiese y como si yo no supiese contar hasta tres, por decirlo así, a
excepción de cuando se trata de la interpretación de sus propias cosas», pues
en ese caso apreciaba que supiese contar incluso hasta cuatro. «Pues bien, de
repente la estafa se me hizo demasiado aburrida y me han puesto un ojo morado.»
En ninguno de sus escritos conocidos Heidegger menciona ni hace referencia
a los trabajos de Hannah Arendt.
Con ocasión del 80º aniversario de Heidegger en 1969, ya tras la muerte de
Jaspers, Arendt leyó una ponencia en la radio pública Bayerischer Rundfunk, (Radiodifusora
Bávara) en la que afirmó: «Nosotros, que queremos homenajear a pensadores
aunque nuestra vida esté situada en medio del mundo, no podemos evitar
encontrar llamativo, incluso enojoso, que tanto Platón, como Heidegger, en el
momento en que se mezclaron en los asuntos humanos, tomaran su refugio en
tiranos y caudillos (Führer)». Arendt llama a esa preferencia una «deformación
profesional». «Pues la tendencia hacia la tiranía se puede mostrar en casi
todos los grandes pensadores (Kant es la gran excepción).» Citando a Heidegger,
continúa: muy pocos poseen la capacidad de «asombrarse de lo sencillo y [...]
tomar ese asombro como domicilio. [...] Con esos pocos, finalmente es
indiferente a dónde les lleven las tormentas de su siglo. Pues la tormenta que
recorre el pensamiento de Heidegger –como la que sigue soplando después de milenios
desde la obra de Platón– no procede del siglo. Procede de lo antiquísimo, y
aquello que lega es algo completo que, como todo lo completo, retorna a lo
antiquísimo». Tal vez Arendt no habría escrito ese pasaje en vida de Karl
Jaspers, que siempre se había tenido como un demócrata.
Arendt apoyó muy activamente la publicación en los Estados Unidos de
algunas obras de Jaspers, así como de Heidegger. Buscó editoriales, supervisó
parcialmente las traducciones y editó la versión norteamericana de Die großen
Philosophen (Los grandes filósofos). En la correspondencia respectiva trata
sobre esa ayuda en repetidas ocasiones. Ambos estaban muy interesados en la
publicación de sus obras en los EE. UU. y agradecieron a Arendt su ayuda. A
pesar de las muchas cosas que les separaban, no se liberó nunca del elitismo
subjetivista de Heidegger, su antiguo maestro y amante, a quien admiraba por
encima de todo: “Tú eres el primero en saber que no existe nadie como tú”, le
escribía en 1971 ya anciana, su Denktagebuch
(Diario de Pensamientos)
Principalmente entre 1950 y 1960, y algo menos intensamente de 1963 a 1970,
Hannah Arendt escribió a mano en alemán –con excepción de citas textuales en
latín, inglés y francés y de la última parte, que escribió principalmente en
inglés– un «diario de pensamientos» (Denktagebuch), como expresó a su amiga y
administradora de su legado, Lotte Köhler.69 En estos 28 cuadernos, ordenados
por años y meses, dialoga con numerosos filósofos y pensadores políticos. El
centro de gravedad se halla en los pensadores antiguos griegos, pero también
estudia a pensadores romanos, de la Edad Media y sobre todo pensadores
modernos.
Debate con profundidad sobre la filosofía y el pensamiento político de
Platón (de acuerdo con sus conceptos en los textos originales), que considera
de forma crítica en la tradición de Aristóteles y Heidegger. A menudo trata
sobre Kant, Heidegger y Marx (sobre todo acerca de su concepto de trabajo),
pero también sobre Nietzsche, Hegel y muchos otros pensadores políticos. A ello
deben añadirse, en menor medida, a algunos poetas y escritores, como Hölderlin,
Dickinson, Goethe, Dostoievski y Kafka, entre otros; además escribe algunos
poemas propios que no fueron publicados en vida. También incluye reflexiones
sobre el lenguaje.
Con este trasfondo, Arendt desarrolla sus conceptos, como por ejemplo los
de «natalidad« (Gebürtlichkeit), «pluralidad'» y «entre» (zwischen). Emplea
conceptos de uso corriente con un significado más específico: así, por ejemplo,
lo político, la libertad, el trabajo, la producción, el pensamiento, la acción,
el juzgar, el mal, el poder, la violencia, la verdad, la mentira y la
ideología. Además reflexiona sobre la historia, la política y notablemente
menos sobre la sociedad, así como las ciencias históricas, políticas y la
sociología y delibera sobre pensamientos religiosos. Sus anotaciones cortas y
claramente estructuradas sobre cada tema forman una de las bases de sus
declaraciones tanto escritas como orales, tanto las públicas como las privadas
que nos han llegado. Bajo el título de Denktagebuch, en 2002 se publicaron en
Estados Unidos y Alemania las anotaciones, junto con un pequeño cuaderno sobre
Kant no datado (escrito c. 1964).
Al contrario que otros estudiosos, Hannah Arendt no realizó una «obra
tardía» o «de vejez». Más bien lo que hizo fue seguir desarrollando
continuamente su pensamiento político y mostró a menudo su valor cívico. No
hubo rupturas profundas. A pesar de las sacudidas exteriores, sobre todo la
aparición del totalitarismo, el conjunto de su obra está cerrado en sí mismo y
no hubo muchas correcciones de fondo. Así, basándose en el concepto kantiano
del «mal radical» que adoptó, formuló en 1961 la tesis de la «banalidad del
mal», y luego la defendió a pesar de la hostilidad que suscitó durante años.
