jueves, 3 de diciembre de 2015

"Eichmann en Jerusalem", de Hanna Arendt, ensayo



Ensayo sobre el Libro 

"Eichmann en Jerusalem" de Hanna Arendt.

Título del Libro: Eichmann en Jerusalem. La Banalidad del Mal.
Autor: Hanna Arendt.

Compilador: GAR-KIATROS 


Hanna Arendt



Semblanza de la autora.
Hannah Arendt, nacida Johanna Arendt (Linden-Limmer, 14 de octubre de 1906-Nueva York, 4 de diciembre de 1975), fue una filósofa política alemana y posteriormente estadounidense, de origen judío, y una de las más influyentes del siglo XX.
La privación de derechos y persecución en Alemania de personas de origen judío a partir de 1933, así como su breve encarcelamiento ese mismo año, contribuyeron a que decidiera emigrar. El régimen nacionalsocialista le retiró la nacionalidad en 1937, por lo que fue apátrida hasta que consiguió la nacionalidad estadounidense en 1951.
Trabajó, entre otras cosas, como periodista y maestra de escuela superior y publicó obras importantes sobre filosofía política; sin embargo, rechazaba ser clasificada como «filósofa» y también se distanciaba del término «filosofía política»; prefería que sus publicaciones fueran clasificadas dentro de la «teoría política». Arendt defendía un concepto de «pluralismo» en el ámbito político. Gracias al pluralismo, se generaría el potencial de una libertad e igualdad políticas entre las personas. Importante es la perspectiva de la inclusión del Otro. En acuerdos políticos, convenios y leyes deben trabajar a niveles prácticos personas adecuadas y dispuestas. Como fruto de estos pensamientos, Arendt se situaba de forma crítica frente a la democracia representativa y prefería un sistema de consejos o formas de democracia directa.

A menudo, continúa siendo estudiada como filósofa, en gran parte debido a sus discusiones críticas de filósofos como Sócrates, Platón, Aristóteles, Immanuel Kant, Martin Heidegger y Karl Jaspers, además de representantes importantes de la filosofía política moderna como Maquiavelo y Montesquieu. Precisamente gracias a su pensamiento independiente, la teoría del totalitarismo (Theorie der totalen Herrschaft), sus trabajos sobre filosofía existencial y su reivindicación de la discusión política libre tiene Arendt un papel central en los debates contemporáneos.

Como fuentes de sus disquisiciones Arendt emplea, además de documentos filosóficos, políticos e históricos, biografías y obras literarias. Estos textos son interpretados de forma literal y confrontados con el pensamiento de Arendt. Su sistema de análisis —parcialmente influido por Heidegger— la convierte en una pensadora original situada entre diferentes campos de conocimiento y especialidades universitarias. Su devenir personal y el de su pensamiento muestran un importante grado de coincidencia.

Johanna Arendt nació en 1906 en el seno de una familia de judíos secularizados, cerca de Hannover. Sus antepasados provenían de Königsberg, en Prusia (la actual ciudad rusa de Kaliningrado), a donde regresaron su padre, el ingeniero Paul Arendt, enfermo de sífilis, su madre Martha Cohn y ella, cuando Hannah tenía solo tres años.2 Tras la muerte de su padre en 1913, fue educada de forma bastante liberal por su madre, que tenía tendencias socialdemócratas. En los círculos intelectuales de Königsberg en los que se crió, la educación de las niñas era algo que se daba por supuesto. A través de sus abuelos conoció el judaísmo reformista. No pertenecía a ninguna comunidad religiosa, pero siempre se consideró judía.

En 1920, a los catorce años, ya había leído la Crítica de la razón pura (1781) de Kant3 y la Psicología de las concepciones del mundo (1919) de Jaspers. En 1923, a los diecisiete años, tuvo que abandonar la escuela por problemas disciplinarios, dirigiéndose entonces sola a Berlín, donde, sin haber acabado la escolaridad, tomó clases de teología cristiana y estudió por primera vez la obra de Søren Kierkegaard. De vuelta a Königsberg en 1924, se presentó por libre y aprobó el examen de acceso a la universidad (Abitur).

En 1924 comenzó sus estudios en la universidad de Marburgo (Hesse) y durante un año asistió a las clases de Filosofía de Martin Heidegger y de Nicolai Hartmann, y a las de teología protestante de Rudolf Bultmann, además de griego. Heidegger, padre de familia de 35 años, y Arendt, estudiante diecisiete años más joven que él, se enamoraron, aunque tuvieron que mantener en secreto la relación por las apariencias. A comienzos de 1926 no aguantaba más la situación y decidió cambiarse de universidad, trasladándose durante un semestre a la universidad Albert Ludwig de Friburgo, para aprender con Edmund Husserl. A continuación estudió Filosofía en la universidad de Heidelberg (Baden-Wurtemberg) y se doctoró en 1928 bajo la tutoría de Karl Jaspers, con la tesis “El concepto del amor en San Agustín”. La amistad con Jaspers duraría hasta la muerte de este.

Arendt había llevado una vida muy recogida en Marburgo como consecuencia del secretismo de la relación con Heidegger; solo mantenía amistad con otros alumnos, como Hans Jonas, y con sus amigos de Königsberg. En Heidelberg amplió su círculo de amigos, al que pertenecieron Karl Frankenstein, Erich Neumann, seguidor de Jung, y Erwin Loewenson, un ensayista expresionista. Jonas también se trasladó a Heidelberg y realizó trabajos sobre San Agustín.
Otro círculo de amigos se le abrió gracias a su amistad con el germanista Benno von Wiese y sus estudios con Friedrich Gundolf, que le había recomendado Jaspers. De importancia fue su amistad con Kurt Blumenfeld, director y portavoz del movimiento sionista alemán, cuyos estudios trataban sobre la llamada cuestión judía y la asimilación cultural. Hannah Arendt le agradeció en una carta de 1951 su propio entendimiento de la situación de los judíos.
S
u primer libro lleva el título El concepto del amor en San Agustín: ensayo de una interpretación filosófica. Se trata de su tesis doctoral publicada en 1929 en Berlín. En la tesis, enlaza elementos de la filosofía de Martin Heidegger con los de Karl Jaspers y ya subraya la importancia del nacimiento tanto para el individuo como para su prójimo. Con ello se aleja de su maestro Heidegger, que entiende la vida como un «avanzar»a hacia la muerte.8 La obra fue reseñada en importantes publicaciones filosóficas y literarias. Se criticó que Arendt contemplase a san Agustín como filósofo y no como padre de la Iglesia, además del hecho de que no citase la literatura teológica más reciente.

En Berlín se encontró en 1929 al filósofo Günther Stern (que se llamaría más tarde Günther Anders), a quien ya había conocido en Marburgo.9 Poco más tarde se mudó a vivir con él, algo que estaba mal visto por la sociedad de la época, y ese mismo año se casaron. Tras un corto intervalo en Heidelberg, el matrimonio vivió un año en Fráncfort. Arendt escribía para el periódico Frankfurter Zeitung y participaba en seminarios de Paul Tillich y Karl Mannheim, de cuyo libro Ideología y utopía realizó una reseña crítica.10 Al mismo tiempo, estudiaba la obra de la escritora Rahel Varnhagen, una intelectual judía asimilada, investigadora del Romanticismo.

Cuando estuvo claro que la tesis doctoral de Stern no iba a ser aceptada por Theodor Adorno, volvieron ambos a Berlín. Allí, Arendt comenzó a trabajar en su obra sobre Rahel Varnhagen von Ense que realizaría en forma de tesis. Tras un informe positivo de Jaspers, que además consiguió otros de Heidegger y Martin Dibelius, obtuvo una beca de la Notgemeinschaft der Deutschen Wissenschaft (Asociación de Ayuda para la Ciencia Alemana). Simultáneamente, Arendt comenzó a interesarse cada vez más por cuestiones políticas. Leyó a Marx y Trotsky y estableció contactos en la Hochschule für Politik (Escuela Superior de Política) de Berlín. Analizó la exclusión social de los judíos, a pesar de la asimilación, en base al concepto de «paria», empleado por primera vez por Max Weber para hablar de los judíos. A este término opuso el término «parvenu» (advenedizo), inspirada por los escritos de Bernard Lazare. En 1932 publicó en la revista Geschichte der Juden in Deutschland (Historia de los judíos en Alemania) el artículo «Aufklärung und Judenfrage» («La Ilustración y la cuestión judía), en el que desarrolla sus ideas sobre la independencia del judaísmo, enfrentándolas a las de los ilustrados Gotthold Ephraim Lessing y Moses Mendelssohn y el precursor del Romanticismo Johann Gottfried Herder.

También en 1932 realiza una crítica del libro Das Frauenproblem in der Gegenwart (El problema de la mujer en la actualidad) de Alice Rühle-Gerstel, en el que encomia la emancipación de la mujer en la vida pública, pero también discute sus limitaciones —sobre todo en el matrimonio y en la vida profesional—. Constata el «menosprecio fáctico» que sufre la mujer en la sociedad y critica los deberes que no son compatibles con su independencia. En cambio, Arendt contempla el feminismo desde la distancia. Por una parte, insiste en que los frentes políticos son «frentes de hombres» y por otra considera «cuestionables» los movimientos feministas, al igual que los movimientos juveniles, porque ambos —con estructuras que traspasan las clases sociales— tienen que fracasar en su intento de crear partidos políticos influyentes.

Poco antes de la llegada al poder de Hitler (30 de enero de 1933), Karl Jaspers trató de convencerla en varias cartas de que ella debía considerarse alemana. Ella lo rechazaba señalando su existencia judía. Escribió: «Para mí, Alemania es la lengua materna, la filosofía y la poesía». En lo demás se sentía distante. En especial, criticó la expresión «el ser (Wesen) alemán» empleada por Jaspers. Este le respondió: «Me extraña que usted, como judía, se quiera diferenciar de los alemanes».13 Ambos también mantendrían estas posiciones enfrentadas tras la Guerra.

En 1932, Arendt ya pensaba en la emigración, pero inicialmente se quedó en Alemania cuando su marido emigró a París en marzo de 1933, y comenzó su actividad política. Por recomendación de Kurt Blumenfeld, trabajó para una organización sionista, estudiando la persecución de los judíos, que estaba en sus comienzos. Su casa sirvió de estación de tránsito para refugiados. En julio de 1933 fue detenida durante ocho días por la Gestapo. A Günter Gaus le comentó sus razones: «Si te atacan como judío, debes defenderte como judío».

Ya en 1933 defendía la postura de que debía lucharse activamente contra el régimen nacionalsocialista. Esta posición es contraria a la de muchos intelectuales alemanes, en parte incluso de los de origen judío, que querían llegar a convivir con el nacionalsocialismo, subestimando la dictadura e incluso alabando a los nuevos dueños del poder. En la entrevista con Gaus expresó su desprecio por la «Gleichschaltung» («adaptación» al nuevo régimen) de la mayoría de los intelectuales. La cuestión repugnaba a Arendt y no quería tener nada en común con esos eruditos gregarios, oportunistas o incluso entusiastas.

De este pensamiento surgió su disputa con Leo Strauss, cuyo pensamiento conservador rechazaba. También se sintió desilusionada por el ingreso de Heidegger en el NSDAP (Nationalsozialistiche Deutsche Arbaiter Partei, o sea, el Partido Obrero Nacionalsocialista Aleman) por lo que rompió su relación con él y no la retomó hasta 1950. También finalizó la amistad con Benno von Wiese cuando este se acercó al nazismo e ingresó en el NSDAP asimismo en 1933

Esta experiencia, de profundo alejamiento de sus amigos, es descrita varias veces en sus obras y en su correspondencia. Ella partía de la convicción de que se trataba de decisiones voluntarias, de las que el individuo era responsable. Poco antes de su muerte sostuvo que precisamente muchos pensadores profesionales fracasaron frente al nacionalsocialismo cuando se comprometieron con el régimen. Arendt no exigía de ellos una oposición activa, sino que reconocía ya el silencio como rechazo del totalitarismo.

Pasando por Karlovy Vary, en la República Checa, Génova y Ginebra, emigró inicialmente a Francia, en 1933. En París, sin papeles, volvió a trabajar para una organización sionista, entre otras cosas, ayudando a jóvenes judíos a huir hacia Palestina. En el ámbito científico, continuó investigando sobre el antisemitismo y realizó algunas conferencias para diferentes asociaciones y en la Freie Deutsche Hochschule Paris (Escuela Superior Libre Alemana de París), fundada en el exilio el 19 de noviembre de 1935.
Hannah Arendt y su marido Günther Anders ya tenían intereses distintos en Berlín y frecuentaban círculos de amigos separados: él, más integrado en el ambiente comunista, tenía amistad con Bertolt Brecht; ella, cada vez más cerca del sionismo y de otras personalidades judías. Inicialmente vivieron juntos en París e iban juntos a los seminarios de Alexandre Kojève y reuniones de intelectuales en el exilio. Pero el matrimonio fracasó y se divorciaron en 1937. Ella ya había conocido en 1936 a Heinrich Blücher, un ex comunista, que se había opuesto muy pronto a la política de Stalin. En París, ambos pertenecían al mismo círculo de refugiados alemanes, junto con Walter Benjamin, el abogado Erich Cohn-Bendit, el psicólogo Fritz Fränkel y el pintor Kurt Heidenreich.
En 1937 se le retiró la nacionalidad alemana. En 1939 consiguió poner a salvo a su madre, que todavía estaba en Königsberg. En enero de 1940 se casó con Heinrich Blücher. Para él era su tercer matrimonio.
A comienzos de 1940, a través de la prensa, las autoridades francesas llamaron a la mayoría de los extranjeros de origen alemán para ser deportados. Arendt, junto con muchas otras mujeres, pasó una semana en los terrenos de un velódromo de París. Seguidamente fue trasladada al campo de internamiento de Gurs hasta julio de ese mismo año, ya que se la consideraba como «extranjera enemiga». En la entrevista con Gaus lo comenta de forma sarcástica: «las personas eran ingresadas por sus amigos en "campos de internamiento" y por sus enemigos en "campos de concentración"». Tras cinco semanas internada, consiguió huir, junto a otros pocos, de Gurs, aprovechando que la vigilancia francesa disminuyó temporalmente debido a la toma de París por la Wehrmacht y su avance hacia el sur. En una carta a Salomon Adler-Rudel, Arendt narraba poco después las circunstancias de los internamientos de refugiados procedentes de la Alemania nazi. Ella y su marido pasaron el periodo que siguió en Montauban, y Arendt logró obtener pasaportes para Lisboa gracias a la red que creó el periodista norteamericano, Varian Fry, en Marsella, que la ayudó a escapar junto a otros conocidos artistas y pensadores judíos.
Una gran amistad le unió en el exilio francés con el entonces aún ampliamente desconocido Walter Benjamin, al que también apoyó materialmente. Tras su muerte, intentó sin éxito en 1945 que se publicaran las obras de Benjamin en la editorial Schocken. Solo pudo publicar sus ensayos en 1969 en los EE. UU., con anotaciones y un prólogo propios.
En mayo de 1941 Arendt llegó, con su marido y su madre, a Nueva York, pasando por Lisboa. La familia vivió inicialmente en un pequeño hotel, de una diminuta beca que recibía de la organización de refugiados sionista. Arendt mejoró enseguida sus conocimientos de inglés. A partir de octubre de 1941 trabajó como redactora en la revista judeo-alemana Aufbau, en Nueva York. Escribía con regularidad una breve columna llamada «This means You» («Esto se refiere a ti»). El artículo inicial, titulado «Mose and Washington» («Moisés y Washington»), tiene como punto de partida la historia del exilio judío, bajo la figura de Moisés. Arendt argumenta que el judaísmo moderno (reformado) ha perdido su auténtica tradición, un motivo que también se encuentra en las tesis de su libro sobre Rahel Varnhagen. «Entre nosotros crece paradójicamente el número de los que sustituyen a Moisés y a David por Washington o Napoleón...», judíos que querían «rejuvenecerse» a costa de no judíos. Arendt observa críticamente que la historia (judía) no es ningún vehículo del que uno pueda apearse por capricho; reivindica que se haga del judaísmo una «consagración», a saber, un arma en la lucha por la libertad. Con eso quería despertar la conciencia política judía en el mundo. Reivindicó en muchos artículos la creación de un ejército judío propio, que luchara codo con codo al lado de los aliados. Ni ella ni los pocos que la secundaban consiguieron tener éxito con esta demanda, que Arendt formuló antes de que comenzaran los asesinatos en masa en los campos de exterminio.
A pesar de que Arendt se definía como una sionista (secular), fue tomando posiciones cada vez más críticas sobre la concepción sionista del mundo, que comparaba con otras ideologías como el socialismo o el liberalismo, que hacían previsiones sobre el futuro. Consideraba que la libertad y la justicia eran los principios básicos de la política, algo incompatible con la idea de un pueblo elegido. Esta posición fue mayoritariamente rechazada por la opinión pública judía.
Dos años más tarde, publicó el ensayo We Refugees («Nosotros los refugiados»), en el que discutía la desastrosa situación de los refugiados y apátridas, que son «ilegales» y sin derechos.
De 1944 a 1946 fue directora de investigación de la Conference on Jewish Relations (Conferencia de relaciones judías) y, seguidamente hasta 1949, lectora en la editorial judía Schocken. De 1949 a 1952 trabajó como Executive Secretary (gerente) de la Jewish Cultural Reconstruction Corporation (JCR), la organización para el salvamento y el cuidado de la cultura judía. Hasta que en 1951 Heinrich Blücher consiguiera trabajo en una universidad dando clases de filosofía, Hannah Arendt ganaba prácticamente sola el sustento de la familia.
El 26 de julio de 1948 murió su madre, Martha Arendt, durante el viaje a Inglaterra en el Queen Mary. Por encargo del JCR, Hanna Arendt viajó a la República Federal Alemana en 1949-1950. Durante su estancia, se encontró, por primera vez desde 1933, con Karl Jaspers y Martin Heidegger. Realizó un segundo viaje en 1952. A partir de ese momento, viajó todos los años a Europa durante unos meses, en parte también a Israel, visitando a muchos amigos y familiares, pero en cada ocasión a Karl y Gertrud Jaspers.
En el ensayo “Besuch in Deutschland. Die Nachwirkungen des Naziregimes” (1950: Visita en Alemania. Las consecuencias del régimen nazi) escribe de forma muy detallada sobre la situación en la posguerra. Alemania ha destruido el tejido moral del mundo occidental en un corto período gracias a crímenes que nadie pensaba posibles. Millones de personas de Europa Oriental afluían en masa hacia el país destruido.
«Se puede dudar de si la política de los Aliados de expulsar a todas las minorías alemanas de países no alemanes —como si no hubiese suficientes apátridas en el mundo— fue una acción inteligente; pero está fuera de duda que, para los pueblos europeos que sufrieron durante la Guerra la criminal política de población alemana, el simple hecho de imaginarse tener que convivir con alemanes en el mismo territorio no sólo genera rabia, sino horror.»
Comprobó una curiosa indiferencia en la población. Europa estaba cubierta por una sombra de profundo dolor causada por los campos de concentración y de exterminio alemanes. Pero en ningún otro sitio se silenciaba tanto esta pesadilla de destrucción y espanto como en Alemania. «La indiferencia con la que los alemanes se mueven por entre las ruinas tiene su correspondencia en que nadie llora a los muertos.»
En cambio, corrían muchas historias sobre el sufrimiento de los alemanes, que se comparaban con los sufrimientos de los demás, con lo que, de forma callada, en Alemania se consideraba que la balanza había quedado equilibrada. La huida de la responsabilidad y la búsqueda de culpas en las potencias de ocupación están muy extendidas. «El alemán medio busca las causas de la última guerra no en las acciones del régimen nazi, sino en las circunstancias que condujeron a la expulsión de Adán y Eva del Paraíso.»
Tras la Guerra, Arendt escribió dos artículos sobre filosofía existencial. En la revista Nation apareció a comienzos de 1946 el texto French Existentialism («Existencialismo francés»), en el que examina, sobre todo, el pensamiento de Albert Camus. Expresó ante Jaspers sus grandes esperanzas en un nuevo tipo de persona que, sin «nacionalismo europeo» alguno, es europeo y que pugna por un federalismo europeo. Entre ellos contaba a Camus, que provenía de la resistencia francesa, y en quien certificaba la honradez y la profunda comprensión política.
El artículo Was ist Existenzphilosophie? («¿Qué es filosofía existencial?») fue publicado casi al mismo tiempo en EE. UU. y en la revista Die Wandlung, fundada por Jaspers y otros. En 1948 fue reeditado, junto con otros cinco textos, como un libro de ensayos. Se trataba de la primera edición de un libro suyo tras la publicación en 1929 de su tesis doctoral. En el texto desarrolla su propia posición dentro de la filosofía existencial, que no continuaría en sus obras posteriores. No permitió que se reeditara la versión inglesa.
En esta pequeña obra discute de forma crítica la filosofía de Martin Heidegger, al que atribuye una cercanía al nihilismo moderno. Heidegger no ha completado nunca su ontología. Con el análisis del Dasein a partir de la muerte, Heidegger sienta los fundamentos de la nihilidad del ser. El ser humano es descrito como similar a Dios, pero no como un ser «creador de mundos», sino como un «destructor de mundos». Arendt opone a estas ideas que «el ser humano no es Dios y vive junto con sus semejantes en un mundo», un pensamiento que repetirá más tarde a menudo. Heidegger evita los conceptos kantianos provisionales de «libertad», «dignidad humana» y «razón», reduciendo al hombre a sus funciones en el mundo y atribuyéndole existencia sólo a través de la filosofía. Además, Arendt critica los «no-conceptos (Unbegriffe) mitologizantes» de Heidegger, como «pueblo» y «tierra», que había atribuido en sus clases de la década de 1930 al «yo» (Selbst). «Esa clase de concepciones sólo pueden llevar fuera de la filosofía, hacia algún tipo de superstición naturalista.»
En cambio, Arendt describe la filosofía existencial de Karl Jaspers de forma exclusivamente positiva. Según ella, Jaspers rompe con todos los sistemas filosóficos, con cosmovisiones y «doctrinas de la totalidad», en lugar de las cuales se ocupa de «situaciones límite» y considera la existencia como una forma de libertad. Así, el ser humano puede, «jugando con la metafísica», palpar los límites de lo pensable y traspasarlos. Al contrario que Heidegger, para Jaspers la filosofía sería sólo la preparación para la «acción» a través de la comunicación, tomando como base la razón común a todos. Jaspers sabe que el pensamiento de la trascendencia está condenado al fracaso. La filosofía de Jaspers, subraya la autora, radica principalmente en los caminos de su filosofar. Estos caminos pueden sacar del «callejón sin salida de un fanatismo positivista o nihilista».
Hannah Arendt escribió a finales de 1948 el artículo Frieden oder Waffenstillstand im Nahen Osten? («¿Paz o armisticio en Oriente Medio?», publicado en EE. UU. en enero de 1950). El artículo trata sobre la historia de Palestina y la fundación del Estado de Israel. De acuerdo con el texto, la paz solo puede alcanzarse por el entendimiento y un acuerdo justo entre árabes y judíos. Describe la historia de la inmigración desde 1907 y enfatiza que, desde entonces, ambos grupos están enfrentados y que —también por la invasión otomana y más tarde del Reino Unido— nunca han considerado estar al mismo nivel o incluso nunca se han considerado como personas. Mientras que describe la falta de patria o de mundo (Weltlosigkeit) como el mayor problema de los judíos, critica a la mayoría de los dirigentes sionistas, que no han visto los problemas del pueblo árabe.
Su visión es una Palestina de dos naciones sobre la base de una política no nacionalista, una federación, que posiblemente podría incluir otros estados de Oriente Medio. La inmigración y la expulsión de una parte de la población de origen árabe representa una hipoteca moral, mientras que los colectivos que se basan en la igualdad y la justicia (kibutz) y la Universidad Hebrea de Jerusalén, así como la industrialización, están en la columna del haber.