En sus cartas habla de su deseo de mantenerse productiva hasta la muerte.
Tras un primer infarto de miocardio en 1974, retomó sus escritos y la enseñanza
y en 1975 tuvo un segundo infarto mortal en su despacho, en presencia de
amigos. Las oraciones fúnebres las pronunciaron, entre otros, su viejo amigo
Hans Jonas y representantes de sus alumnos.
Semblanza del personaje y
sus funciones descritas en el libro “Eichmann en Jerusalem”.
-Otto Adolf Eichmann (Solingen, 19 de marzo de 1906 - Ramla, 31 de mayo de
1962) fue un teniente coronel de las SS nazis. Fue el responsable directo de la
solución final, principalmente en Polonia, y de los transportes de deportados a
los campos de concentración alemanes durante la segunda guerra mundial.
Eichmann utilizó el nombre de Ricardo Klement durante su estancia en
Argentina desde el 15 de julio de 1950 hasta el 20 de mayo de 1960, cuando fue
secuestrado y trasladado al Estado de Israel por el Mossad.
Infancia y juventud.
Eichmann era el hijo mayor de una familia de cinco hermanos que se
trasladaron desde Solingen, en Alemania, a Linz, en el entonces Imperio
austrohúngaro. Su padre había encontrado trabajo en una fábrica de esa ciudad.
Durante la infancia murió su madre y su padre se volvió a casar. En su
adolescencia estudió en la Realschule, la educación básica y media; allí
conoció a un compañero de nombre Salomón que lo invitaba a comer a su casa, ya
que en la suya faltaba la unión, el cariño y el núcleo familiar. En esa casa de
la familia de aquel amigo aprendió a hablar el yidish. Eichmann era considerado
un extranjero en Austria y no pudo conseguir trabajo. Sin embargo, sus hermanos
menores eran considerados austriacos, puesto que sí nacieron en ese país. El
padre de Eichmann tenía entre sus amistades a Ernst Kaltenbrunner, dirigente
nazi de origen austriaco. Kaltenbrunner auspició el ingreso de Eichmann al
NSDAP austriaco.
Con un interés y fervor frenéticos a la doctrina de Adolf Hitler, el 1 de
abril de 1932 se afilió al NSDAP austríaco con el número de afiliado 899.895, y
el mismo día se enroló en las SS con el número 45.325, siendo transferido a
Berlín el 1 de octubre de 1934 a la así llamada sección de judíos II 112 del
Servicio de Seguridad (SD).
El 21 de marzo de 1935 Eichmann se casó con Veronika Liebl (1909-1997), con
quien tuvo cinco hijos: Klaus Eichmann, Horst Adolf Eichmann, Dieter Helmut
Eichmann, Ricardo Francisco Eichmann y el menor, principal causante de su
posterior captura, Nicolás Eichmann. Estos últimos tienen un nombre español
porque nacierón cuando Eichmann estaba fugado en Argentina, ya después de la
Segunda Guerra Mundial.
Acerca de sus reponsabilidades durante e régimen Nazi, fue el encargado de
la organización de la logística de transportes de los “indeseables del Régimen
Imperante”. Hombre tenaz en el cumplimiento del deber, era una persona muy dada
a cumplir las estadísticas que se le exigían, y los judíos eran para él simplemente
"estadísticas", aunque según sus declaraciones en el juicio que se le
realizó por sus crímenes de guerra en 1960 en Israel, no era un antisemita
fanático, de hecho, como muchos otros alemanes, se encontraba emparentado de
alguna manera con judíos.
Al final de su vida se defendió arguyendo que su participación en el
Holocausto se limitó a ser un simple ejecutor de órdenes superiores y no una
figura de la talla de Reinhard Heydrich o Himmler. Sin embargo, lo cierto es
que entró en conflicto con estos en numerosas ocasiones debido al excesivo celo
que puso en la idea de la "solución del problema judío", llendo
incluso más allá de las órdenes recibidas, ya que, cuando a finales de la
Segunda Guerra Mundial Himmler decidió acabar con los asesinatos masivos de
judíos, Eichmann continuó dando las órdenes pertinentes para que se siguieran
produciendo, ya que Himmler estaba desobedeciendo al Führer, eso Eichmann lo no
permitiá, ya que Himmler empezaba a solo disminuir “la dureza” para quedar bien
con los Norteamericanos y sus aliados, además de que 10,000 de los judíos que
estaban los campos de concentración tenía familiares poderosos y pudientes en
E.U.A.
Antes de 1939, cuando Alemania contemplaba la posibilidad de expulsar a los
judíos en lugar de exterminarlos, Eichmann fue uno de los principales
interlocutores nazis con el movimiento sionista, el cual estudió la posibilidad
de facilitar la emigración judía a Palestina. En la misma línea, fue una de las
personas que pensaron en la viabilidad de crear un Estado judío en Europa del
Este. Asi es. Ya que el movimiento sionista estaba compuestos por gentes que no
estaba de acuerdo con los judíos asimilados a las sociedades de europa
occidental, es por esto que el movimiento sionista era más radical y Eichmann
quería tener buenas relaciones los sionistas para ayudar a los judíos a llegar
a Palestina.