Según Arendt, Israel podía librarse de las leyes del capitalismo, ya que era financiado por donaciones desde EE. UU. y, por lo tanto, no estaba bajo la obligación de maximizar el beneficio. Su preocupación era que Israel siguiese una política expansionista agresiva, tras una guerra ganada, que había traído la desgracia a judíos y árabes, además de haber destruido todos los sectores económicos de ambos pueblos. Pero tenía esperanzas en el espíritu universalista del judaísmo y en las fuerzas dispuestas al entendimiento en los estados árabes.
En esa época había muy pocas personalidades de los lados judío y árabe que apoyasen una Palestina binacional. Arendt hace referencia al primer presidente de la universidad hebrea Judah Leon Magnes y el político y catedrático de filosofía libanés Charles Malik, de los que destaca su excepcionalidad. Ambos apoyaron claramente un entendimiento entre judíos y árabes para la solución del problema palestino, Magnes en 1946 y Malik ante el Consejo de Seguridad de la ONU en mayo de 1948.
Cuando en diciembre de 1948 el antiguo dirigente de la organización terrorista antibritánica Irgún, Menájem Beguin, llegó a Nueva York con el objetivo de conseguir donaciones para su nuevo partido Herut, veintiséis intelectuales, entre los que se contaban varios de origen judío, escribieron una dura carta abierta que se publicó el 4 de diciembre de 1948 en el New York Times. Entre los firmantes se encontraban, además de Hannah Arendt, entre otros, Isidore Abramowitz, Albert Einstein, Sidney Hook y Stefan Wolpe. En la carta advertían claramente contra este partido que consideraban de «extrema derecha» y «racista».
Veinte años más tarde, Arendt escribió a una amiga, la escritora norteamericana Mary McCarthy, que Israel era un ejemplo impresionante de igualdad entre las personas. Más importante consideraba la «pasión por la supervivencia» del pueblo judío, presente desde la antigüedad. Expresaba su miedo de que el Holocausto pudiera repetirse. Considera que Israel es necesario como lugar de refugio y debido al incombustible antisemitismo. Arendt comenta que cualquier catástrofe verdadera en Israel le afecta más que casi cualquier otra cosa.
Inmediatamente después de la II Guerra Mundial, Arendt comenzó a trabajar en un extenso estudio sobre el nacionalsocialismo; en 1948 y 1949 ampliado al estalinismo. El libro está formado por tres partes: Antisemitismus («Antisemitismo»), Imperialismus («Imperialismo») y Totale Herrschaft (dominio total, «Totalitarismo»). Mientras que para las dos primeras partes Arendt pudo basarse en gran medida sobre material histórico y literario existente, para la tercera parte tuvo que trabajar la documentación de base por su cuenta. En 1951 apareció la edición estadounidense con el título The Origins of Totalitarianism (Los orígenes del totalitarismo). La versión alemana de 1955, elaborada por la propia Arendt y en parte distinta de la original, llevaba el título “Elemente und Ursprünge totaler Herrschaft (literalmente, «Elementos y orígenes del dominio total»). Hasta la tercera edición de 1966 repasó y amplió la obra. El trabajo no es pura historiografía; más bien critica el pensamiento causal de la mayoría de los historiadores y observa que todos los intentos de los historiadores por explicar el antisemitismo han sido insuficientes.
Planteó una nueva y muy discutida tesis que dice que los movimientos totalitarios se apoderan de todas las cosmovisiones e ideologías y las pueden convertir, a través del terror, en nuevas formas de estado. Según Arendt, históricamente, hasta 1966, esto sólo han podido realizarlo de forma completa únicamente el nazismo y el estalinismo.
Al contrario que otros autores, Arendt considera totalitarios exclusivamente a estos dos sistemas y no a las dictaduras de partido único, como el fascismo italiano, el franquismo o el régimen de posguerra de la República Democrática Alemana. Destaca la nueva cualidad del totalitarismo frente a las dictaduras habituales. El primero se extiende a todas las áreas de la vida humana, no sólo al nivel político. En el centro está un movimiento de masas. En el nazismo se produjo una inversión completa del sistema jurídico. Crímenes, asesinatos en masa, eran la regla. Además del terror, considera que la aspiración al dominio mundial es una característica importante del totalitarismo.
Arendt pone de relieve cómo, sobre el trasfondo de la sociedad de masas y de la caída de los estados nacionales a causa del imperialismo, las formas políticas tradicionales, especialmente los partidos, fueron más débiles que los movimientos totalitarios, con sus nuevas técnicas de propaganda de masas.
Junto a las fuentes históricas, Arendt emplea también fuentes literarias, como por ejemplo Marcel Proust, y dialoga con numerosos pensadores desde la Antigüedad, como Kant y Montesquieu. Aplica su método propio de «tomar en serio y literalmente las opiniones ideológicas». Las afirmaciones de ideólogos totalitarios habrían sido infravaloradas por muchos observadores.
Las descripciones del totalitarismo sirvieron sobre todo a los politólogos para desarrollar teorías del totalitarismo que en parte van mucho más allá de la estricta definición de Arendt.
En 1951 Hannah Arendt consiguió la nacionalidad estadounidense. Arendt había sufrido mucho como apátrida, porque lo consideraba una exclusión de la sociedad humana. La ciudadanía significaba para ella «el derecho a tener derechos». Para solucionar este problema exigía una ampliación de la constitución de los EE. UU. por la cual nadie podría perder su nacionalidad si con ello se convirtiera en apátrida.
En Alemania, en 1933, Hannah Arendt se encontraba de camino a una carrera académica normal, con cátedra en la universidad. El nazismo destruyó esos planes. En sus cartas y hasta poco antes de su muerte, señalaba que no poseía ni bienes ni posición, lo que, según su propia opinión, contribuyó a la independencia de su pensamiento.
Una y otra vez demostró valor personal, por ejemplo a través de su trabajo en organizaciones judías durante el nazismo. Sus posicionamientos personales y públicos frente a los acontecimientos políticos causaban a menudo controversias entre sus oponentes, pero también entre sus amigos; su valor cívico fue tenido frecuentemente por intransigencia y combatido como tal.
En un texto breve de 1948 titulado “Memo on research”, Arendt nombra los temas políticos más importantes de la época. Distingue entre problemas centrales de la época: «totalitarismo, la cuestión racial, la decadencia del sistema de estados nación europeo, la emancipación de los pueblos coloniales, la liquidación del imperialismo británico» y los problemas exclusivamente judíos: «antisemitismo, el asunto de Palestina, migraciones, falta de patria, etc.».
Poco antes había escrito a Jaspers: Unter freien Umständen sollte eigentlich jeder einzelne entscheiden dürfen, was er nun gerne sein möchte, Deutscher oder Jude oder was immer [...] Woran mir liegen würde, und was man heute [1947] nicht erreichen kann, wäre eigentlich nur eine solche Änderung der Zustände, daß jeder frei wählen kann, wo er seine politischen Verantwortlichkeiten auszuüben gedenkt und in welcher kulturellen Tradition er sich am wohlsten fühlt. (Traducción:          “Bajo circunstancias de libertad, todo individuo debería poder decidir lo que quiere ser, alemán o judío o lo que sea [...] Si de mí dependiese, y es algo que no se puede alcanzar en la actualidad [1947], habría simplemente un cambio de las circunstancias, de tal forma que todos pudiesen elegir libremente dónde piensan desarrollar su responsabilidad política y en qué tradición cultural se encuentran más cómodos”)
A la edad de 47 años, consiguió en 1953 una cátedra temporal en el Brooklyn College de Nueva York, en parte gracias al éxito conseguido en EE. UU. con su libro sobre el totalitarismo. En Nueva York trabajó, junto con Martin Buber y otros, por la fundación del Leo Baeck Institut, un centro de documentación e investigación de la historia de los judíos de habla alemana. Los fondos están disponibles de forma digital en el Jüdisches Museum Berlin.
En la década de 1950, en conexión con el análisis del totalitarismo, Arendt planeó un trabajo sobre el marxismo. De sus investigaciones preliminares surgieron algunos artículos, ensayos y lecciones. En 1953 publicó en Aufbau el texto: Gestern waren wir noch Kommunisten... (Ayer éramos todavía comunistas...). Arendt distingue allí entre «antiguos comunistas» y «ex comunistas». Los primeros eran bien artistas que fueron empleados como reclamo, bien aquellos que habían comprendido las implicaciones de los Procesos de Moscú, el Pacto Ribbentrop-Mólotov o la falta de democracia interna del partido y en consecuencia se habían retirado a su vida privada. Los segundos habrían convertido sus conocimientos del comunismo como trampolín para una nueva carrera como expertos anticomunistas y de la Guerra Fría.
Gran preocupación le produjo durante esta época la persecución en los EE. UU. de antiguos comunistas, intelectuales y artistas por Joseph McCarthy y sus seguidores. Entre tanto valoraba el levantamiento húngaro de 1956 como ejemplo de ensayo de una revolución pacífica con trazos de un sistema de consejos. En 1960 publicó Die ungarische Revolution und der totalitäre Imperialismus (La revolución húngara y el imperialismo totalitario; en inglés apareció como parte del la segunda edición de The Origins of Totalitarism) y en 1961 Between Past and Future (Entre el pasado y el futuro; seis ensayos sobre el pensamiento político).
Ya a mediados de la década de 1950, Arendt había realizado una solicitud de cobro de daños y perjuicios al Estado alemán (Deutsche Wiedergutmachungspolitik) por las injusticias sufridas bajo el régimen nazi, solicitud que fue rechazada en diversas ocasiones. Karl Jaspers escribió una carta asegurando que la obra sobre Rahel Varnhagen, en su versión de 1933, era un trabajo posdoctoral finalizado con éxito, que le hubiese permitido la docencia en una universidad alemana, y que no pudo ser presentada a causa de la subida al poder del régimen nazi. No fue hasta 1972 que Arendt consiguió una cifra importante del Gobierno Federal Alemán. Su caso se convirtió en un precedente, de forma que otros se beneficiaron posteriormente de sus largos pleitos.
Se manifestó en diversas ocasiones de forma crítica con la era Adenauer. Después de que, en un comienzo, los criminales nazis apenas fueran castigados, tras el proceso a Eichmann, poco a poco se fue juzgando a los peores.
«Una mala señal son las condenas increíblemente leves que emiten los tribunales. Creo que por 6500 judíos asesinados con gas se consiguen 3 años y 6 meses, o así [...] Esta llamada república es realmente "como antes" (wie gehabt). Y tampoco el desarrollo económico ayudará a largo plazo a superar esta situación política.»
En los años siguientes trató en diversas ocasiones la discriminación de los negros en los EE. UU., la «cuestión negra», cuya solución consideraba imprescindible para la existencia de la República. Condenó en numerosas ocasiones la Guerra de Vietnam, por ejemplo tras un análisis de los Papeles del Pentágono, que publicó bajo el título Lying in Politics (La mentira en la política) en 1971.
En junio de 1968 escribió a Jaspers: «Me da la impresión de que los niños del próximo siglo estudiarán el año 1968 como nosotros estudiamos la revolución de 1848.» Arendt simpatizaba con el movimiento estudiantil mundial, pero criticó con dureza los posteriores abusos que percibió. En su obra Macht und Gewalt (Poder y violencia), publicada en 1970 simultáneamente en inglés y alemán, hace un análisis detallado de la rebelión estudiantil y diferencia los conceptos de «poder» (Macht) y «violencia» (Gewalt). Por «poder» (Macht) entiende una influencia importante de los ciudadanos sobre los asuntos políticos, dentro del marco de la constitución y las leyes. Ninguna forma de gobierno sobrevive sin una base de poder. Incluso el totalitarismo, que reposa en gran medida en la violencia, necesita el apoyo de muchos.
A Adelbert Reif le comentó en 1970, en una entrevista, que apreciaba en los estudiantes las «ganas de actuar» y «la confianza de poder cambiar las cosas con las propias fuerzas». En EE. UU. apareció por primera vez en mucho tiempo un movimiento político espontáneo que no sólo hacía propagada, sino que actuaba por motivos casi exclusivamente morales. Por otra parte, rechazaba el desarrollo ulterior del movimiento en la forma de «fanatismo», «ideologías» y «vandalismo». «Las cosas buenas en la historia tienen habitualmente una muy corta duración.» Así, por ejemplo, es como nos nutrimos hoy (1970) aún de la corta época clásica griega.

El proceso de Eichmann.
Cobertura del proceso y controversias posteriores. Fue uno de los éxitos mediáticos más importantes de esa década, ya que se logro el objetivo de llmar la atención de la comunidad internacional, lo que se acrecentó con la participación de Hanna Arendt.
De abril a junio de 1961, Arendt asistió como reportera de la revista The New Yorker al proceso contra Adolf Eichmann en Jerusalén. De ahí surgieron inicialmente algunos artículos y después su libro más conocido y más discutido hasta el presente, “Eichmann en Jerusalén”, con el subtítulo “Un informe sobre la banalidad del mal”. Se publicó primero en 1963 en EE. UU. y poco después en la Alemania Occidental de aquellos años, o sea, los 60’s. En la actualidad la Alemania esta reunificada gracias a la Perestroica.
Adolf Eichmann había sido detenido, clandestinamente, por el servicio secreto israelí, el Mossad, en Argentina en 1960 y trasladado a Jerusalén. La muy discutida expresión que Arendt empleó para referirse a Eichmann, «la banalidad del mal», acabó convirtiéndose en una frase hecha. “In diesen letzten Minuten war es, als zöge Eichmann selbst das Fazit der langen Lektion in Sachen menschlicher Verruchtheit, der wir beigewohnt hatten - das Fazit von der furchtbaren »Banalität des Bösen«, vor der das Wort versagt und an der das Denken scheitert. (traducción: “Fue como si en aquellos últimos minutos [Eichmann] resumiera la lección que su larga carrera de maldad nos ha enseñado, la lección de la terrible banalidad del mal, ante la que las palabras y el pensamiento se sienten impotentes”)
Arendt, “Eichmann en Jerusalén”.
Alrededor de la obra hubo intensas controversias. Sobre todo, la expresión «banalidad» en relación a un asesino en masa fue atacada desde diferentes frentes, entre otros también por Hans Jonas. Raul Hilberg también criticó la idea de la «banalidad del mal».
En su introducción a la edición alemana de 1964, Arendt explica la elección del término: «[...] en el informe solo se discute la posible banalidad del mal en el terreno de lo fáctico, como un fenómeno que era imposible pasar por alto. Eichmann no era [...] Macbeth [...]. A excepción de una diligencia poco común por hacer todo aquello que pudiese ayudarle a prosperar, no tenía absolutamente ningún motivo.»
Nunca habría asesinado a un superior. No era tonto, sino «simplemente irreflexivo». Esto le habría predestinado para convertirse en uno de los mayores criminales de su época. Esto es «banal», quizás incluso «cómico». No se le puede encontrar profundidades demoníacas, por mucha voluntad que se le ponga. Aun así, no es ordinario.
«Que un tal alejamiento de la realidad e irreflexión en uno puedan generar más desgracias que todos los impulsos malvados intrínsecos del ser humano juntos, eso era de hecho la lección que se podía aprender en Jerusalén. Pero era una lección y no una explicación del fenómeno ni una teoría sobre él.»
En una carta a Mary McCarthy, Arendt comenta: «[...] la expresión "banalidad del mal" como tal está en contraposición al "mal radical" [Kant] que empleé en el libro sobre el totalitarismo.»
El tipo de crimen, según Arendt, no era fácilmente clasificable. Lo que ocurrió en el campo de concentración de Auschwitz no ha tenido ejemplos anteriores. La expresión, proveniente del imperialismo inglés, «asesinato en masa administrativo», se le ajusta mejor que «genocidio».
Además de lo ya dicho, también se le reprochó a Arendt el haber visto el papel de los consejos judíos de forma demasiado crítica. Eichmann había exigido la «cooperación» de los judíos y la había obtenido en «una medida realmente sorprendente». De camino a la muerte, los judíos habrían visto a pocos alemanes. Los miembros de los consejos judíos habrían obtenido de los nazis un «enorme poder sobre la vida y la muerte», «hasta que fueron deportados ellos mismos». Así, por ejemplo, las listas de transporte en el campo de concentración de Theresienstadt fueron realizadas por el consejo judío. «Este papel de los dirigentes judíos en la destrucción de su propio pueblo es para los judíos sin duda el capítulo más oscuro en toda su oscura historia.»
El antiguo rabino de Berlín Leo Baeck, uno de los representantes judíos más importantes de Alemania, había comentado que: “era mejor para los judíos no saber su destino, ya que la espera de la muerte sólo habría sido más dura”.
Este corto pasaje fue criticado de forma especialmente dura por muchas organizaciones judías. En una carta a Mary McCarthy del 16 de septiembre de 1963, Arendt escribió que había oído que la Anti-Defamation League había enviado una carta circular a todos los rabinos de Nueva York para que el día de Año Nuevo (Rosh ha Shana, 4 de octubre) predicaran en contra de ella. En la exitosa campaña política se trataba de crear una «imagen» para ocultar el auténtico libro. Arendt se sentía impotente frente a la gran cantidad de personas críticas que poseían dinero, personal e influencias.
Hannah Arendt sintió como un «alivio» encontrarse en el juicio con «antiguos miembros judíos de la resistencia». «Su entrada en escena ahuyentaba el fantasma de una docilidad general [...].» En los campos de exterminio, «en general, las entregas directas de las víctimas para su ejecución (fueron) realizadas por los comandos judíos.» «Todo esto era espeluznante, pero no era un problema moral. La selección [...] de los trabajadores en los campos la realizaban las SS, que tenían una marcada preferencia por los elementos criminales.» El problema moral fue la colaboración de granos [de arena] en la solución final.
Gershom Scholem indicó, algunos meses después de la publicación del libro, que echaba de menos un juicio equilibrado. «En los campos se destruía la dignidad de las personas y, tal como dice usted misma, se las llevaba a colaborar en su propia destrucción, ayudando en la ejecución de los demás reclusos y otros actos similares. ¿Y por eso debe estar borrosa la frontera entre víctimas y verdugos? ¡Qué perversidad! Y nosotros debemos llegar y decir que los mismos judíos tuvieron su "participación" en el asesinato de judíos.» La responsabilidad personal frente a responsabilidad colectiva. En su conferencia Persönliche Verantwortung in der Diktatur (Responsabilidad personal en la dictadura), que presentó en 1964 y 1965 en Alemania, Arendt recalcaba de nuevo que su publicación sobre el proceso de Eichmann era exclusivamente un «informe de los hechos». Sus críticos y apologetas, por el contrario, habrían discutido problemas de filosofía moral. Ella había oído con espanto afirmar, entre otras cosas, que «ahora sabemos que hay un Eichmann en cada uno de nosotros». Pero, según Arendt, el ser humano es un ser que actúa libremente y es responsable de sus actos. Por lo tanto, la culpa recaería sobre unas determinadas personas, pero Arendt rechaza decididamente la idea de una culpa colectiva: «Donde todos son culpables, no lo es nadie [...]. Siempre he considerado como la quintaesencia de la confusión moral que en la Alemania de la posguerra aquellos que estaban completamente libres de culpa comentaran entre ellos y aseguraran al mundo cuán culpables se sentían, cuando, en cambio, sólo unos pocos de los criminales estaban dispuestos a mostrar siquiera el menor rastro de arrepentimiento.»
Arendt consideraba que el proceso contra Eichmann se había realizado correctamente. Designó como jurídicamente irrelevante la defensa de Eichmann afirmando que él había sido sólo una ruedecilla en el enorme engranaje del aparato burocrático. Fue ejecutado en justicia. Durante el nacionalsocialismo, todos los niveles de la sociedad oficial estuvieron implicados en los crímenes. Como ejemplo nombra la serie de medidas antisemitas que antecedieron a los crímenes en masa y que fueron consentidas en todos y cada uno de los casos «hasta que se llegó a un punto en el que ya no podía pasar nada peor.» Los hechos no fueron realizados por «gánsteres, monstruos o sádicos furibundos, sino por los miembros más respetables de la honorable sociedad.» Así, a los que colaboraron y siguieron órdenes no debe preguntárseles «¿por qué obedeciste?», sino «¿por qué colaboraste?».
La misma Hannah Arendt señaló que ella misma quizás no habría estado a la altura de esas exigencias: «¿Quién dice que yo, que condeno una injusticia, afirmo ser incapaz de realizarla yo misma?».
Arendt considerando el antisemitismo árabe, en el informe Eichmann, Arendt veía el naciente antisemitismo árabe como una continuación de las ideas y acciones nazis.
«Los periódicos en Damasco y Beirut, en El Cairo y Jordania no disimulaban ni su simpatía por Eichmann ni su pena por que no hubiese "terminado el trabajo"; un programa radiofónico desde El Cairo, el día del inicio del proceso, incluso dirigió una indirecta a los alemanes, a los que todavía echaba en cara que, "en la última Guerra, los aviones alemanes no hubiesen sobrevolado y bombardeado las colonias judías"».
Cuando en verano de 2000 se editó en Tel Aviv una traducción al hebreo de “Eichmann en Jerusalén” como primera obra de Arendt, volvió a encenderse la polémica. Principalmente se trataba de la crítica de Arendt al desarrollo del procesamiento. En este contexto se le acusó de ocultar principios antisionistas. Además, se rechazó su concepción del papel de los consejos judíos y el concepto de «banalidad del mal», tal como había ocurrido en la primera edición del libro.
Como consecuencia de las numerosas reacciones negativas a la publicación de su informe sobre el proceso y el libro que surgió de ahí, Hannah Arendt reflexionó en 1964 en su ensayo Wahrheit und Politik (Verdad y política) sobre si es siempre correcto decir la verdad y juzgó las muchas «mentiras» que se habían dicho sobre los hechos que ella había reportado. Este texto muestra, tal como recalca explícitamente en la edición norteamericana de 1967, que se mantiene firme en su pensamiento y que también, en retrospectiva, rechaza los métodos de sus críticos. Pero el ensayo trata principalmente de la relación entre la Filosofía y la Política, de la relación entre las «verdades de razón» y las «verdades de hecho».
En la primavera de 1959 obtuvo durante un semestre una cátedra como profesora invitada en la prestigiosa universidad de Princeton. Fue la primera mujer en enseñar en la institución. De 1963 a 1967, Hannah Arendt fue catedrática en la universidad de Chicago y de 1967 a 1975 en la Graduate Faculty de la New School for Social Research en Nueva York. Allí se encuentra una gran parte de su legado póstumo.
En EE. UU. la honraron con numerosos doctorados honoris causa. También en la República Federal Alemana recibió prestigiosos premios: en 1959 el Lessing-Preis der Freien und Hansestadt Hamburg y en 1967 el premio Sigmund Freud de la Academia Alemana para Lengua y Escritura en Darmstadt. En 1969, la American Academy premió su trabajo con una medalla Emerson-Thoreau; su discurso de agradecimiento se ha conservado. En 1975, el gobierno danés le entregó el premio Sonning por sus aportaciones a la cultura europea.
Con ocasión de la recepción del premio Lessing en 1959, Arendt expresó su «actitud» (Gesinnung) en su discurso sobre Lessing Von der Menschlichkeit in finsteren Zeiten (De la humanidad en tiempos funestos). La crítica, en el sentido de Lessing, sería siempre comprender y juzgar en interés del mundo, por lo que jamás puede convertirse en una cosmovisión «que se haya establecido en una perspectiva posible». No es que la «desconfianza» hacia la Ilustración o el Humanismo del siglo XVIII dificulte el aprendizaje de Lessing, sino que es el siglo XIX con su «obsesión por la historia» y su «complicidad con la ideología» lo que se interpone entre Lessing y nosotros. El objetivo sería la libertad de pensamiento «sin el edificio de la tradición», con inteligencia, profundidad y valentía. Una verdad absoluta no existe, ya que, en el intercambio con los demás, se convierte en seguida en una «opinión entre opiniones» y en una parte del diálogo infinito de la humanidad, en un espacio donde hay muchas voces. Toda verdad unilateral que sólo está basada en una opinión es «inhumana».
Poco antes de su muerte, recalcó en su discurso con motivo de la concesión del premio Sonnig cuánto apreciaba los EE. UU. como Estado de derecho. Se trataba en ese caso del imperio de la ley (Constitución de los EE. UU.) y no del de las personas. Sin embargo, como ciudadana norteamericana, seguía aferrándose a la lengua alemana. Subrayó el importante papel de Dinamarca en la II Guerra Mundial, que consiguió, a través de presión política (también realizada por el rey) y de la opinión pública, salvar de la deportación a los judíos que se encontraban en Dinamarca. «Eso no ocurrió en ningún otro lugar».
Tomando como ejemplo la Revolución húngara de 1956, Arendt abogó en lo político por una república de consejos (Räterepublik) que tomara como base la libertad individual, un ideal de estado que también defendía su marido Heinrich Blücher, que en 1919 estuvo envuelto como espartaquista en las luchas de la Revolución de Noviembre y en la formación de los llamados Consejos de Trabajadores y Soldados. Arendt toma como punto de partida el que todas las personas están capacitadas para el «pensamiento» y por lo tanto para la política y que el espacio político no puede estar reservado para especialistas.
Arendt redactó, a menudo en trabajos de encargo para revistas, ensayos sobre personajes contemporáneos que han tenido importancia por contribuciones extraordinarias en su vida, su trabajo político o literario. Realizó semblanzas de los personajes más variados, como la que hizo sobre el papa Juan XXIII, con el título The Christian Pope (El papa cristiano, 1965). Otras semblanzas biográficas fueron las de Isak Dinesen (seudónimo de Karen Blixen), sus amigos Hermann Broch, Walter Benjamin y Wystan H. Auden, además de Bertolt Brecht, Robert Gilbert –el amigo de su marido– y Nathalie Sarraute, la representante francesa del «Nouveau Roman». Estos ensayos aparecieron, haciendo referencia al poema de Brecht An die Nachgeborenen (A los descendientes), en 1968 bajo el título Men in dark times (Hombres en tiempos oscuros; ampliado con otros textos en la versión alemana: Menschen in finsteren Zeiten, 1989).
Entre las biografías se encuentra también la primera que realizó, A heroine of Revolution (Una heroína de revolución, 1966; en alemán: Rosa Luxemburg, 1968). Arendt valora a la revolucionaria como una marxista judío-alemana de origen polaco, marxista no ortodoxa y de pensamiento independiente. Luxemburg nunca habría pertenecido a los «creyentes» que tomaban la política como sustitutivo de la religión. Más bien se atrevía a criticar públicamente a Lenin. A causa de su voluntad propia y el desprecio por los arribistas y los defensores del estatus, Arendt afirma que Luxemburg se encontraba a menudo en el margen del movimiento comunista. Como opositora radical a la guerra, luchadora por la libertad política y una democracia sin límites, atrajo a menudo críticas en su contra. Su posicionamiento moral se basaba en el código de honor de una pequeña élite de intelectuales judíos de Europa Oriental, que se veían a sí mismos como cosmopolitas. La autora compara el derecho de la República de Weimar y de la Era Adenauer. En el momento del asesinato de Karl Liebknecht y Rosa Luxemburg, el poder se encontraba prácticamente en manos del Freikorps. Sin embargo, el asesino y el secuaz fueron condenados a una pena –aunque pequeña– de cárcel, mientras que el gobierno de Bonn, de la RFA, daba a entender que en el asesinato de los dos se trataba de una ejecución según el derecho de guerra y que, por lo tanto, se trató de una acción legal.
Comparación entre las revoluciones y constituciones francesa y estadounidense[editar]
En su libro On Revolution (en español, Sobre la revolución, en alemán Über die Revolution), aparecido en 1963 y que, al igual que La condición humana, se basa en material de sus clases, Arendt compara la Revolución francesa con la Revolución americana, colocando también en este libro lo político en el centro de su pensamiento.
De acuerdo con su tesis, la Revolución francesa fracasó con el Terror de Robespierre, que intentó superar la miseria social y crear una sociedad igualitaria sobre una base moral. La Revolución americana, por el contrario, pudo perseguir objetivos casi exclusivamente políticos, porque la cuestión social no era tan candente. De esta forma fue posible fundar una república libre, en la que el ciudadano tenía los mismos derechos que sus conciudadanos en todos los asuntos públicos políticos, manteniendo toda la pluralidad.
La creencia filosófica en el progreso no debe convertirse en un criterio en el ámbito político, tal como fue el caso en la Revolución francesa. Precisamente la implementación de ideas filosóficas fue lo que condujo al gobierno del terror. En la Revolución americana se materializaron los principios de la antigüedad y los de Montesquieu: el principio de la separación de poderes y el de la limitación del poder a través del federalismo de repúblicas pequeñas con un poder central.