En 1939 se opta por la deportación masiva de los judíos alemanes a guetos
habilitados en Polonia, y en 1942 se celebra la “Conferencia de Wannsee”
organizada por Heydrich, en la que se se da el banderazo de inicio categórico a
llamada "Solución Final". Eichmann, que participa en la Conferencia,
queda encargado de la logística de las deportaciones hacia los campos de
concentración. Es el artífice de la creación de los múltiples “Judenräte”
('Consejos judíos'), que colaboraban con en él en las deportaciones facilitando
la identificación de los habitantes de los guetos. Esto se hacía confeccionando
la lista de personas a deportar, inventariando sus bienes que les serian
confiscados como precio para su deprtación y “liberación” aunque después se
denomino “Reasentamiento”. etc.
Las siguientes son las fechas en que Eichmann fue ascendido en las SS
(según las memorias del propio Eichmann):
1.- SS Mann (soldado raso): 1 de octubre de 1932
2.- SS Scharführer (sargento primero): 24 de diciembre de 1933
3.- SS Hauptscharführer (suboficial superior): 23 de octubre de 1937
4.- SS Untersturmführer (subteniente): 26 de agosto de 1938
5.- SS Obersturmführer (teniente): 2 de febrero de 1939
6.- SS Hauptsturmführer (capitán): 1 de agosto de 1940
7.- SS Sturmbannführer (mayor): 1 de julio de 1941
8.- SS Obersturmbannführer (teniente coronel): 9 de noviembre de 1941
9.- SS Standartenführer (coronel): 20 de abril de 1945
Hablando de su equipo de trabajo que llega a integrar, a veces denominados “delegados
de Eichmann en la Sección IV-B´4 de la Gestapo, tuvieron como principal
responsabilidad de la asignación deportación a los diferentes lugares de
“tratamiento”, a través de trenes de todas las personas enemigas de la Alemania
nazi y de los judíos. Por cada país o región ocupada existía un delegado
responsable de los envíos de personas hacia los campos de concentración. Entre
estos colaboradores de Eichmann estuvieron: 1.- Alois Brunner, asistente de
Eichmann. Desde noviembre de 1939 hasta septiembre de 1944, Brunner dirigió las
deportaciones de los judíos de Viena, Moravia, Tesalónica, Niza y Eslovaquia.
Desapareció después de la guerra y fue condenado a muerte en ausencia en un
juicio en París en 1954. Se le concedió asilo en Siria. 2.- Theodor Dannecker,
quien dirigió la preparación de los listados de judíos franceses y españoles
para la deportación en 1941, y que fue nombrado comisionado en Italia en 1944.
Después de la guerra fue capturado por los estadounidenses y se suicidó en un
campo de prisioneros. 3.- Rolf Günther. Asistente de Eichmann y supervisor de
los delegados. Responsable de la deportación de los judíos de Grecia y
clandestinamente de Turquía. 4.- Hans Günther. Delegado en Bohemia-Moravia. 5.-
Dieter Wisliceny, el introductor del distintivo amarillo en forma de Estrella
de David distintivo de los judíos. Fue el responsable de la deportación y
eliminación en masa de los judíos de Eslovaquia, Grecia y Hungría. Después de
la guerra fue extraditado a Checoslovaquia, donde fue ejecutado en febrero de
1948 por las autoridades comunistas. 6.- Hermann Alois Krumey, miembro de la
Policía de Seguridad en Lodz. En 1944 fue enviado a Hungría para organizar la
deportación de la comunidad judía de ese país. Fue arrestado en Italia en 1945,
y después de varios juicios fue sentenciado a cadena perpetua en 1969. 7- Franz
Novak, cuya función fue la de coordinar los trenes donde iban judíos y gitanos
desde cada país hacia los campos de concentración. Hasta 1961 se ocultó en
Austria. Juzgado por sus crímenes en 1964, fue sentenciado a 8 años de prisión,
aunque el juicio fue anulado en 1966, siendo absuelto de los cargos y liberado.
8.- Gustav Richter, quien en abril de 1941 fue enviado a Rumanía como Asesor de
Asuntos Judíos. Realizó el censo de los judíos y gitanos rumanos, planificando
la deportación a guetos y exterminación de cerca de 300.000 judíos en el campo
de Belzec. Sus planes fracasaron cuando Rumanía rompió relaciones con Alemania.
Fue sentenciado a 4 años de prisión en 1982. 9.- Wilhelm Zöpf, delegado de
Eichmann en La Haya, responsable de los judíos de los Países Bajos. 10.- Heinz
Röthke, destinado en Francia de Vichy, ocupada por los nazis. 11.- Franz
Abromeit, destinado en Croacia y Hungría. 12.- Otto Hunsche, destinado en
Hungría. 13.- Siegfried Seidl, destinado en Hungría.
Al finalizar la Segunda Guerra Mundial, Eichmann, que se hacía llamar Otto
Eckmann, fue capturado por el Ejército de los Estados Unidos, que desconocía su
verdadera identidad. En los albores de 1946 se escapó de la custodia del
Ejército Estadounidense y se ocultó en varios lugares de Alemania durante
algunos años. En 1948 obtuvo un salvoconducto para escapar a Argentina, pero no
lo usó inmediatamente. A principios de 1950, Eichmann estuvo en Ginebra, donde
se hizo pasar por un refugiado llamado Ricardo Klement. Con la ayuda de un
fraile franciscano de ideas fascistas, que tenía conexiones con el obispo Alois
Hudal, Eichmann obtuvo un pasaporte emitido por el Comité Internacional de la
Cruz Roja (CICR) y un visado argentino, ambos documentos a nombre de
"Ricardo Klement, técnico".
Se alojó en un hotel para inmigrantes en el barrio argentino Palermo Viejo
y comenzó a trabajar en un taller mecánico. Luego viajó en tren a Tucumán para
trabajar en una empresa alemana. Llegó toda su familia a la Argentina y los
traslada a la provincia de Tucumán. En 1952 quiebra la empresa en que trabajaba
y empieza a trabajar en una fábrica de jugos de frutas. Trabajaba en el Puerto
de Olivos vendiendo zumos de frutas, hasta que se dio cuenta que le estaban
dando pérdidas. Intentó instalar una tintorería, pero fracasó, luego empezó a
trabajar en la fábrica de calefones Orbis. Eichmann vivía en la zona norte del
Gran Buenos Aires, en los partidos de Vicente López y San Fernando. En primer
lugar, vivió en la calle Chacabuco de la localidad de Olivos (partido de
Vicente López), donde alquilaba un inmueble. Después, ya como gerente en la
fábrica de automóviles Mercedes Benz, se hizo construir una casa en calle
Garibaldi 14 (actualmente Garibaldi 6061), en el borde del barrio Bancalari
(norte del Gran Buenos Aires), donde fue encontrado por los hombres del Mossad.
Adolf Eichmann fue localizado por un judío alemán ciego, vecino suyo,
Lothar Hermann (que había migrado a Argentina en 1938), cuya hija tenía amistad
de adolescente con uno de los cuatro hijos de Eichmann. La hija le contaba
cosas a su padre "del hogar del señor Klement" que le hicieron caer
en la cuenta de su verdadera identidad. Preguntando a ella más cosas, quedó al
final totalmente satisfecho. El problema que surgió era que los jefes de Mossad
no querían dar crédito a un ciego. Según la agencia israelí era imposible que
un ciego reconociera al criminal de guerra. Mucho más tarde, por la
intervención de un amigo importante del citado invidente, el Mossad entró en
acción. Esto fue a finales de la década de 1950 en la localidad de Bancalari (partido
de San Fernando), en la zona norte del Gran Buenos Aires. Vivía en la calle
Garibaldi, sin asfaltar, la identificación positiva fue realizada por una serie
de fotografías comparativas tomadas de manera furtiva, en que se lo reconoció
por su particular morfología de la oreja izquierda (las fotos de Eichmann en su
período nazi eran casi todas del lado izquierdo) y se preparó un plan para
capturarlo y llevarlo a Israel, encargo hecho por el primer ministro David Ben
Gurion era el primer ministro israelí y encomendó a Mossad, su encargado Isser Harel, con información dada
por el famoso cazador de nazis Simon Wiesenthal (llamado Ezra Liebermann en la
película Los Niños del Brasil).
El 1 de marzo de 1960 Harel envió a Buenos Aires al jefe interrogador del
Shabak Zvi Aharoni, que en el transcurso de semanas de investigación fue capaz
de confirmar la identidad del fugitivo. Como el Estado Argentino tenía un
historial de rechazar solicitudes de extradición de criminales nazis, el primer
ministro israelí David Ben-Gurion tomó la decisión de que Eichmann debía ser
capturado, ilegalmente. Harel mismo arribó en persona, en mayo de 1960 para
supervisar la captura. Rafi Eitan fue designado líder del grupo de ocho
agentes, la mayoría de ellos eran agentes del Shin Bet.
Violando tratados de asistencia consular y la soberanía nacional argentina,
el 1 de mayo de 1960 un grupo de nokmin (‘vengadores’, en hebreo) del Mossad
ingresaron subrepticios por vía aérea en Buenos Aires e iniciaron la
"Operación Garibaldi" (por el nombre de la calle donde residía
Eichmann). Este equipo, dirigido por Rafi Eitan y coordinado por Peter Malkin,
"especialista en secuestros y en maquillajes", inició una vigilancia
de casi dos semanas. Descubrieron que Eichmann era un hombre de hábitos
cotidianos, lo que facilitó la elección del lugar de secuestro. Los agentes del
Mossad fueron en dos autos, uno para fingir un desperfecto y el otro para
evasión de emergencia en caso de que algo saliese mal.
El 11 de mayo de 1960, lo esperaron en una calle y fingieron que el coche
se había averiado, cuando llegó el autobús de la línea 203 (La Independencia),
Eichmann no estaba entre los pasajeros. Era de noche y los agentes se
desesperaron, pero decidieron esperar al siguiente autobús.
La espera dio frutos. Eichmann llegó del trabajo en el autobus siguiente y
descendió del autobús. Eichmann no sospechó al ver el vehículo averiado y uno
de los agentes se acercó y le dijo en la única frase en español que sabía: «Un
momento, señor, ¿puedo preguntarle algo?». Eichmann, que venía con una linterna
de mano, se detuvo sorprendido, llevó una mano al bolsillo y el agente se le
echó encima. Eichmann gritó pero el motor del vehículo se puso en marcha y
amortiguó sus gritos. Secuestrado en plena calle, fue subido al auto en marcha.