La comunidad política de los Padres Peregrinos había realizado una federación, el Mayflower Compact, que consistía en un «acto de comprometerse unos con los otros (Sichaneinanderbindens)».
<<Die politische Gemeinschaft, die auf Grund dieses «Bundes» entsteht, enthält die Quelle für die Macht, die allen denen zufließt, die ihm angehören und die außerhalb der politischen Gemeinschaft zur Ohnmacht verurteilt wären. Im Gegensatz hierzu erwirbt der Staat, der aus der Zustimmung der Untertanen entsteht, ein Machtmonopol, das außerhalb des Zugriffs der Beherrschten steht, die aus dieser politischen Ohnmacht nur heraustreten können, wenn sie beschließen, den Staatsapparat zu brechen […]>>. (La comunidad política que surge de este «pacto» contiene la fuente del poder, que fluye a todos aquellos que pertenecen a él y estarían condenados a la impotencia fuera de la comunidad política. De forma contraria, el Estado que surge de la aprobación de los súbditos consigue el monopolio del poder, que queda fuera del alcance de los gobernados, que sólo pueden salir de esa impotencia política si deciden romper el aparato del Estado [...]). Arendt.
La Declaración de Independencia de los Estados Unidos de 1776 respondió, según Arendt, a este principio de la libertad en el marco de una Constitución de los EE. UU., mientras que la Constitución francesa de 1791 surgió sobre la base de un Estado nacional centralizado, que no daba más poder a los ciudadanos, sino que les daba menos. Así, la Constitución francesa de 1791 surgió de una monarquía absoluta y la estadounidense de una «monarquía limitada». Por ello en Francia, desde entonces, la «voluntad de la nación es la fuente de las leyes», mientras que en EE. UU., siguiendo a Montesquieu, el poder del Estado está limitado por las leyes.
Arendt postula que el ser humano no es ni bueno ni es malo por naturaleza. Según la concepción de Arendt, sólo el individuo lleva la responsabilidad de sus propios actos. Por ello deben sancionarse los crímenes, pero también las «mentiras» políticas. En Estados con una constitución que regula la vida política es más fácil para el individuo comportarse según un «patrón moral», que en «tiempos tenebrosos». Precisamente tanto más difícil es pensar, juzgar y actuar bajo formas de gobierno no democráticas.
Las personas que interactúan políticamente sobre una base de veracidad personal, no actúan necesariamente de forma moral en el ámbito privado. Arendt rechaza el recurso a la trascendencia o la conciencia moral (Gewissen) como base de la moral, ya que está convencida de que los valores generados por estas vías son manipulables. Para ella, el totalitarismo es un sistema en el que el código moral hasta entonces imperante es reinterpretado.
<<Denn so wie Hitlers «Endlösung» in Wirklichkeit bedeutete, dass die Elite der Nazipartei auf das Gebot «Du sollst töten» verpflichtet wurde, so erklärte Stalins Verlautbarung das «Du sollst falsches Zeugnis reden» zur Verhaltensregel für alle Mitglieder der bolschewistischen Partei>>.            (Así como la «solución final» de Hitler realmente significaba que la élite del partido nazi estaba obligada a cumplir el mandamiento «matarás», de igual forma un comunicado de Stalin explicaba el «darás falso testimonio» como regla de comportamiento para todos los miembros del partido bolchevique).
Aquellos que no colaboraron con el nacionalsocialismo se preguntaban hasta qué punto podrían vivir en paz consigo mismos si hubiesen cometido determinadas acciones. La línea de separación transcurría de forma ortogonal a todas las diferencias sociales, culturales y de educación. Se constataba el colapso total de la «sociedad honorable».
Arendt cita el imperativo categórico de Kant y contrapone el egoísmo a las exigencias de la comunidad. En el proceso desarrolla la idea de una ética comunitaria que debe ser negociada de nuevo una y otra vez. Arendt echa en cara a los filósofos el que se hayan ocupado demasiado poco de la pluralidad del ser humano. Además hay una especie de enemistad de la mayoría de los filósofos contra toda forma de política. Al contrario de otros pensadores, Arendt ve, incluso después de la época del totalitarismo, una esperanza para el mundo gracias a cada ser humano que nace y que puede comenzar de nuevo.
La maldad, el mal, Arendt lo considera como un fenómeno de falta de juicio. El ser humano siempre está relacionado con otros –también en el crimen–, desarrolla una voluntad que está enfrentada a la voluntad de otros y debe reflexionar sobre sus acciones; si no, se convierte en alguien dirigido (getriebene).
En su lección magistral de 1965 Über das Böse (Sobre el mal), publicada de forma póstuma, Arendt se ocupa de ofrecer una definición, de múltiples facetas, del mal, que incluye tanto lo particular del nacionalsocialismo y sus campos de exterminio como el «mal universal» de Kant.
Los libros y artículos de Arendt se publicaron en inglés y alemán con redacciones parcialmente distintas. Es el caso, por ejemplo, de Elemente und Ursprünge totaler Herrschaft (Los orígenes del totalitarismo, 1951, 1955) y Macht und Gewalt (1970). Algunos de sus textos los tradujo ella misma, a la vez que los mejoraba, mientras que otros los traducían profesionales y después los corregía Arendt. Su amiga Mary McCarthy repasó algunas de las obras escritas en lengua inglesa. En parte, había artículos preparatorios editados en revistas, sobre todo en EE. UU., Alemania y Francia. También en sus clases empleaba material de sus futuras publicaciones, comentaba pasajes con los alumnos antes de publicarlos, al igual que hacía en su correspondencia. Las conferencias, las entrevistas, la participación en congresos y mesas redondas, sobre todo en los EE. UU. y la República Federal, servían para la difusión de sus ideas.
La forma de expresarse de Hannah Arendt es racional y sobria. A menudo emplea los conceptos con un significado distinto del que tienen en el lenguaje coloquial o científico habitual. A veces, invierte el significado corriente convirtiéndolo en su contrario. Sus tesis las expone de forma clara y directa.
Durante largo tiempo, Hannah Arendt rehuyó presentarse en público. Esto lo expresó por última vez en su discurso de agradecimiento por el Premio Sonnig en Dinamarca, poco antes de su muerte. Ya en 1955 escribía a Heinrich Blücher al respecto: «Ningún éxito me ayuda a superar permanecer en la “vida pública” [...] Lo que no consigo es estar en la palestra y permanecer constantemente en ella.» Hacía una distinción «radical» entre lo «privado y público».
Su intercambio epistolar, en el que a veces expresa duras críticas sobre algunos de sus contemporáneos, ella lo contaba entre lo perteneciente a su vida privada. Mientras que su correspondencia con Jaspers, Blücher, McCarthy, Blumenfeld y Johnson ha podido publicarse casi en su totalidad, faltan casi todas las cartas a Heidegger y Broch. Muchas de las cartas a otros amigos permanecen sin publicar.
A Arendt le dio apuro realizar la laudatio de Karl Jaspers, cuando este recibió en 1958 el Friedenspreis des Deutschen Buchhandels, principalmente por su amistad con él –quizás también por su amistad con Heidegger–. Pero Jaspers se lo pidió. Para la ocasión expuso sus conceptos de «lo público», «persona» y «obra»: según Cicerón, en una laudatio se celebra la «dignidad de una persona» en «lo público» y no sólo por lo que respecta a sus colegas. En época moderna se ha extendido el «prejuicio» de que sólo «la obra» pertenece a la esfera pública. Desde el punto de vista de Arendt, si bien el «proceso de trabajo» no es asunto público, en cambio, en las obras que no son puramente académicas, sino el resultado de «actos y palabras vivas», aparece una «humanidad» (Personhaftigkeit), en latín humanitas, que Kant y Jaspers llaman Humanität. Esta humanidad sólo pueden alcanzarla aquellos que se atrevan a exponer su persona y su obra al «riesgo de lo público».
Jaspers se había expresado no sólo filosófica sino también políticamente más allá del ámbito académico, en el ámbito público. Como persona individual, había buscado el intercambio libre con otros. Sólo así es posible ser «racional». El premiado, de esta manera, habría contribuido a «iluminar la existencia» en tiempos del dominio de la violencia, no como representante de Alemania, sino como representante de la razón. Arendt representa la idea de una persona de espíritu libre cuando dice, finalizando: «Es el reino de la humanitas, al que cualquiera puede llegar desde el origen que le es propio. Aquellos, que entran, se reconocen…»
Durante los actos conmemorativos de la muerte de Jaspers de la universidad de Basilea en marzo de 1969, Arendt volvió a este tema: Jaspers habría representado con perfección la «trinidad» de razón, libertad y comunicación.
Hannah Arendt nunca se vio como una marxista. Más bien recalcaba su origen en la filosofía. Sin embargo, atribuía a Marx, al contrario que a otros «ideólogos» del siglo XIX, «valor» y «sentido de la justicia» y apreciaba sus análisis y a él mismo como «rebeldes y revolucionarios». Sin embargo rechazaba la «ficción» del comunismo. En ella faltaba toda referencia a un pensamiento utópico. Los términos izquierda y derecha, como categorías políticas, no aparecen en su obra.
El centro de gravedad de sus análisis estaba en las cosmovisiones políticas, es decir, en las ideologías como bases para los estados, a las que luego juzgaba en función del grado de libertad política y estado de derecho que concedían al individuo en el espacio público y especialmente en el político, o bien el grado de aquéllos que el individuo puede, junto a otros, conseguir. En una carta a Johnson en 1972 dice a este respecto: la libertad le es mucho más importante que el socialismo o el capitalismo. Diferenciaba exclusivamente entre tres formas de gobierno: la democracia, república o república de consejos (Räterepublik) y similares en cuanto sistemas diferentes de libertad; la dictadura o «tiranía» en cuanto regímenes de opresión «normales»; y, por último, el «totalitarismo».
Las amistades tenían mucha importancia en la vida de Hannah Arendt. Además de su estrecha relación de compañerismo con su esposo, que murió en 1970, Arendt cultivó intensas amistades con, entre otros, Mary McCarthy, Kurt Blumenfeld, Uwe Johnson,i pero sobre todo con Karl Jaspers y también, hasta el final, con Martin Heidegger. Esta última amistad con Martin Heidegger tenía un carácter especial; mientras que expresó varias veces de forma despectiva su opinión sobre Heidegger como persona, por ejemplo en cartas a Jaspers del 29 de septiembre de 1950 y el 26 de octubre de 1959, consideraba tanto a Jaspers como a Heidegger los dos mejores filósofos contemporáneos.
En 1950, Arendt volvió a revivir la amistad con Heidegger, aunque se mantuvo ambivalente. Le comentó a Blumenfeld a finales de 1957 que estaba impresionada con el trabajo de Heidegger sobre Identität und Differenz (Identidad y Diferencia), pero a la vez se reía de su estilo: «se cita y se interpreta a sí mismo como si fuese un texto de la Biblia».
De su principal obra filosófica, Vita activa (La condición humana), envió un ejemplar a Heidegger con la nota de que si todo hubiese funcionado de forma correcta entre ellos, le habría dedicado el libro. Heidegger no le contestó e incluso interrumpió el contacto durante algún tiempo. Decepcionada, escribió a Jaspers en 1961:
«Sé que él [Heidegger.] no puede soportar que mi nombre aparezca en público, que escriba libros, etc. Durante mucho tiempo le he estafado, por así decir, con respecto a mi vida; siempre he actuado como si todo esto no existiese y como si yo no supiese contar hasta tres, por decirlo así, a excepción de cuando se trata de la interpretación de sus propias cosas», pues en ese caso apreciaba que supiese contar incluso hasta cuatro. «Pues bien, de repente la estafa se me hizo demasiado aburrida y me han puesto un ojo morado.»
En ninguno de sus escritos conocidos Heidegger menciona ni hace referencia a los trabajos de Hannah Arendt.
Con ocasión del 80º aniversario de Heidegger en 1969, ya tras la muerte de Jaspers, Arendt leyó una ponencia en la radio pública Bayerischer Rundfunk, (Radiodifusora Bávara) en la que afirmó: «Nosotros, que queremos homenajear a pensadores aunque nuestra vida esté situada en medio del mundo, no podemos evitar encontrar llamativo, incluso enojoso, que tanto Platón, como Heidegger, en el momento en que se mezclaron en los asuntos humanos, tomaran su refugio en tiranos y caudillos (Führer)». Arendt llama a esa preferencia una «deformación profesional». «Pues la tendencia hacia la tiranía se puede mostrar en casi todos los grandes pensadores (Kant es la gran excepción).» Citando a Heidegger, continúa: muy pocos poseen la capacidad de «asombrarse de lo sencillo y [...] tomar ese asombro como domicilio. [...] Con esos pocos, finalmente es indiferente a dónde les lleven las tormentas de su siglo. Pues la tormenta que recorre el pensamiento de Heidegger –como la que sigue soplando después de milenios desde la obra de Platón– no procede del siglo. Procede de lo antiquísimo, y aquello que lega es algo completo que, como todo lo completo, retorna a lo antiquísimo». Tal vez Arendt no habría escrito ese pasaje en vida de Karl Jaspers, que siempre se había tenido como un demócrata.
Arendt apoyó muy activamente la publicación en los Estados Unidos de algunas obras de Jaspers, así como de Heidegger. Buscó editoriales, supervisó parcialmente las traducciones y editó la versión norteamericana de Die großen Philosophen (Los grandes filósofos). En la correspondencia respectiva trata sobre esa ayuda en repetidas ocasiones. Ambos estaban muy interesados en la publicación de sus obras en los EE. UU. y agradecieron a Arendt su ayuda. A pesar de las muchas cosas que les separaban, no se liberó nunca del elitismo subjetivista de Heidegger, su antiguo maestro y amante, a quien admiraba por encima de todo: “Tú eres el primero en saber que no existe nadie como tú”, le escribía en 1971 ya anciana,  su Denktagebuch (Diario de Pensamientos)
Principalmente entre 1950 y 1960, y algo menos intensamente de 1963 a 1970, Hannah Arendt escribió a mano en alemán –con excepción de citas textuales en latín, inglés y francés y de la última parte, que escribió principalmente en inglés– un «diario de pensamientos» (Denktagebuch), como expresó a su amiga y administradora de su legado, Lotte Köhler.69 En estos 28 cuadernos, ordenados por años y meses, dialoga con numerosos filósofos y pensadores políticos. El centro de gravedad se halla en los pensadores antiguos griegos, pero también estudia a pensadores romanos, de la Edad Media y sobre todo pensadores modernos.
Debate con profundidad sobre la filosofía y el pensamiento político de Platón (de acuerdo con sus conceptos en los textos originales), que considera de forma crítica en la tradición de Aristóteles y Heidegger. A menudo trata sobre Kant, Heidegger y Marx (sobre todo acerca de su concepto de trabajo), pero también sobre Nietzsche, Hegel y muchos otros pensadores políticos. A ello deben añadirse, en menor medida, a algunos poetas y escritores, como Hölderlin, Dickinson, Goethe, Dostoievski y Kafka, entre otros; además escribe algunos poemas propios que no fueron publicados en vida. También incluye reflexiones sobre el lenguaje.
Con este trasfondo, Arendt desarrolla sus conceptos, como por ejemplo los de «natalidad« (Gebürtlichkeit), «pluralidad'» y «entre» (zwischen). Emplea conceptos de uso corriente con un significado más específico: así, por ejemplo, lo político, la libertad, el trabajo, la producción, el pensamiento, la acción, el juzgar, el mal, el poder, la violencia, la verdad, la mentira y la ideología. Además reflexiona sobre la historia, la política y notablemente menos sobre la sociedad, así como las ciencias históricas, políticas y la sociología y delibera sobre pensamientos religiosos. Sus anotaciones cortas y claramente estructuradas sobre cada tema forman una de las bases de sus declaraciones tanto escritas como orales, tanto las públicas como las privadas que nos han llegado. Bajo el título de Denktagebuch, en 2002 se publicaron en Estados Unidos y Alemania las anotaciones, junto con un pequeño cuaderno sobre Kant no datado (escrito c. 1964).
Al contrario que otros estudiosos, Hannah Arendt no realizó una «obra tardía» o «de vejez». Más bien lo que hizo fue seguir desarrollando continuamente su pensamiento político y mostró a menudo su valor cívico. No hubo rupturas profundas. A pesar de las sacudidas exteriores, sobre todo la aparición del totalitarismo, el conjunto de su obra está cerrado en sí mismo y no hubo muchas correcciones de fondo. Así, basándose en el concepto kantiano del «mal radical» que adoptó, formuló en 1961 la tesis de la «banalidad del mal», y luego la defendió a pesar de la hostilidad que suscitó durante años.
En sus cartas habla de su deseo de mantenerse productiva hasta la muerte. Tras un primer infarto de miocardio en 1974, retomó sus escritos y la enseñanza y en 1975 tuvo un segundo infarto mortal en su despacho, en presencia de amigos. Las oraciones fúnebres las pronunciaron, entre otros, su viejo amigo Hans Jonas y representantes de sus alumnos.