Los cuatro agentes israelíes lo trasladaron a un piso franco. Fue atado a
una cama e interrogado hasta que Eichmann, quien dijo llamarse Ricardo Klement
y luego Otto Henniger, al fin dio su número correcto de las SS y admitió su
verdadera identidad.
Peter Malkin confesó más tarde: Eichmann era un hombrecito suave y pequeño,
algo patético y normal, no tenía la apariencia de haber matado a millones de
los nuestros... pero él organizó la matanza.
El avión de la aerolínea israelí El Al fue retrasado para entrar en
Argentina por motivos burocráticos hasta una semana, y esto no estaba
contemplado en sus planes. Los agentes sabían que Eichmann podía ser buscado
por sus familiares o sus camaradas nazis. Por tanto, tuvieron que esperar con
angustia en la casa de seguridad, mientras obligaron a Eichmann a firmar una
carta que decía:
“Yo, Adolf Eichmann, por medio de esta carta declaro que voy a Israel por
mi propia voluntad a limpiar mi conciencia”.
Ocho días más tarde, el 20 de mayo de 1960, el avión aterrizó. Eichmann fue
conducido semi-insconciente al Aeropuerto internacional de Ezeiza, en un avión
de El Al, con otra identidad, vestido como un mecánico de la aeronave,
simulando ebriedad. Sentado en un asiento de primera clase, con pasaporte falso,
fue sacado del país de inmediato hacia la ciudad de Haifa, en Israel.
Por este secuestro, la cancillería argentina, por medio del embajador Mario
Amadeo ―el presidente de Argentina era Arturo Frondizi―, reclamó una grave
violación de la soberanía; este reclamo lo llevó ante el Consejo de Seguridad
de Naciones Unidas. Recibió apoyo del organismo internacional, pero Israel
nunca tuvo intenciones de devolver al criminal nazi. Esto generó problemas
entre Argentina e Israel, ya que se trató a todas luces de un secuestro ilegal,
sin autorización por parte del Gobierno argentino.
La captura fue anunciada con gran despliegue de medios, dándole todo el
crédito a Simon Wiesenthal (quien había colaborado en la localización) y a la
causa sionista para encubrir la poco ortodoxa participación del Mossad en la
operación.
En Jerusalén, Eichmann fue sometido a juicio por un tribunal presidido por
los jueces Moshe Landau, Benjamin Halevy y Yitzhak Raveh. Su abogado defensor
fue Robert Servatius.
Eichmann alegó en su defensa que las acciones que cometió eran bajo la
obediencia debida a sus superiores y que estos se aprovecharon de esta
característica. El jurado lo encuentra culpable de genocidio.
El juicio, que finalizó el 15 de diciembre de 1961, lo condenó a morir en
la horca por crímenes contra la Humanidad. Este juicio también es considerado como
la gran causa judicial del Estado de Israel. La sentencia se cumplió la
madrugada del 31 de mayo de 1962 en la prisión de Ramla.
Sus últimas palabras fueron: “Larga vida a Alemania. Larga vida a Austria.
Larga vida a Argentina. Estos son los países con los que más me identifico y
nunca los voy a olvidar. Tuve que obedecer las reglas de la guerra y las de mi
bandera. Estoy listo”.
Sus restos fueron incinerados y las cenizas fueron dispersadas en el mar
Mediterráneo por una nave de la Fuerza Naval israelí en presencia de algunos
supervivientes del Holocausto, y fuera de las aguas jurisdiccionales de Israel.
De este modo, se pretendía evitar que su tumba se convirtiera en lugar de
peregrinación.
En este juicio, Eichmann dejó algunos testimonios del porqué de su
participación en el Holocausto. Se citan algunos párrafos: 1.- No perseguí a
los judíos con avidez ni placer. Fue el gobierno quien lo hizo. La persecución,
por otra parte, sólo podía decidirla un gobierno, pero en ningún caso yo. Acuso
a los gobernantes de haber abusado de mi obediencia. En aquella época era
exigida la obediencia, tal como lo fue más tarde de los subalternos.
Hannah Arendt, contratada por la Revista TMES, realizó la investigación
sobre Eichmann y su juicio y sus obras a raíz del juicio, titulado “Eichmann en
Jerusalén”, que es la razón de este ensayo, y con el subtítulo de “Un estudio
sobre la banalidad del mal”. En él expone y concluye que el hombre que pasaba
por ser el mayor asesino de Europa no era ningún "genio del mal",
trazando en ese texto la tesis de la banalidad del mal. Defiende que lo
preocupante de la existencia del mal entre nosotros es que cualquier hombre, en
determinadas circunstancias, puede reaccionar como Eichmann y realizar actos
tremendamente malvados e inhumanos porque cree que es «su obligación» o «su
trabajo». Señaló además, que las acciones de Eichmann bien pudieron haber sido
fruto de la sujeción de la cual es víctima un individuo dentro de un régimen
totalitario.