Semblanza del personaje y sus funciones descritas en el libro “Eichmann en Jerusalem”.
-Otto Adolf Eichmann (Solingen, 19 de marzo de 1906 - Ramla, 31 de mayo de 1962) fue un teniente coronel de las SS nazis. Fue el responsable directo de la solución final, principalmente en Polonia, y de los transportes de deportados a los campos de concentración alemanes durante la segunda guerra mundial.
Eichmann utilizó el nombre de Ricardo Klement durante su estancia en Argentina desde el 15 de julio de 1950 hasta el 20 de mayo de 1960, cuando fue secuestrado y trasladado al Estado de Israel por el Mossad.
Infancia y juventud.
Eichmann era el hijo mayor de una familia de cinco hermanos que se trasladaron desde Solingen, en Alemania, a Linz, en el entonces Imperio austrohúngaro. Su padre había encontrado trabajo en una fábrica de esa ciudad. Durante la infancia murió su madre y su padre se volvió a casar. En su adolescencia estudió en la Realschule, la educación básica y media; allí conoció a un compañero de nombre Salomón que lo invitaba a comer a su casa, ya que en la suya faltaba la unión, el cariño y el núcleo familiar. En esa casa de la familia de aquel amigo aprendió a hablar el yidish. Eichmann era considerado un extranjero en Austria y no pudo conseguir trabajo. Sin embargo, sus hermanos menores eran considerados austriacos, puesto que sí nacieron en ese país. El padre de Eichmann tenía entre sus amistades a Ernst Kaltenbrunner, dirigente nazi de origen austriaco. Kaltenbrunner auspició el ingreso de Eichmann al NSDAP austriaco.
Con un interés y fervor frenéticos a la doctrina de Adolf Hitler, el 1 de abril de 1932 se afilió al NSDAP austríaco con el número de afiliado 899.895, y el mismo día se enroló en las SS con el número 45.325, siendo transferido a Berlín el 1 de octubre de 1934 a la así llamada sección de judíos II 112 del Servicio de Seguridad (SD).
El 21 de marzo de 1935 Eichmann se casó con Veronika Liebl (1909-1997), con quien tuvo cinco hijos: Klaus Eichmann, Horst Adolf Eichmann, Dieter Helmut Eichmann, Ricardo Francisco Eichmann y el menor, principal causante de su posterior captura, Nicolás Eichmann. Estos últimos tienen un nombre español porque nacierón cuando Eichmann estaba fugado en Argentina, ya después de la Segunda Guerra Mundial.
Acerca de sus reponsabilidades durante e régimen Nazi, fue el encargado de la organización de la logística de transportes de los “indeseables del Régimen Imperante”. Hombre tenaz en el cumplimiento del deber, era una persona muy dada a cumplir las estadísticas que se le exigían, y los judíos eran para él simplemente "estadísticas", aunque según sus declaraciones en el juicio que se le realizó por sus crímenes de guerra en 1960 en Israel, no era un antisemita fanático, de hecho, como muchos otros alemanes, se encontraba emparentado de alguna manera con judíos.
Al final de su vida se defendió arguyendo que su participación en el Holocausto se limitó a ser un simple ejecutor de órdenes superiores y no una figura de la talla de Reinhard Heydrich o Himmler. Sin embargo, lo cierto es que entró en conflicto con estos en numerosas ocasiones debido al excesivo celo que puso en la idea de la "solución del problema judío", llendo incluso más allá de las órdenes recibidas, ya que, cuando a finales de la Segunda Guerra Mundial Himmler decidió acabar con los asesinatos masivos de judíos, Eichmann continuó dando las órdenes pertinentes para que se siguieran produciendo, ya que Himmler estaba desobedeciendo al Führer, eso Eichmann lo no permitiá, ya que Himmler empezaba a solo disminuir “la dureza” para quedar bien con los Norteamericanos y sus aliados, además de que 10,000 de los judíos que estaban los campos de concentración tenía familiares poderosos y pudientes en E.U.A.
Antes de 1939, cuando Alemania contemplaba la posibilidad de expulsar a los judíos en lugar de exterminarlos, Eichmann fue uno de los principales interlocutores nazis con el movimiento sionista, el cual estudió la posibilidad de facilitar la emigración judía a Palestina. En la misma línea, fue una de las personas que pensaron en la viabilidad de crear un Estado judío en Europa del Este. Asi es. Ya que el movimiento sionista estaba compuestos por gentes que no estaba de acuerdo con los judíos asimilados a las sociedades de europa occidental, es por esto que el movimiento sionista era más radical y Eichmann quería tener buenas relaciones los sionistas para ayudar a los judíos a llegar a Palestina.
En 1939 se opta por la deportación masiva de los judíos alemanes a guetos habilitados en Polonia, y en 1942 se celebra la “Conferencia de Wannsee” organizada por Heydrich, en la que se se da el banderazo de inicio categórico a llamada "Solución Final". Eichmann, que participa en la Conferencia, queda encargado de la logística de las deportaciones hacia los campos de concentración. Es el artífice de la creación de los múltiples “Judenräte” ('Consejos judíos'), que colaboraban con en él en las deportaciones facilitando la identificación de los habitantes de los guetos. Esto se hacía confeccionando la lista de personas a deportar, inventariando sus bienes que les serian confiscados como precio para su deprtación y “liberación” aunque después se denomino “Reasentamiento”. etc.
Las siguientes son las fechas en que Eichmann fue ascendido en las SS (según las memorias del propio Eichmann):
1.- SS Mann (soldado raso): 1 de octubre de 1932
2.- SS Scharführer (sargento primero): 24 de diciembre de 1933
3.- SS Hauptscharführer (suboficial superior): 23 de octubre de 1937
4.- SS Untersturmführer (subteniente): 26 de agosto de 1938
5.- SS Obersturmführer (teniente): 2 de febrero de 1939
6.- SS Hauptsturmführer (capitán): 1 de agosto de 1940
7.- SS Sturmbannführer (mayor): 1 de julio de 1941
8.- SS Obersturmbannführer (teniente coronel): 9 de noviembre de 1941
9.- SS Standartenführer (coronel): 20 de abril de 1945