Sin embargo, aunque algunos vieron en sus palabras una justificación de las
acciones de Eichmann, Arendt no defiende la inocencia del acusado, ni cuestiona
la condena a muerte final; más bien cree que el planteamiento por el cual
Eichmann fue presentado por la Fiscalía como un supervillano, no obedecía a la
verdad, sino más bien a intereses personales de los acusadores (crear un
"caso estrella"), políticos (mostrar al mundo que el Estado de Israel,
excluido de los Juicios de Nürnberg, podía también juzgar a sus verdugos) y
sobre todo sociales (un Israel que había ganado en el campo de batalla cierta
seguridad militar, estaba pasando por una cierta crisis existencial y
necesitaba un punto en torno al cual las nuevas generaciones pos-Holocausto
pudieran unirse). Esta artimaña publicitaria la instrumento Ben Gurión y el
Kneset, que es el Congreso del gobierno israelita.
Hanna Arendt cree, sin embargo, que Eichmann merecía la condena a muerte,
pero no por haber organizado ningún plan maestro, o por haber participado
personalmente (por ejemplo, pistola en mano) en la muerte de judíos, sino por
no haberse opuesto a los crímenes, por haber colaborado eficientemente en el
exterminio, incluso sobrepasando las órdenes de sus superiores directos. Esto
es, el principio número uno en donde los tres juzgadores se basaron para
determinar la culpabilidad de Eichamnn es: “que tanto peca el que mata la vaca,
como el que le detiene la pata”, son responsables del delito, así, aunque
Eichmann nunca mató a ningún judío, y nunca tomo una pistola para matar a
alguien, es responsable y mismo grado pos haber entregado a miles de seres
humanos a sus verdugos.
Si los jueces hubieran absuelto libremente a Eichmann de estas acusaciones,
estrechamente relacionadas con los espeluznantes relatos de los innumerables
testigos que ante ellos comparecieron, no por ello hubieran llegado a un fallo
distinto con respecto a la culpabilidad del acusado, quien, en modo alguno,
hubiera escapado a la pena capital.
Por ejemplo, cuando, acercándose el final de la guerra el regente Horthy
(de Hungria), y el propio Himmler, dieron pasos en el sentido de suspender las
deportaciones de judíos húngaros, Eichmann autorizó algunos envíos de judíos “motu
propio” a la muerte, con el celo profesional que los nazis llamaban
"trabajar en la dirección del Führer y del Reich".
No cabe ninguna duda de que incluso en el mes de abril de 1945, cuando
prácticamente todos pasaron a ser «moderados», Eichmann aprovechó una visita
que Paul Dunand, de la Cruz Roja Suiza, efectuó a Theresienstadt, para hacer
constar que no estaba de acuerdo con la nueva política seguida por Himmler con
respecto a los judíos.
Las declaraciones de Arendt, pese a todo, resultaron polémicas, y más dada
la circunstancia agravante de su propia condición de judía. También es
interesante ver la visión que aporta Michel Onfray sobre Eichmann en su obra “El
sueño de Eichmann”. Onfray en otra obra “Un kantiano entre los nazis”,
demuestra la conformidad del pensamiento político kantiano, con lo expresado
por Eichmann en juicio. No hay derecho a rebelarse y hay obligación absoluta de
obedecer.
Rafi Eitan, quien dirigió el grupo que capturó a Eichmann, fue durante 25
años oficial de Inteligencia en el Mossad y dirigió el Shin Bet. En noviembre
de 1985 fue destituido al ser descubierto como director de una red de espionaje
contra Estados Unidos.
«Lo más inquietante de Eichmann es que no era un monstruo, sino un ser
humano», había declarado en alguna entrevista Peter Malkin, el agente que
detuvo a Eichmann, quien posteriormente se retiró en 1977 en Nueva York como
especialista en contraterrorismo, tras 27 años de servicio en el Mossad, ciudad
donde vivió hasta su muerte el 4 de marzo de 2005.
La detención de Eichmann alertó a otros nazis en Argentina y Brasil como
Josef Mengele y Franz Stangl, quienes tomaron resguardos y se ocultaron.
Ensayo de la Obra: “Eichmann
en Jerusalem”.
En 1961 Hannah Arendt fue la encargada de cubrir para el semanario
estadunidense The New Yorker el juicio contra Adolf Eichmann en la ciudad de
Jerusalén. El minucioso trabajo de esta escritora judía de origen alemán se
recopiló años después en un libro cuyo título ha suscitado largas discusiones: “Eichmann
en Jerusalén: un estudio sobre la banalidad del mal”. Casi cuarenta años
después del juicio y la aplicación de la pena de muerte a Eichmann, este caso
vuelve a causar polémica, pues el gobierno de Israel ha decidido permitir la
publicación de las memorias que escribió el criminal nazi durante el periodo de
más de un año que duró el juicio. En este "diario del demonio", como
se le ha bautizado popularmente, Eichmann se presenta como un hombre normal, un
ser obediente que sólo formó parte de una maquinaria; de una burocracia de
exterminio. Esta descripción coincide con la definición de Hannah Arendt de lo
que representaba Eichmann: un nuevo tipo de criminal que actúa bajo
circunstancias que le hacen casi imposible saber que está obrando mal. Al
hablar de la banalidad del mal, ella se refiere a la irreflexión de quien
comete crímenes actuando bajo órdenes, lo cual no lo libera de culpa pero sí lo
hace sujeto de una nueva forma de juicio.