Hablando de su equipo de trabajo que llega a integrar, a veces denominados “delegados de Eichmann en la Sección IV-B´4 de la Gestapo, tuvieron como principal responsabilidad de la asignación deportación a los diferentes lugares de “tratamiento”, a través de trenes de todas las personas enemigas de la Alemania nazi y de los judíos. Por cada país o región ocupada existía un delegado responsable de los envíos de personas hacia los campos de concentración. Entre estos colaboradores de Eichmann estuvieron: 1.- Alois Brunner, asistente de Eichmann. Desde noviembre de 1939 hasta septiembre de 1944, Brunner dirigió las deportaciones de los judíos de Viena, Moravia, Tesalónica, Niza y Eslovaquia. Desapareció después de la guerra y fue condenado a muerte en ausencia en un juicio en París en 1954. Se le concedió asilo en Siria. 2.- Theodor Dannecker, quien dirigió la preparación de los listados de judíos franceses y españoles para la deportación en 1941, y que fue nombrado comisionado en Italia en 1944. Después de la guerra fue capturado por los estadounidenses y se suicidó en un campo de prisioneros. 3.- Rolf Günther. Asistente de Eichmann y supervisor de los delegados. Responsable de la deportación de los judíos de Grecia y clandestinamente de Turquía. 4.- Hans Günther. Delegado en Bohemia-Moravia. 5.- Dieter Wisliceny, el introductor del distintivo amarillo en forma de Estrella de David distintivo de los judíos. Fue el responsable de la deportación y eliminación en masa de los judíos de Eslovaquia, Grecia y Hungría. Después de la guerra fue extraditado a Checoslovaquia, donde fue ejecutado en febrero de 1948 por las autoridades comunistas. 6.- Hermann Alois Krumey, miembro de la Policía de Seguridad en Lodz. En 1944 fue enviado a Hungría para organizar la deportación de la comunidad judía de ese país. Fue arrestado en Italia en 1945, y después de varios juicios fue sentenciado a cadena perpetua en 1969. 7- Franz Novak, cuya función fue la de coordinar los trenes donde iban judíos y gitanos desde cada país hacia los campos de concentración. Hasta 1961 se ocultó en Austria. Juzgado por sus crímenes en 1964, fue sentenciado a 8 años de prisión, aunque el juicio fue anulado en 1966, siendo absuelto de los cargos y liberado. 8.- Gustav Richter, quien en abril de 1941 fue enviado a Rumanía como Asesor de Asuntos Judíos. Realizó el censo de los judíos y gitanos rumanos, planificando la deportación a guetos y exterminación de cerca de 300.000 judíos en el campo de Belzec. Sus planes fracasaron cuando Rumanía rompió relaciones con Alemania. Fue sentenciado a 4 años de prisión en 1982. 9.- Wilhelm Zöpf, delegado de Eichmann en La Haya, responsable de los judíos de los Países Bajos. 10.- Heinz Röthke, destinado en Francia de Vichy, ocupada por los nazis. 11.- Franz Abromeit, destinado en Croacia y Hungría. 12.- Otto Hunsche, destinado en Hungría. 13.- Siegfried Seidl, destinado en Hungría.
Al finalizar la Segunda Guerra Mundial, Eichmann, que se hacía llamar Otto Eckmann, fue capturado por el Ejército de los Estados Unidos, que desconocía su verdadera identidad. En los albores de 1946 se escapó de la custodia del Ejército Estadounidense y se ocultó en varios lugares de Alemania durante algunos años. En 1948 obtuvo un salvoconducto para escapar a Argentina, pero no lo usó inmediatamente. A principios de 1950, Eichmann estuvo en Ginebra, donde se hizo pasar por un refugiado llamado Ricardo Klement. Con la ayuda de un fraile franciscano de ideas fascistas, que tenía conexiones con el obispo Alois Hudal, Eichmann obtuvo un pasaporte emitido por el Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR) y un visado argentino, ambos documentos a nombre de "Ricardo Klement, técnico".
Se alojó en un hotel para inmigrantes en el barrio argentino Palermo Viejo y comenzó a trabajar en un taller mecánico. Luego viajó en tren a Tucumán para trabajar en una empresa alemana. Llegó toda su familia a la Argentina y los traslada a la provincia de Tucumán. En 1952 quiebra la empresa en que trabajaba y empieza a trabajar en una fábrica de jugos de frutas. Trabajaba en el Puerto de Olivos vendiendo zumos de frutas, hasta que se dio cuenta que le estaban dando pérdidas. Intentó instalar una tintorería, pero fracasó, luego empezó a trabajar en la fábrica de calefones Orbis. Eichmann vivía en la zona norte del Gran Buenos Aires, en los partidos de Vicente López y San Fernando. En primer lugar, vivió en la calle Chacabuco de la localidad de Olivos (partido de Vicente López), donde alquilaba un inmueble. Después, ya como gerente en la fábrica de automóviles Mercedes Benz, se hizo construir una casa en calle Garibaldi 14 (actualmente Garibaldi 6061), en el borde del barrio Bancalari (norte del Gran Buenos Aires), donde fue encontrado por los hombres del Mossad.
Adolf Eichmann fue localizado por un judío alemán ciego, vecino suyo, Lothar Hermann (que había migrado a Argentina en 1938), cuya hija tenía amistad de adolescente con uno de los cuatro hijos de Eichmann. La hija le contaba cosas a su padre "del hogar del señor Klement" que le hicieron caer en la cuenta de su verdadera identidad. Preguntando a ella más cosas, quedó al final totalmente satisfecho. El problema que surgió era que los jefes de Mossad no querían dar crédito a un ciego. Según la agencia israelí era imposible que un ciego reconociera al criminal de guerra. Mucho más tarde, por la intervención de un amigo importante del citado invidente, el Mossad entró en acción. Esto fue a finales de la década de 1950 en la localidad de Bancalari (partido de San Fernando), en la zona norte del Gran Buenos Aires. Vivía en la calle Garibaldi, sin asfaltar, la identificación positiva fue realizada por una serie de fotografías comparativas tomadas de manera furtiva, en que se lo reconoció por su particular morfología de la oreja izquierda (las fotos de Eichmann en su período nazi eran casi todas del lado izquierdo) y se preparó un plan para capturarlo y llevarlo a Israel, encargo hecho por el primer ministro David Ben Gurion era el primer ministro israelí y encomendó a Mossad,  su encargado Isser Harel, con información dada por el famoso cazador de nazis Simon Wiesenthal (llamado Ezra Liebermann en la película Los Niños del Brasil).
El 1 de marzo de 1960 Harel envió a Buenos Aires al jefe interrogador del Shabak Zvi Aharoni, que en el transcurso de semanas de investigación fue capaz de confirmar la identidad del fugitivo. Como el Estado Argentino tenía un historial de rechazar solicitudes de extradición de criminales nazis, el primer ministro israelí David Ben-Gurion tomó la decisión de que Eichmann debía ser capturado, ilegalmente. Harel mismo arribó en persona, en mayo de 1960 para supervisar la captura. Rafi Eitan fue designado líder del grupo de ocho agentes, la mayoría de ellos eran agentes del Shin Bet.
Violando tratados de asistencia consular y la soberanía nacional argentina, el 1 de mayo de 1960 un grupo de nokmin (‘vengadores’, en hebreo) del Mossad ingresaron subrepticios por vía aérea en Buenos Aires e iniciaron la "Operación Garibaldi" (por el nombre de la calle donde residía Eichmann). Este equipo, dirigido por Rafi Eitan y coordinado por Peter Malkin, "especialista en secuestros y en maquillajes", inició una vigilancia de casi dos semanas. Descubrieron que Eichmann era un hombre de hábitos cotidianos, lo que facilitó la elección del lugar de secuestro. Los agentes del Mossad fueron en dos autos, uno para fingir un desperfecto y el otro para evasión de emergencia en caso de que algo saliese mal.
El 11 de mayo de 1960, lo esperaron en una calle y fingieron que el coche se había averiado, cuando llegó el autobús de la línea 203 (La Independencia), Eichmann no estaba entre los pasajeros. Era de noche y los agentes se desesperaron, pero decidieron esperar al siguiente autobús.
La espera dio frutos. Eichmann llegó del trabajo en el autobus siguiente y descendió del autobús. Eichmann no sospechó al ver el vehículo averiado y uno de los agentes se acercó y le dijo en la única frase en español que sabía: «Un momento, señor, ¿puedo preguntarle algo?». Eichmann, que venía con una linterna de mano, se detuvo sorprendido, llevó una mano al bolsillo y el agente se le echó encima. Eichmann gritó pero el motor del vehículo se puso en marcha y amortiguó sus gritos. Secuestrado en plena calle, fue subido al auto en marcha.
Los cuatro agentes israelíes lo trasladaron a un piso franco. Fue atado a una cama e interrogado hasta que Eichmann, quien dijo llamarse Ricardo Klement y luego Otto Henniger, al fin dio su número correcto de las SS y admitió su verdadera identidad.
Peter Malkin confesó más tarde: Eichmann era un hombrecito suave y pequeño, algo patético y normal, no tenía la apariencia de haber matado a millones de los nuestros... pero él organizó la matanza.
El avión de la aerolínea israelí El Al fue retrasado para entrar en Argentina por motivos burocráticos hasta una semana, y esto no estaba contemplado en sus planes. Los agentes sabían que Eichmann podía ser buscado por sus familiares o sus camaradas nazis. Por tanto, tuvieron que esperar con angustia en la casa de seguridad, mientras obligaron a Eichmann a firmar una carta que decía:
“Yo, Adolf Eichmann, por medio de esta carta declaro que voy a Israel por mi propia voluntad a limpiar mi conciencia”.
Ocho días más tarde, el 20 de mayo de 1960, el avión aterrizó. Eichmann fue conducido semi-insconciente al Aeropuerto internacional de Ezeiza, en un avión de El Al, con otra identidad, vestido como un mecánico de la aeronave, simulando ebriedad. Sentado en un asiento de primera clase, con pasaporte falso, fue sacado del país de inmediato hacia la ciudad de Haifa, en Israel.
Por este secuestro, la cancillería argentina, por medio del embajador Mario Amadeo ―el presidente de Argentina era Arturo Frondizi―, reclamó una grave violación de la soberanía; este reclamo lo llevó ante el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas. Recibió apoyo del organismo internacional, pero Israel nunca tuvo intenciones de devolver al criminal nazi. Esto generó problemas entre Argentina e Israel, ya que se trató a todas luces de un secuestro ilegal, sin autorización por parte del Gobierno argentino.
La captura fue anunciada con gran despliegue de medios, dándole todo el crédito a Simon Wiesenthal (quien había colaborado en la localización) y a la causa sionista para encubrir la poco ortodoxa participación del Mossad en la operación.
En Jerusalén, Eichmann fue sometido a juicio por un tribunal presidido por los jueces Moshe Landau, Benjamin Halevy y Yitzhak Raveh. Su abogado defensor fue Robert Servatius.
Eichmann alegó en su defensa que las acciones que cometió eran bajo la obediencia debida a sus superiores y que estos se aprovecharon de esta característica. El jurado lo encuentra culpable de genocidio.
El juicio, que finalizó el 15 de diciembre de 1961, lo condenó a morir en la horca por crímenes contra la Humanidad. Este juicio también es considerado como la gran causa judicial del Estado de Israel. La sentencia se cumplió la madrugada del 31 de mayo de 1962 en la prisión de Ramla.
Sus últimas palabras fueron: “Larga vida a Alemania. Larga vida a Austria. Larga vida a Argentina. Estos son los países con los que más me identifico y nunca los voy a olvidar. Tuve que obedecer las reglas de la guerra y las de mi bandera. Estoy listo”.
Sus restos fueron incinerados y las cenizas fueron dispersadas en el mar Mediterráneo por una nave de la Fuerza Naval israelí en presencia de algunos supervivientes del Holocausto, y fuera de las aguas jurisdiccionales de Israel. De este modo, se pretendía evitar que su tumba se convirtiera en lugar de peregrinación.
En este juicio, Eichmann dejó algunos testimonios del porqué de su participación en el Holocausto. Se citan algunos párrafos: 1.- No perseguí a los judíos con avidez ni placer. Fue el gobierno quien lo hizo. La persecución, por otra parte, sólo podía decidirla un gobierno, pero en ningún caso yo. Acuso a los gobernantes de haber abusado de mi obediencia. En aquella época era exigida la obediencia, tal como lo fue más tarde de los subalternos.
Hannah Arendt, contratada por la Revista TMES, realizó la investigación sobre Eichmann y su juicio y sus obras a raíz del juicio, titulado “Eichmann en Jerusalén”, que es la razón de este ensayo, y con el subtítulo de “Un estudio sobre la banalidad del mal”. En él expone y concluye que el hombre que pasaba por ser el mayor asesino de Europa no era ningún "genio del mal", trazando en ese texto la tesis de la banalidad del mal. Defiende que lo preocupante de la existencia del mal entre nosotros es que cualquier hombre, en determinadas circunstancias, puede reaccionar como Eichmann y realizar actos tremendamente malvados e inhumanos porque cree que es «su obligación» o «su trabajo». Señaló además, que las acciones de Eichmann bien pudieron haber sido fruto de la sujeción de la cual es víctima un individuo dentro de un régimen totalitario.
Sin embargo, aunque algunos vieron en sus palabras una justificación de las acciones de Eichmann, Arendt no defiende la inocencia del acusado, ni cuestiona la condena a muerte final; más bien cree que el planteamiento por el cual Eichmann fue presentado por la Fiscalía como un supervillano, no obedecía a la verdad, sino más bien a intereses personales de los acusadores (crear un "caso estrella"), políticos (mostrar al mundo que el Estado de Israel, excluido de los Juicios de Nürnberg, podía también juzgar a sus verdugos) y sobre todo sociales (un Israel que había ganado en el campo de batalla cierta seguridad militar, estaba pasando por una cierta crisis existencial y necesitaba un punto en torno al cual las nuevas generaciones pos-Holocausto pudieran unirse). Esta artimaña publicitaria la instrumento Ben Gurión y el Kneset, que es el Congreso del gobierno israelita.
Hanna Arendt cree, sin embargo, que Eichmann merecía la condena a muerte, pero no por haber organizado ningún plan maestro, o por haber participado personalmente (por ejemplo, pistola en mano) en la muerte de judíos, sino por no haberse opuesto a los crímenes, por haber colaborado eficientemente en el exterminio, incluso sobrepasando las órdenes de sus superiores directos. Esto es, el principio número uno en donde los tres juzgadores se basaron para determinar la culpabilidad de Eichamnn es: “que tanto peca el que mata la vaca, como el que le detiene la pata”, son responsables del delito, así, aunque Eichmann nunca mató a ningún judío, y nunca tomo una pistola para matar a alguien, es responsable y mismo grado pos haber entregado a miles de seres humanos a sus verdugos.
Si los jueces hubieran absuelto libremente a Eichmann de estas acusaciones, estrechamente relacionadas con los espeluznantes relatos de los innumerables testigos que ante ellos comparecieron, no por ello hubieran llegado a un fallo distinto con respecto a la culpabilidad del acusado, quien, en modo alguno, hubiera escapado a la pena capital.
Por ejemplo, cuando, acercándose el final de la guerra el regente Horthy (de Hungria), y el propio Himmler, dieron pasos en el sentido de suspender las deportaciones de judíos húngaros, Eichmann autorizó algunos envíos de judíos “motu propio” a la muerte, con el celo profesional que los nazis llamaban "trabajar en la dirección del Führer y del Reich".
No cabe ninguna duda de que incluso en el mes de abril de 1945, cuando prácticamente todos pasaron a ser «moderados», Eichmann aprovechó una visita que Paul Dunand, de la Cruz Roja Suiza, efectuó a Theresienstadt, para hacer constar que no estaba de acuerdo con la nueva política seguida por Himmler con respecto a los judíos.
Las declaraciones de Arendt, pese a todo, resultaron polémicas, y más dada la circunstancia agravante de su propia condición de judía. También es interesante ver la visión que aporta Michel Onfray sobre Eichmann en su obra “El sueño de Eichmann”. Onfray en otra obra “Un kantiano entre los nazis”, demuestra la conformidad del pensamiento político kantiano, con lo expresado por Eichmann en juicio. No hay derecho a rebelarse y hay obligación absoluta de obedecer.
Rafi Eitan, quien dirigió el grupo que capturó a Eichmann, fue durante 25 años oficial de Inteligencia en el Mossad y dirigió el Shin Bet. En noviembre de 1985 fue destituido al ser descubierto como director de una red de espionaje contra Estados Unidos.
«Lo más inquietante de Eichmann es que no era un monstruo, sino un ser humano», había declarado en alguna entrevista Peter Malkin, el agente que detuvo a Eichmann, quien posteriormente se retiró en 1977 en Nueva York como especialista en contraterrorismo, tras 27 años de servicio en el Mossad, ciudad donde vivió hasta su muerte el 4 de marzo de 2005.
La detención de Eichmann alertó a otros nazis en Argentina y Brasil como Josef Mengele y Franz Stangl, quienes tomaron resguardos y se ocultaron.
Ensayo de la Obra: “Eichmann en Jerusalem”.
En 1961 Hannah Arendt fue la encargada de cubrir para el semanario estadunidense The New Yorker el juicio contra Adolf Eichmann en la ciudad de Jerusalén. El minucioso trabajo de esta escritora judía de origen alemán se recopiló años después en un libro cuyo título ha suscitado largas discusiones: “Eichmann en Jerusalén: un estudio sobre la banalidad del mal”. Casi cuarenta años después del juicio y la aplicación de la pena de muerte a Eichmann, este caso vuelve a causar polémica, pues el gobierno de Israel ha decidido permitir la publicación de las memorias que escribió el criminal nazi durante el periodo de más de un año que duró el juicio. En este "diario del demonio", como se le ha bautizado popularmente, Eichmann se presenta como un hombre normal, un ser obediente que sólo formó parte de una maquinaria; de una burocracia de exterminio. Esta descripción coincide con la definición de Hannah Arendt de lo que representaba Eichmann: un nuevo tipo de criminal que actúa bajo circunstancias que le hacen casi imposible saber que está obrando mal. Al hablar de la banalidad del mal, ella se refiere a la irreflexión de quien comete crímenes actuando bajo órdenes, lo cual no lo libera de culpa pero sí lo hace sujeto de una nueva forma de juicio.
En Eichmann en Jerusalén, Arendt muestra las insuficiencias jurídicas y la parcialidad que caracterizaron este polémico proceso. El hecho de haberse llevado a cabo en Israel, frente a un tribunal judío y bajo la presión de las miles de familias afectadas por el Holocausto, era suficiente para saber que la sentencia estaba escrita de antemano. Pero además hubo otros elementos que contribuyeron a que la defensa de Eichmann resultara inútil, empezando porque sólo podía haber un abogado encargado de ésta.
El doctor Servatius se enfrentó a la imposible tarea de tener el tiempo y la capacidad para recabar toda la información y apelar a los recursos necesarios. Tampoco se le dio la oportunidad de presentar testigos y su acceso a los archivos era muy limitado. Esto lo ponía en plena desventaja frente a los acusadores, quienes aprovecharon su capacidad testimonial para conmover a la opinión pública y al jurado. La parte acusadora presentó testigos que no aportaban ningún elemento al juicio, como los sobrevivientes de los campos del Este, en donde Eichmann no realizó trabajo alguno. Según Arendt, parecía más un espectáculo o un mitin donde los testigos eran oradores que hablaban sin interrupción, rara vez contestando preguntas de los abogados.
Otra de las desventajas para Eichmann fue su mala memoria. Hubo hechos que de haberlos mencionado podrían haberlo salvado de la pena de muerte, pero su abogado no tuvo la capacidad de hurgar en sus recuerdos. Sin embargo, la detallada e impecable investigación de Hannah Arendt cambia la perspectiva sobre el trabajo que desempeñó Eichmann como encargado de la deportación de judíos en el Tercer Reich.
Eichmann trabajaba en el Departamento de Emigración Judía, desde donde planeaba el transporte hacia los guetos y campos de concentración. En palabras de Hermann Tertsch:
Eichmann cumplía órdenes y de eso se trataba, de fiabilidad, efectividad, bajo coste y perfecta distribución de recursos. Lo demás daba igual. Judíos, tornillos, cerdos o gases letales tenían que llegar a su hora a su sitio al menor coste. ("El relojero del Holocausto", en El País, 5 de marzo de 2000)
Arendt encuentra varios casos en los que Eichmann mostraba que el destino final de los judíos no le daba igual. A pesar de su inquebrantable lealtad y su incuestionable obediencia, se mostró débil frente a los horrores que presenció en Auschwitz y en su conciencia inició la búsqueda de una solución política frente a la solución física del problema judío, es decir, prefería la expulsión al exterminio. Es por esto que en algunas ocasiones modificó órdenes y negoció el transporte de judíos a campos donde sabía que aún no se iniciaba el exterminio (como era el caso Lodz, contrario al de Riga o Minsk); a otros los envió a Palestina y por mucho tiempo jugó con la idea de crear un protectorado judío en Madagascar.
Estas flaquezas no son evidencia de que Eichmann tuviera un cargo de culpa, él simplemente buscaba evitar un dolor innecesario a las personas. Su conciencia estaba tranquila porque no había elementos externos que la despertaran, nadie reprochaba los actos mientras se cometieran en cumplimiento del deber. Según la interpretación de Arendt, las conciencias estaban dormidas frente al espectáculo cotidiano. Las deserciones dentro del partido empezaron hasta que se hizo evidente que perderían la guerra, pero para Eichmann la palabra de Hitler era ley y por lo tanto su lealtad se mantuvo aún en el ocaso de Alemania. El valor que le daba a la obediencia era casi sagrado e incluso lo llevó a confesar que sería capaz de enviar a su padre a la muerte.
La participación de Eichmann en la conferencia de Wannsee, en la que se coordinaron los esfuerzos para la "Solución final", es un ejemplo de la inexistencia de culpabilidad. Él fue el encargado de redactar el acta que ordenaba la liquidación de 11 millones de judíos, y declaró: "en aquel momento sentí algo parecido a lo que debió sentir Poncio Pilatos, ya que me sentí libre de toda culpa". Su admisión fácil y natural de cómo participó en el exterminio de los judíos es muestra de la sistematización de la que fue presa, pues para él no había nada que confesar; sus actos habían sido órdenes cumplidas.
Para Hannah Arendt, las palabras y los pensamientos son impotentes frente a la banalidad del mal que todo esto representa. Este juicio muestra un nuevo tipo de delincuente, un nuevo tipo de delitos que sólo pueden ser juzgados por un tribunal competente, que evidentemente no fue el de Jerusalén. Arendt reclamaba la necesidad de un tribunal internacional penal que llenara esta insuficiencia jurídica. Aun hoy, después de haberse firmado en Roma en 1998 el Estatuto del Tribunal Internacional, sólo se han conseguido ocho de las sesenta ratificaciones necesarias para que entre en vigor.
Una de las reflexiones más aterradoras que hace Hannah Arendt podría llevar a que muchos países aceleraran el proceso de ratificación del Estatuto, pues ella argumenta que una vez que sucede un acto tan terrible sin precedentes es más probable que se repita, pues a pesar de que haya sido castigado se convierte en un antecedente y en una posibilidad. Lo más difícil de aceptar de todo esto es que tanto Eichmann como todos los que participaron en el Holocausto eran gente normal. La conclusión o advertencia de Hannah Arendt resulta muy acertada y digna de recuperarse: frente a la posibilidad de crímenes de esta índole es necesario un recurso legal adecuado.
Conclusiones.
Definitivamente es una obra muy inquietante y actual, sobre todo por lo que sucede en el mundo en este momento donde el Estado Islámico esta en contra de todo lo establecido, podemos decir que lo más inquietante es el fundamentalismo económico y el fundamentalismo religioso. En esta obra podemos ver como en la gran depresión económica iniciada en 1920, donde todos los sistemas económicos se vinieron abajo, donde miles de personas perdieron sus trabajos y donde los ricos perdieron todo lo que tenía. Podemos decir que ahí es donde se inicia todo esto del holocausto, donde en Europa el desempleo estaba con mas de tres dígitos, y si a esto le aunamos la situación de Alemania consecuencia del Tratado de Versalles que fue el resultado de la rendición de Alemania para pagar la indemnización a los ganadores de la Primera Gran Guerra, así, el embargo que tenía Alemania estaba ahogan al pueblo alemán, llegando a tener hasta un 1000% de inflación. La Casa de Moneda Alemana no se daba abasto a cumplir las necesidades en la producción de papel moneda. Ya que las necesidades de este recurso eran exorbitantes. Así, los comunistas comenzaron a ganar terreno y con el triunfo de los ROJOS en la Revolución Rusa, podemos ver que los perdedores cayeron en la cuenta que los judíos poseían grandes cantidades de recursos y estaba especulando con el hambre de los no judíos. Es por esto por ejemplo, que ahora culpan al Cartel del Golfo por el problema económico de Grecia, ya que esta institución Criminal esta acumulando mucho dinero por el narcotráfico, siendo un represamiento de efectivo que esta desequilibrando el flujo del dinero dentro del mercado lícitos de recursos, es por esto que “El Problema Judío debía ser resuelto. Así, es Alemania quien toma la iniciativa a través de los debates políticos y de sus manifestaciones que el Partido Obrero Nacional Socialista Alemán (NSDAP) fue ganado terreno. Este partido fue creado en 1920 y fue durante castigado por el Kaiser   Guillermo II (Wilhelm II), siendo el último Kaiser (emperador). Por 1933 es cuando Hitler logra tomar control del Partido Nazi y comenzaba su proyecto de nación y de la creación de la Raza Superior, de la raza aria.
El el libro de Arendt, no expone que el juicio se llevo a cabo en condiciones muy irregulares tanto por la parte acusadora como por la parte defensora, y que esto no afectaría el desenlace del procedimiento. Pero aun así Arendt nos muestra como existía una animadversión en contra del pueblo judío, aunque esto ha existido desde muchos siglo atrás, pero en esta ocasión su hubo muchas pérdidas humanas de forma sistemática y mecanizada. En nuestra opinión, nos da la impresión que Alemania les daba el servicio de exterminio a los países europeos para hacerles una limpia de judíos, o sea, JUDENREIN, o sea, una purificación de judíos, esto era para comerciar con los judíos así como despojarlos de sus bienes, los cuales eran necesarios en esta época de depresión económica y poder estabilizar y dar una mejor calidad de vida a los ciudadanos alemanes y europeos. Esto se lograba utilizando en su totalidad al ser humano, esto era un proceso de COSIFICACION del individuo, que era el objetivo de la “Solución Final”. Era utilizar al individuo hasta en su muerte, ya que utilizaban los huesos y la piel, para utilizarlo como medio para crear recursos económicos.
Eichmann fue un simple burócrata que obedecía ciegamente al Führer (caudillo), ya que el Führer les había prometido llevarlos a la sublime condición de ser los amos del mundo. Eichmann era un medio por el cual el sistema nazi utilizaba la condición de judíos en donde ellos mismo eran capaces de exterminar a sus propios conciudadanos con tal de lograr recursos, así, los mismo judíos formando comités en coordinación con Eichmann (el experto en asuntos judíos) que se encargaba de realizar la clasificación de judíos para despojarlos de sus bienes y posteriormente eliminarlos. Esto es lo que más llama la atención, los mismo operadores de los hornos crematorios, el famoso Escuadrón de la Muerte eran judíos que se encargaba de cremar a los judíos, esto es lo que me sorprende personalmente.
El libro expone esta situación de auto-exterminio, y expone que en realidad el juicio fue una puesta en escena para que las nuevas generación de judíos se sintieran unidos por su país, y no ser unos apátridas como la misma Hanna Arendt se consideraba en ese entonces.
La Sentencia, obviamente, fue condenatoria y declararon a Eichmann culpable de “crímenes contra la humanidad”, considerando Arendt que los jueces tomaron la decisión correcta y que la bien fundamentaron , ya que Eichmann consciente de que estaba enviando a la muerte a seres humanos.

Bibliografía.

https://es.wikipedia.org/wiki/Hannah_Arendt
https://es.wikipedia.org/wiki/Adolf_Eichmann

FIN.