En Eichmann en Jerusalén, Arendt muestra las insuficiencias jurídicas y la
parcialidad que caracterizaron este polémico proceso. El hecho de haberse
llevado a cabo en Israel, frente a un tribunal judío y bajo la presión de las
miles de familias afectadas por el Holocausto, era suficiente para saber que la
sentencia estaba escrita de antemano. Pero además hubo otros elementos que
contribuyeron a que la defensa de Eichmann resultara inútil, empezando porque
sólo podía haber un abogado encargado de ésta.
El doctor Servatius se enfrentó a la imposible tarea de tener el tiempo y
la capacidad para recabar toda la información y apelar a los recursos
necesarios. Tampoco se le dio la oportunidad de presentar testigos y su acceso
a los archivos era muy limitado. Esto lo ponía en plena desventaja frente a los
acusadores, quienes aprovecharon su capacidad testimonial para conmover a la
opinión pública y al jurado. La parte acusadora presentó testigos que no
aportaban ningún elemento al juicio, como los sobrevivientes de los campos del
Este, en donde Eichmann no realizó trabajo alguno. Según Arendt, parecía más un
espectáculo o un mitin donde los testigos eran oradores que hablaban sin
interrupción, rara vez contestando preguntas de los abogados.
Otra de las desventajas para Eichmann fue su mala memoria. Hubo hechos que
de haberlos mencionado podrían haberlo salvado de la pena de muerte, pero su
abogado no tuvo la capacidad de hurgar en sus recuerdos. Sin embargo, la
detallada e impecable investigación de Hannah Arendt cambia la perspectiva sobre
el trabajo que desempeñó Eichmann como encargado de la deportación de judíos en
el Tercer Reich.
Eichmann trabajaba en el Departamento de Emigración Judía, desde donde
planeaba el transporte hacia los guetos y campos de concentración. En palabras
de Hermann Tertsch:
Eichmann cumplía órdenes y de eso se trataba, de fiabilidad, efectividad,
bajo coste y perfecta distribución de recursos. Lo demás daba igual. Judíos,
tornillos, cerdos o gases letales tenían que llegar a su hora a su sitio al
menor coste. ("El relojero del Holocausto", en El País, 5 de marzo de
2000)
Arendt encuentra varios casos en los que Eichmann mostraba que el destino
final de los judíos no le daba igual. A pesar de su inquebrantable lealtad y su
incuestionable obediencia, se mostró débil frente a los horrores que presenció
en Auschwitz y en su conciencia inició la búsqueda de una solución política
frente a la solución física del problema judío, es decir, prefería la expulsión
al exterminio. Es por esto que en algunas ocasiones modificó órdenes y negoció
el transporte de judíos a campos donde sabía que aún no se iniciaba el
exterminio (como era el caso Lodz, contrario al de Riga o Minsk); a otros los
envió a Palestina y por mucho tiempo jugó con la idea de crear un protectorado
judío en Madagascar.
Estas flaquezas no son evidencia de que Eichmann tuviera un cargo de culpa,
él simplemente buscaba evitar un dolor innecesario a las personas. Su
conciencia estaba tranquila porque no había elementos externos que la
despertaran, nadie reprochaba los actos mientras se cometieran en cumplimiento
del deber. Según la interpretación de Arendt, las conciencias estaban dormidas
frente al espectáculo cotidiano. Las deserciones dentro del partido empezaron
hasta que se hizo evidente que perderían la guerra, pero para Eichmann la
palabra de Hitler era ley y por lo tanto su lealtad se mantuvo aún en el ocaso
de Alemania. El valor que le daba a la obediencia era casi sagrado e incluso lo
llevó a confesar que sería capaz de enviar a su padre a la muerte.
La participación de Eichmann en la conferencia de Wannsee, en la que se
coordinaron los esfuerzos para la "Solución final", es un ejemplo de
la inexistencia de culpabilidad. Él fue el encargado de redactar el acta que
ordenaba la liquidación de 11 millones de judíos, y declaró: "en aquel
momento sentí algo parecido a lo que debió sentir Poncio Pilatos, ya que me
sentí libre de toda culpa". Su admisión fácil y natural de cómo participó
en el exterminio de los judíos es muestra de la sistematización de la que fue
presa, pues para él no había nada que confesar; sus actos habían sido órdenes
cumplidas.
Para Hannah Arendt, las palabras y los pensamientos son impotentes frente a
la banalidad del mal que todo esto representa. Este juicio muestra un nuevo
tipo de delincuente, un nuevo tipo de delitos que sólo pueden ser juzgados por
un tribunal competente, que evidentemente no fue el de Jerusalén. Arendt
reclamaba la necesidad de un tribunal internacional penal que llenara esta
insuficiencia jurídica. Aun hoy, después de haberse firmado en Roma en 1998 el
Estatuto del Tribunal Internacional, sólo se han conseguido ocho de las sesenta
ratificaciones necesarias para que entre en vigor.
Una de las reflexiones más aterradoras que hace Hannah Arendt podría llevar
a que muchos países aceleraran el proceso de ratificación del Estatuto, pues
ella argumenta que una vez que sucede un acto tan terrible sin precedentes es
más probable que se repita, pues a pesar de que haya sido castigado se
convierte en un antecedente y en una posibilidad. Lo más difícil de aceptar de
todo esto es que tanto Eichmann como todos los que participaron en el
Holocausto eran gente normal. La conclusión o advertencia de Hannah Arendt
resulta muy acertada y digna de recuperarse: frente a la posibilidad de
crímenes de esta índole es necesario un recurso legal adecuado.
Conclusiones.
Definitivamente es una obra muy inquietante y actual, sobre todo por lo que
sucede en el mundo en este momento donde el Estado Islámico esta en contra de
todo lo establecido, podemos decir que lo más inquietante es el fundamentalismo
económico y el fundamentalismo religioso. En esta obra podemos ver como en la
gran depresión económica iniciada en 1920, donde todos los sistemas económicos
se vinieron abajo, donde miles de personas perdieron sus trabajos y donde los
ricos perdieron todo lo que tenía. Podemos decir que ahí es donde se inicia
todo esto del holocausto, donde en Europa el desempleo estaba con mas de tres
dígitos, y si a esto le aunamos la situación de Alemania consecuencia del
Tratado de Versalles que fue el resultado de la rendición de Alemania para
pagar la indemnización a los ganadores de la Primera Gran Guerra, así, el
embargo que tenía Alemania estaba ahogan al pueblo alemán, llegando a tener
hasta un 1000% de inflación. La Casa de Moneda Alemana no se daba abasto a
cumplir las necesidades en la producción de papel moneda. Ya que las
necesidades de este recurso eran exorbitantes. Así, los comunistas comenzaron a
ganar terreno y con el triunfo de los ROJOS en la Revolución Rusa, podemos ver
que los perdedores cayeron en la cuenta que los judíos poseían grandes
cantidades de recursos y estaba especulando con el hambre de los no judíos. Es
por esto por ejemplo, que ahora culpan al Cartel del Golfo por el problema
económico de Grecia, ya que esta institución Criminal esta acumulando mucho
dinero por el narcotráfico, siendo un represamiento de efectivo que esta
desequilibrando el flujo del dinero dentro del mercado lícitos de recursos, es
por esto que “El Problema Judío debía ser resuelto. Así, es Alemania quien toma
la iniciativa a través de los debates políticos y de sus manifestaciones que el
Partido Obrero Nacional Socialista Alemán (NSDAP) fue ganado terreno. Este
partido fue creado en 1920 y fue durante castigado por el Kaiser Guillermo
II (Wilhelm II), siendo el último Kaiser (emperador). Por 1933 es cuando Hitler
logra tomar control del Partido Nazi y comenzaba su proyecto de nación y de la
creación de la Raza Superior, de la raza aria.
El el libro de Arendt, no expone que el juicio se llevo a cabo en
condiciones muy irregulares tanto por la parte acusadora como por la parte
defensora, y que esto no afectaría el desenlace del procedimiento. Pero aun así
Arendt nos muestra como existía una animadversión en contra del pueblo judío,
aunque esto ha existido desde muchos siglo atrás, pero en esta ocasión su hubo
muchas pérdidas humanas de forma sistemática y mecanizada. En nuestra opinión,
nos da la impresión que Alemania les daba el servicio de exterminio a los
países europeos para hacerles una limpia de judíos, o sea, JUDENREIN, o sea,
una purificación de judíos, esto era para comerciar con los judíos así como
despojarlos de sus bienes, los cuales eran necesarios en esta época de
depresión económica y poder estabilizar y dar una mejor calidad de vida a los
ciudadanos alemanes y europeos. Esto se lograba utilizando en su totalidad al
ser humano, esto era un proceso de COSIFICACION del individuo, que era el
objetivo de la “Solución Final”. Era utilizar al individuo hasta en su muerte,
ya que utilizaban los huesos y la piel, para utilizarlo como medio para crear
recursos económicos.
Eichmann fue un simple burócrata que obedecía ciegamente al Führer
(caudillo), ya que el Führer les había prometido llevarlos a la sublime condición
de ser los amos del mundo. Eichmann era un medio por el cual el sistema nazi
utilizaba la condición de judíos en donde ellos mismo eran capaces de
exterminar a sus propios conciudadanos con tal de lograr recursos, así, los
mismo judíos formando comités en coordinación con Eichmann (el experto en
asuntos judíos) que se encargaba de realizar la clasificación de judíos para
despojarlos de sus bienes y posteriormente eliminarlos. Esto es lo que más llama
la atención, los mismo operadores de los hornos crematorios, el famoso
Escuadrón de la Muerte eran judíos que se encargaba de cremar a los judíos,
esto es lo que me sorprende personalmente.
El libro expone esta situación de auto-exterminio, y expone que en realidad
el juicio fue una puesta en escena para que las nuevas generación de judíos se
sintieran unidos por su país, y no ser unos apátridas como la misma Hanna
Arendt se consideraba en ese entonces.
La Sentencia, obviamente, fue condenatoria y declararon a Eichmann culpable
de “crímenes contra la humanidad”, considerando Arendt que los jueces tomaron
la decisión correcta y que la bien fundamentaron , ya que Eichmann consciente
de que estaba enviando a la muerte a seres humanos.
Bibliografía.
https://es.wikipedia.org/wiki/Hannah_Arendt
https://es.wikipedia.org/wiki/Adolf_Eichmann
Bibliografía.
https://es.wikipedia.org/wiki/Hannah_Arendt
https://es.wikipedia.org/wiki/Adolf_Eichmann
FIN.